GARA Euskal Herriko egunkaria

Se acoge a refugiados, preferencia ucranianos


Con un millón de personas que ya han huido de la agresión militar de Rusia contra Ucrania, hay que saludar la solidaridad de la población europea y constatar la política acogedora de la UE y, en concreto, de Polonia, cuyo gobierno xenófobo no movió un dedo en 2015 para acoger a un solo refugiado huido de las guerras de Siria, Irak y Afganistán. Y que hace unos meses reprimió sin contemplaciones a los refugiados kurdos que el Gobierno bielorruso lanzó a la frontera en venganza por las sanciones de Bruselas.

Es evidente que, para Varsovia, la población ucraniana, sobre todo la del oeste del invadido país, es muy cercana, en términos históricos y étnico-lingüísticos.

A ello se suma la razón geopolítica. Para Polonia, Rusia es el enemigo histórico, el gran y odiado vecino, por lo que considera natural ayudar a la población, sobre todo mujeres y menores, que huye de los bombardeos.

Esa cercanía puede hacerse extensible a escala continental. La población europea asiste conmocionada a bombardeos de ciudades muy parecidas a las nuestras y contra una gente culturalmente similar.

Puede sonar discriminatorio, pero es real, y hasta cierto punto natural. Y ocurrió en la Guerra contra Bosnia, de cuyo inicio se cumplen en abril 30 años.

La UE planea activar un mecanismo que creó tras la Guerra de los Balcanes, después de que un millón de personas huyeran de la guerra de Bosnia.

Un mecanismo que nunca ha activado hasta ahora, tampoco con la llegada a Europa de más de un millón de refugiados árabes y asiáticos hace siete años.

Bruselas plantea activar la protección temporal durante al menos un año para todos los desplazados con residencia permanente en Ucrania, nacionales, migrantes con papeles o refugiados asilados. Ello les asegura protección inmediata pero no sustituye la protección internacional o estatus de refugiado, más garantista, que podrían solicitar más adelante.

La población ucraniana no tiene que presentar visado para viajar a la UE durante 90 días, por lo que la norma les garantizaría una protección a más largo plazo para la libre circulación y el permiso automático de trabajo.

Sin embargo, aquellos desplazados sin permiso de residencia en Ucrania, como estudiantes o migrantes sin estatus regulado, no recibirán esta garantía. Los países de la UE les permitirían cruzar la frontera pero en «tránsito» para su repatriación a los países de origen.

Bruselas asegura que podrán pedir asilo en la UE pero reconoce que serán los últimos de una larga fila (se habla de entre 5 y 7 millones de personas que huirán de Ucrania). Y los primeros en ser fletados en un avión para volver de los países de los que salieron, para labrarse un futuro o para huir de guerras no menos dramáticas.

No extraña, por tanto, que haya quien, desde esos países, africanos, árabes y asiáticos, denuncie el distinto rasero que aplica Europa a situaciones similares.

Y que, en Irak, muchos se hayan indignado con el tratamiento que algunos medios, sobre todo anglosajones, pero también franceses, e incluso 'Al Jazeera', han dado al denunciar la guerra contra una nación «civilizada».

La sintonía cultural no debe nunca confundirse con el concepto de civilización, tan preciado por la ultraderecha europea, desde Polonia a Vox. Porque civilización hay solo una. Y única.

Justo cuando miles de «incivilizados» migrantes y refugiados africanos tratan de saltar la valla de Melilla. Para estos sí que no hay futuro. Ni siquiera en Ucrania.