Raimundo Fitero
DE REOJO

Escopeteros

Algunos noticiarios televisivos advertían de que las imágenes que iban a mostrar podían causar malestar en los televidentes más sensibles. Una entradilla de estas características predispone a agudizar los canales de recepción. Y sí, eran imágenes vergonzosas, porque en una montería organizada por una empresa, dieciséis escopeteros extremeños (o eso dicen) habían abatido en una finca privada portuguesa cercada, es decir, de donde no podían huir, quinientas cuarenta piezas, entre jabalíes, venados y sobre todo venadas embarazadas. Lo que, dicho en términos coloquiales, es una masacre, una barbaridad y que responde a oscuros intereses de la propiedad de la finca que la quiere vender para un pelotazo inmobiliario y los animales le estorbaban.

De estas imágenes de cacerías, monterías, reuniones de escopeteros varios de diferentes rangos y alcurnias, tenemos gran hemeroteca y videoteca. Recuérdese que el juez prevaricador iba con nada menos que un señor ministro de la época a pegar escopetazos que salían, los que pagaban, a seis mil euros la tirada. El «Campechano» es muy aficionado a estas monterías y lo ha hecho por todos los cotos peninsulares, además de llevar sus cartuchos a diversos puntos se Europa y África para después posar con sus víctimas y sus compañías femeninas para la infame posteridad.

Del suceso actual se debe destacar el cabreo de las autoridades portuguesas, que puede tener trascendencia judicial según anuncian. La reacción contundente de las asociaciones de cazadores denunciando este exceso que se sale de las normas habituales y la manera de presentarse en los noticiarios, no como un récord positivo, sino como un reproche a esos dieciséis cazadores que salen en una foto que les perseguirá de por vida. Y si hubiera reproche penal contundente, mejor todavía.