Pablo CABEZA
BILBO
Entrevista
RICARDO LEZÓN
VOZ, GUITARRA ACÚSTICA Y COMPOSICIÓN

«Me atrae la poesía que busca la belleza y que ofrece esperanza»

El músico getxoztarra Ricardo Lezón es la parte visible de McEnroe. Con «Esperanza» debuta en solitario, nueve canciones que mantienen el tono íntimo y los textos cálidos aunque hablen de anhelos. Lezón presenta hoy su debut en Kafe Antzokia de Bilbo, a partir de las 22.00.

“Aúllan lobos esta noche, ven amor, hazlos callar, que he viajado tanto tiempo que no tengo a donde regresar. Cúbreme con tus ojos hasta que empiece a soñar, cuéntame una mentira que rompa esta soledad”. Así son los textos de este músico que ha caminado por viejas y curvadas carreteras en busca de su sombra. Tan sencillas y profundas. Sin excesivas metáforas ni sinónimos histriónicos. La envoltura no es exactamente McEnroe, pero no cuesta imaginar que cada título podría ser parte de un álbum de la banda, como previamente se intuía que un disco del grupo podría ser una obra en solitario de este peculiar músico de regreso a Getxo, donde hinca de nuevo sus raíces, trabajando en una gasolinera y creando fuera de horario, con una sensibilidad que arruga una parte del cuerpo inmaterial.

“Esperanza”, un título en el que refugiarse, propone nueve canciones intensas en emociones y suave en los modos. “Chet Baker” es de las canciones más clareadas de Lezón, quizá por eso aporta la textura de unos arreglos de viento; “Arena y romero” son las manos de Ricardo y su mejor perfil de lo que es una canción de rincones interiores. Es el primer tema donde aparece la valorable voz de Jimena Lezón. “La paz salvaje” es otro corte de notas lluviosas y soles en el corazón: “Y estás tú, en mi habitación, y me das la paz que encontré en ti».

Lezón posee un timbre de tonos medios ligeramente metalizado. Tiene cuerpo y estilo. Solo dos sílabas, lentas en su boca, son suficientes para identificarle en la radio o en un play de ráfaga. Es brillante componiendo música y letra, al tiempo que se rodea de músicos que saben revestir cada palabra con los aportes de belleza necesarios para completar las melodías. “Ella baila” es la canción más cómplice: excelente melodía, palabras, piano y arreglos de cuerda. “Lobos” es un diábolo que no pierde el ritmo en su vaivén. “Lamento ser el enemigo al que no pude vencer, voy a buscarte esta tarde, como una lluvia llegaré a ti”. Otro instante sublime que las hermosas guitarras de Txomin Guzmán elevan aún más. No puede ser más sublime.

«El disco solo me está dando alegrías. Leo cosas agradables sobre él y los pocos conciertos que hemos dado han sonado bonitos y ha venido gente. Ya estaba contento con el proceso de grabación y con el resultado de las canciones. Verlo ahora vivo es reconfortante aunque ya solo lo escucho para no olvidarme de las letras», afirma Lezón tras el periodo de circulación de “Esperanza”, siempre a mano.

Álbum en el que colabora su hija Jimena, quien tras la edición del disco comentó en varias ocasiones que no quería cantar y que no orientaría por ahí parte de su actividad; sin embargo, pasado un tiempo, y quizá tras los “piropos” recibidos ha cambiado de opinión: «Mi hija, me ha dicho que quiere cantar, giro coperniquiano. Me encantaría conseguir escribirle un disco para que lo cantara. ¡Antes soñaba con hacer uno para Julio Iglesias, pero ahora prefiero que lo cante ella!».

Hoy en Kafe Antzokia, Ricardo Lezón tendrá una buena entrada, sus canciones siempre han calado con cierta amplitud y complicidad. Y ahí estarán al lado del chico de las sílabas perdidas (forma singular de desarmar las palabras) Txomin Guzmán (Fakeband ) a la guitarra y el piano, Miguel Guzmán (Tulsa, Zodiacs, Jacobo Serra...) al bajo, Jaime Arteche (Joe la Reina, Tulsa...) a los teclados y Edu Guzman (McEnroe, Mannet...) a la batería. Una banda más redonda que una circunferencia y donde los teclados, como en el disco, van a ser también parte emocional de la noche. La guitarra por descontado

¿Se ha sentido siempre Ricardo Lezón o las imágenes de McEnroe han revoloteado inevitablemente?

Intentar huir de McEnroe era una mala idea, por imposible, en primer lugar, y por antinatural, después. Tampoco es algo que necesitara, no me siento encerrado en nada, hago lo que quiero. Si que me apetecía explorar otros caminos cercanos, vestir o desvestir las canciones de otra manera. Tenía claro también que quería contar con Txomin Guzmán, es amigo y le admiro mucho como músico. Me sugería ver que se le ocurría con mis canciones. Él y Edu “McEnroe” a la batería era lo único claro desde el inicio Estoy muy contento con todo el proceso y con el resultado. Todo ha fluido de manera muy natural. Incluso los errores son los propios de un primer disco.

Abre el álbum con «Chet Baker», no sabemos si le interesa el jazz, si es parte de la canción por la tormentosa vida de Baker o por los arreglos de viento.

