Percepciones, Ertzaintza y el principio de realidad

La percepción que existe en la sociedad vasca sobre la inseguridad puede estar distorsionada. Al fin y al cabo, existe una agenda destinada a aumentar la sensación de riesgos, un programa que responde a unos intereses espurios y que a fuerza de repetir mentiras tiene cierto éxito. Fuerzas políticas autoritarias, medios de comunicación retrógrados, lobbys policiacos y empresas de alarmas alimentan un miedo que no se corresponde con la realidad, sino con sus intereses. Unos quieren ganar elecciones, otros desean ser un poder fáctico, algunos tienen alma represiva y todos ellos comparten el objetivo de ganar dinero. Actúan con una desfachatez que apenas puede disimular sus intenciones. Son tóxicos y activan la peor versión de las personas, sus complejos y sus miserias. En general, la sociedad vasca los tiene calados, no se olvida de su historia y, por ahora, esas mentiras tienen menos predicamento que en otros lugares. Pero son un peligro para las sociedades, para los derechos y las libertades, por lo que hay que identificarlos y combatirlos.

No es fácil. Por un lado, a través de organismos como Ikuspegi, el Gobierno de Lakua intenta revertir las mentiras que se difunden sobre la migración, atiende a la complejidad de este fenómeno y promueve un relato positivo, opuesto a la xenofobia. Lo mismo se puede decir de Emakunde en el terreno de la violencia sexista y contra sus negacionistas. Sin embargo, por otro lado, sus interlocutores en la Ertzaintza son quienes promulgan esos bulos. Lo hacen sindicatos en cursos destinados a oposiciones y concursos, contratando personalidades de la ultraderecha española. Gente que defiende abiertamente el racismo, el machismo y la violencia.

Hay un problema con la Ertzaintza, con su deriva autoritaria, con su identidad sectaria y represiva, con su españolismo, con su falta de cultura democrática. Es lo que se ha alimentado. Quienes piensen que esta institución y muchos de sus agentes son parte de la solución y no del problema sí que tienen un serio desvarío en sus percepciones. En todo caso, hay que exigirles que cumplan con su deber y defiendan a la ciudadanía, no a esta Policía y a sus agentes más peligrosos.

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