Raimundo Fitero
DE REOJO

Un cuento

A todos los que nos embarga la impaciencia, la incertidumbre, el desasosiego y el herpes informativo nos queda la posibilidad de la lectura pausada, pautada, apaisada, apasionada. Leer, escribir, contar un cuento. Un cuento de hadas, un cuento de héroes, un cuento distópico, una manera de sobrellevar esta angustia ambiental. Leo a David Trueba que cuenta que dentro de unos meses, los europeos sobrevivientes de esta nueva peste, sin trabajo, sin futuro, huyen hacia el sur, hacia África, que por su clima no ha sufrido la devastación del coronavirus, y esos europeos que fueron de clase media alta, media y baja, convertidos en migrantes desesperados son recibidos por las concertinas que ellos mismos había implantado para que no pasaran los subsaharianos, son insultados, ametrallados, se les impide el paso para pedir asilo en esas tierras africanas libres de virus.

De todos los cuentos, el cuento. ¿Asimilamos con entereza que podemos ser parte de ese setenta por ciento de la población que se verá afectado por el coronavirus? ¿Entendemos que el problema sanitario es que la aglomeración de casos puede colapsar el sistema? Si hay cientos, miles de casos en los hospitales, se resiente la actividad ordinaria. Si la OMS ha declarado la pandemia global, significa que todas las decisiones que tomen las autoridades pertinentes tienen el amparo científico y político y que al final, los daños colaterales, económicos, sociales, se paliarán en parte con recursos públicos.

El cuento que me aplico es que hay que convivir con esta situación, atender a las recomendaciones básicas, lógicas de las autoridades sanitarias, aprender a vivir sin actividades que nos conformaban una visión del mundo desde un prisma de costumbres culturales y saber que todo pasará, como pasan los tornados, las gripes o los enamoramientos.