Carlos GIL
TEATRO

Atención a las señales

Ese territorio llamado juventud, cuando las hormonas asaltan las emociones y alcanza las cotas más altas de la sensibilidad es difícil definir en términos artísticos. Tres jóvenes de un instituto van a un botellón, una de ellas es violada, los otros dos amigos estaban en sus cosas, pero hay un hecho, un suceso, una realidad recurrente que es tratada desde un punto de vista de conflicto entre padres e hijos; adultos con jóvenes, jóvenes con sus complejos.

El texto proporciona material dramático reconocible. La anécdota narrativa es concreta, dura, la evolución ajustada a los cánones, pero es en su plasmación escénica donde encontramos unas disfunciones que nos colocan ante una contradicción mayor: la inmensa mayoría del conflicto lo vemos grabado, es a través de una película que se ajusta con la escena. La película, sus dos actores, los padres de la joven violada, tienen un nivel de interpretación, intensidad y credibilidad que se convierte en preponderante, dominante.  En la escena, en lo teatral, aparece una impericia manifiesta en la dirección, con movimientos lineales, horizontales, sin darle a los personajes juveniles cauces de evolución. Toda la puesta en escena se vuelve un híbrido con el vídeo y el directo compitiendo, y en esa confrontación nos perdemos. Entre los jóvenes actores hay frescura. La iluminación señala y el espacio sonoro procura sensaciones que contextualizan las acciones.