Me gusta mucho la música, me entusiasma escuchar de todo. La única distinción que encuentro es la que me emociona, de alguna manera, y la que no. Me interesan las novedades y nunca abandono a los de siempre. De Chet Baker me importa todo, pero el hecho de haber titulado así la canción viene de algo que me persigue desde que empecé a componer y es que existen ciertas referencias, ciudades, lugares, grupos, canciones, libros... que con nombrarlos me remiten a las mismas sensaciones que me crean y no encuentro manera mejor de definirlas que nombrarlos. Escuchar a Chet Baker siempre me ha hecho sentir de una manera especial y de esa “manera” es de la que habla la canción. Txomin la arregló y la llevó a donde está. Fue la primera canción que hicimos.

En todo caso, da la impresión de que existe una intencionalidad en algunos cambios respecto su etapa grupal y otros que se deja llevar por lo que fue/es McEnroe.

Hubo dos partes en la grabación, de hecho se grabó en dos momentos diferentes. En la primera tacada en Getxo estuvimos Txomin, Edu y yo durante todo el proceso: la grabación de los instrumentos, voces, mezclas, etc. Esas canciones llevan el sello claro de Txomin y de la intención de buscar y probar. En la segunda parte grabamos las guitarras, bajos y baterías y después me fui solo a Sevilla a terminarlo con Raúl Pérez en su estudio La Mina. Allí concluí las letras y grabé dos canciones nuevas. Las canciones de Sevilla están más desnudas, allí solo estábamos Raúl y yo, y suenan más mcenronianas. La cabra tira al monte. No hubo una consciencia, fue como fue y ya está.

¿Se siente rodeado de tristeza teórica y controlada para crear y seducirse?

Soy una persona esperanzada y agradecida por todo lo que tengo. Me gusta la calma, la belleza, la tranquilidad, la contemplación y supongo que mi carácter va por ahí. No puedo, ni quiero controlar lo que pueda transmitir cuando escribo o canto, lo hago como me sale. Muchas veces nos relacionan a McEnroe y a mí con la tristeza, el dramatismo y el horror, sobre todo en prensa; sin embargo, cuando salimos a tocar por ahí nos encontramos con mucha gente a quien no solo no transmitimos eso, sino que hallan otras sensaciones mucho más acordes con los lugares desde donde escribimos nosotros: luz, esperanza, nostalgia, serenidad, amor, etc. La alegría de escuchar a quien te habla de eso compensa a la rabia que produce escuchar a quien no las encuentra.

«Recogeré la esperanza que aún quede en pie» o «Llevo en el pecho un precipicio», no sé si puede haber una metáfora con mayor losa... 0 «Tal vez podríamos balancearnos como los cipreses verdes que vigilan los camposantos», ¡mire que no hay árboles menos tenebrosos!

Me encantan los cipreses, ellos no tienen la culpa de que los planten junto a los camposantos. Es un árbol elegante más que tenebroso. Me gustaba verlos desde mi ventana. Siempre queda una esperanza, como decía [Emil] Cioran. Ni siquiera uno mismo puede acabar con todas sus esperanzas. En los tiempos en los que vivimos es importante agarrarse a ellas o recogerlas. Tiempos en los que la palabra amor resulta cursi no pueden ser buenos, esto creo que lo decía [Václar] Havel. Todos llevamos en el pecho un precipicio. Las corazonadas tienen un poco de precipicio, ¿no?. Saltas y puedes caer en un montón de heno o encima de unos cactus. Tal vez la responsabilidad de lo que transmite lo que alguien escribe debiera ser compartida entre el emisor y el receptor.

Precisamente en «La primavera de Praga» se basa en sensaciones extraídas de Cioran y Václav Havel, quizá escritores que apunten hacia gente angustiada, perseguida, ultrajada..., quizá con un punto de esperanza, desde la cárcel en el caso de Havel, elegante y preciso escribiendo a su esposa Olga.

Toda la poesía es dolida, aunque algunos lo escondan muy bien. No tengo especial predilección por los angustiados ni ultrajados, me atrae la poesía que busca la belleza y que te ofrece esperanza de que existen otros lugares. Me atrae la sensibilidad y el estilo más que el dominio o la experimentación. No soy un experto en Václav Havel, pero lo que he leído de él me transmite mucho estilo, efectivamente, elegante, mucha curiosidad y mucha esperanza. El otro poeta al que aludía en esa canción es a Paul Celan, ese quizás sí entre en la categoría de ultrajado y perseguido, pero también luminoso, lleva un campo de amapolas en el pecho. Me gusta mucho Rilke, Lorca y Alejandro Simon Partal».

«Ella baila» deja el corazón y la mirada como un tomate pasado por el horno.

Txomin se sentó al piano y le salió solo. Manu, de Autumn Comets, grabó las cuerdas y la canción fluía. La letra igual, sabía qué quería decir y cómo. Me emociona escucharla, me hace ilusión haber conseguido que suene tal y como debía ser.

En la fonética no deja tantas sílabas colgando, pendientes de un brazo para que no caigan.

He cantado más tranquilo y más seguro. Son canciones más abiertas, menos sujetas a una atmósfera concreta, más centradas en contar una historia. Todo esto sumado, creo que da como resultado un cantar más nítido.