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DE REOJO

Agua bendita


Si el dinosaurio permanece en la vida cotidiana y se pone al día quitando el agua bendita de sus templos y buscando otras maneras de compartir los deseos de paz que no sea el cogerse de la mano entre los asistentes a la misa, es que el coronavirus ha entrado ya en la Historia. Ver a esos curas que huelen a distancia a malos pensamientos, difundiendo la necesidad de tomar precauciones en sus ritos y ceremonias, me parece que es un símbolo de los tiempos modernos. El agua bendita como freno, como regalo, como explicación.

Un hombre enjuto, con voz sorda, Fernando Simón, es la imagen de la sensatez, del apaciguamiento de las histerias, de las respuestas serenas y tranquilas desde la ciencia y el sentido común. Comparece ante la prensa dos veces al día como médico epidemiólogo director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, cuando es una competencia transferida a las diecisiete Comunidades y la dos ciudades autónomas, asunto que estudiaremos en otra fase de la evolución del agua bendita sin bendecir. Informa de la situación general del coronavirus que ya alcanza cifras alarmantes y copa titulares. 

Lo del rey emérito que cuando recibió esa cantidad escandalosa de dinero de comisiones era jefe del Estado en su calidad de rey de España, por lo tanto, inviolable, aunque violase todas las confianzas, entra en litigio político. Entretenimiento de aprendices de brujo. Pero resulta que a Imanol Arias y Ana Duato, Hacienda les pide unos cuantos millones de euros y unas cuantas decenas de años de prisión por sus fraudes en las declaraciones de lo que cobraron por ser los protagonistas de esa carcoma histórica que es la serie “Cuéntame”, ese cuento que no se limpia ni con toda el agua bendita que ahora se ahorrará.