Josu Iraeta
Escritor

La apuesta es una y clara

Debemos expresar con claridad en Iruñea, Gasteiz y Madrid que nadie que se diga demócrata está legitimado para imponer condiciones, en el camino de recuperar el diálogo que debe aproximarnos a una situación política e institucional, pacífica y libre.

Se dice que siendo Euclides maestro de la escuela que abrió en Alejandría, un joven estudiante de geometría le preguntó en la clase qué ganaría él con su aprendizaje. Euclides, que observó de inmediato el carácter del joven, le respondió que la adquisición de un conocimiento es siempre valiosa en sí misma. A continuación, y sin duda con el ánimo de avergonzar al joven, ordenó a uno de sus sirvientes que le diera unas monedas.

Este párrafo a pesar de los centenares de años transcurridos, tiene mucha actualidad, refleja sin duda, el valor, la traducción mercantil que del conocimiento hace suya, una gran parte de la sociedad actual.

Siempre he tenido la pena de no haberme dedicado a la enseñanza. Las contadas oportunidades que me dieron las circunstancias y pude ejercer de «maestro», sentí nervios y satisfacción. Me sentía alagado cuando observaba a los jóvenes ante mí, serios y atentos. Es una profesión –la de maestro– que cuando huye de las inercias satisface plenamente.

La transmisión del conocimiento, además de imprescindible, es algo tan humano, tan serio, que muchos de los considerados «creadores» de opinión debieran –debiéramos– reflexionar antes de comenzar a manchar la pantalla del ordenador. La reflexión debiera glosar sobre el daño que causa, lo negativo de «vender» aquello que interesa a su tribu, a cambio de envenenar y manipular a quien recibe su «mensaje».

Sé que no es fácil –nunca lo fue– analizar con severidad las maniobras que, en política, no son sino «globo sondas» que permiten medir la opinión pública. Para ello algunas organizaciones políticas utilizan a doctos demócratas y sesudos analistas, que, con la publicación de sus artículos, intentan influir en la sociedad.

En las últimas semanas venimos observando cómo, los analistas «mastican» con fruición todo aquello relacionado con el décimo aniversario del final de la lucha armada de ETA.

Si leemos a algunos de estos sesudos «analistas», comprobaremos que el objetivo de su trabajo no es otro que negar credibilidad a todo aquel manifieste su satisfacción ante el enorme valor político de la última decisión de ETA.

Con esta actitud, una de las cosas que demuestran tener es memoria, sin embargo, no recuerdan cómo, desde sus columnas, acusaron de colaboración con terroristas a todos aquellos que desde Aiete y con su trabajo y prestigio lograron que la mayoría de los capítulos trazados, uno a uno, se cumplieran, obteniendo un éxito reconocido en todo el mundo.

¿Recuerdan ustedes, cómo tras el atentado del 11 de marzo de 2014 en Madrid, el lehendakari Sr. Ibarretxe, se ciñó a las tesis del Sr. Aznar –presidente de Gobierno– acusando a ETA de la masacre?

¿Recuerdan cómo en el año 1995, Felipe González y muchos cargos más del PSOE, acudieron a las puertas de la prisión de Guadalajara, para abrazar y despedir a los condenados por matar en nombre del GAL? ¿Cómo calificaron –desde sus columnas– a esta despedida de amigos, ongi joan, ongi bizi, cómo lo llamaron?

¿Alguno de ustedes recuerda lo que esos días «vendían» desde sus columnas, quienes hoy niegan credibilidad a la izquierda abertzale?

Y es que nadie les ha enseñado que a causa de la soberbia, que nace de la extrema seguridad con la que algunos se admiran a sí mismos y confían en exceso en sus propias fuerzas, terminan intentando lo que no está a su alcance. Es así como se hacen airados, displicentes y crueles.

Debiera ser más extendido el conocimiento respecto a lo que realmente resulta ser gobernar. La mejor virtud del gobernante es poderse gobernar a sí mismo y controlar sus propios sentimientos. Dominar la excitación que provoca el placer de mandar, los títulos vacíos de dignidad y todo aquello que hace a la libertad derivar en libertinaje.

Sí señores, porque es así como poco a poco, los buenos, incluso otros mejores, también aprenden a medrar y esto les produce una impune felicidad que les induce a mandar sobre otros, aún, cuando no son capaces de gobernarse a sí mismos.

En los últimos párrafos he descrito lo que yo entiendo es, gobernar por inercia. Gobernar a golpe de encuesta, sin proyecto definido, huecos, vacíos.

Desde el posicionamiento de Sabin Etxea, con su lehendakari al frente, ante la masacre del 11 de marzo de 2014 en Madrid, han transcurrido diecisiete años, ¿recuerdan dónde quedaron sus convocatorias, agitando a la sociedad con actos de rechazo frontal e impregnados de su angélico y personal fervor?

No soy partidario de magnificar situaciones favorables, máxime si ello nos pudiera alejar de una realidad contumaz y áspera; no hemos resuelto el problema nacional vasco. Y es que, para llegar ahí, tenemos que ser más.

Vosotros y nosotros sabemos que todos juntos, no sólo somos más, también sabemos que podemos ser más que nadie. Tenemos que ilusionar, demostrarnos a nosotros mismos y a la sociedad, que es posible. Que estamos preparados y la sociedad nos apoyará.

Nos apoyarán cuando observen que con su ayuda podemos cambiar la inercia negacionista que impide ejercer el derecho a decidir. Paso previo a la libre determinación.

Debemos expresar con claridad en Iruñea, Gasteiz y Madrid que nadie que se diga demócrata está legitimado para imponer condiciones, en el camino de recuperar el diálogo que debe aproximarnos a una situación política e institucional, pacífica y libre.

A pesar de lo que tienen por costumbre, la clase política debiera aprender que la democracia nunca es un regalo, ni del cielo, ni de nadie. Que siempre tiene su precio y que hay que pagarlo. Y, sobre todo, que nunca se impone, porque si así se hace no es democracia, es otra cosa.

Es posible que desde la «trinchera» mediática traten de vituperar el contenido de estos párrafos, pero eso no evitaría mi emplazamiento a todos aquellos que, conociendo la reflexión y esfuerzo que se está desarrollando en la izquierda abertzale, y siendo como son, de izquierdas e independentistas, adopten una posición más próxima, más conciliadora, más integradora.

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