Jagoba Zulueta
Miembro de la Fundación Ipar Hegoa
GAURKOA

Sindicalismo: instrumentos para un nuevo tiempo

En su aportación al debate «Un modelo sindical para el futuro» en el espacio Eztabaidan de NAIZ, Zulueta afirma que el sindicalismo «necesita repensarse», y destaca su necesidad y validez como instrumento «para la defensa, organización y representación de las mujeres y hombres que se enfrentan al capital».

La popular serie norteamericana “The Wire” describe en su segunda temporada el desmantelamiento de la economía industrial productiva en la ciudad de Baltimore. Asociado a ese proceso, aparece el declive del sindicato de estibadores, ejemplo del sindicalismo corporativo estadounidense, en el marco de un sistema carcomido por la corrupción, el narcotráfico y la especulación. En esa misma temporada, ante el desolador destino de miles de mujeres forzadas a la prostitución y la imposibilidad policial para impedirlo, una agente de policía portuaria declara, lapidariamente, ante la situación de estas mujeres: «Necesitan un sindicato». Traigo a colación esta anécdota para ilustrar la constante tensión entre la visión de un sindicalismo tradicional, pactista y corporativo claramente en crisis y la cada vez más indudable necesidad de instrumentos de defensa de las más débiles ante el sistema. Es decir, partimos de la constatación de la necesidad del sindicalismo como elemento de contrapoder a la acción del sistema. Pero, sobre todo, de la afirmación del sindicalismo como instrumento. En nuestro caso como instrumento para las trabajadoras y trabajadores (en su definición más amplia), para un pueblo, para un país.

El sindicalismo, sin duda, necesita repensarse. El sindicalismo soberanista y de confrontación, también. Difícilmente se puede sostener lo contrario tras constatar que en los últimos años se han impuesto una serie de medidas que, con la coartada de la crisis económica y financiera, están acelerando un proceso centralizador y de transición a un estado neoliberal. En Euskal Herria este proceso se está desarrollando tratando de utilizarlo como dique ante la mayoría social a favor de un cambio político que pivote sobre el derecho a decidir. La economía como excusa para hurtar y demorar el proceso democrático. Pero, al mismo tiempo que se da una oportunidad sin precedentes en la historia reciente para un proceso soberanista, y un ataque radical a los derechos sociales, económicos y laborales del conjunto de la población y el desmantelamiento de estructuras de país (privatización de cajas, destrucción de la negociación colectiva…), ¿podemos seguir actuando con estructuras y estrategias iguales o similares ante escenarios que han visto alteradas sus características estructurales?

La defensa de los sectores populares y trabajadores más castigados es el reto que va a definir la validez del sindicalismo como instrumento de transformación social en la Euskal Herria de los próximos años. La precariedad reaparece como elemento definitorio de la vida laboral y social, y se ceba especialmente con las personas jóvenes y dibuja un futuro económico peor al presente conocido. Esta situación de precariedad y crisis social no se puede entender sin poner en el centro del debate una visión transformadora de la economía, como reclama Begoña Zabala, y que recoja la cuestión de los cuidados y el trabajo no remunerado. El sindicalismo debe hacer frente a la fragmentación del sujeto de clase, atendiendo la situación y las necesidades de las personas más necesitadas. Y para ello debe adecuar y renovar su oferta organizativa y de acción sindical. No se trata de pelear por ellas, que también, sino de pelear con ellas. Organizarnos, para dar poder a quien lo necesita.

Sin embargo, la resistencia –aunque clave para generar otra correlación de fuerza, además de para frenar la cascada de medidas que empobrecen a trabajadoras y trabajadores de Euskal Herria– no es suficiente si queremos dibujar un futuro diferente al que nos han programado. El sindicalismo tiene vocación de representar al conjunto de la clase trabajadora, al conjunto de las mujeres y hombres que viven de su trabajo. Eso, a día de hoy en Euskal Herria, pasa por extender y abrir el sindicalismo pero también por tender puentes con otros sectores como el cooperativismo, la economía social transformadora o aquellas trabajadoras y trabajadores que desarrollan su actividad como autónomos. Para presentar un frente común ante el capital y para construir, desde hoy, un nuevo modelo económico y social en Euskal Herria. Capacidad de representación conjunta y capacidad de construcción alternativa. Debemos no solo hacer frente a la explotación del trabajo, sino también ser contrapoder en el ámbito de los procesos de producción, presentando una alternativa al modelo establecido, y pasando a decidir qué producimos y cómo lo distribuimos.

A día de hoy, y a pesar de que quieren volverlo intrascendente, el sindicalismo es un sujeto de peso en la vida política, económica y social. Pretenden desactivarlo políticamente aquellos que tampoco lo quieren activo en lo laboral. Euskal Herria necesita un proceso de cambio económico y social, pero este solo se puede dar dentro de un proceso democrático y democratizador nacional. Lo que Rafa Díez, en su artículo, llamaba recuperación de poder político y económico, pues un proceso soberanista basado en mayorías sociales y políticas no puede afirmarse en la desigualdad del neoliberalismo. Para ello debemos ser protagonistas y promotores de una estrategia socioeconómica de país, que garantice el futuro de nuestro pueblo y la dignidad en las condiciones de vida del conjunto de la población.

Sobre el sindicalismo se ha escrito y dicho mucho, a menudo repitiendo sin pensar eslogan neoliberales. Sin duda, hay mucho que reflexionar y que cambiar. Pero, tendemos a esperar la peor de las hipótesis posibles, en lugar de ser capaces de imaginar y construir la más deseable. En este tiempo político nuevo en Euskal Herria, (nuevo porque lo hemos querido, no porque nos lo hayan regalado) miramos a nuestra realidad maldiciendo sus debilidades y renunciando a sus fortalezas. Necesitamos, recuperando la anécdota relatada al comienzo del artículo, instrumentos para la defensa, organización y representación de las mujeres y hombres que se enfrentan al capital. Necesitamos instrumentos para construir alternativas y disputar el poder, instrumentos para hacer un proceso popular soberanista. El sindicalismo debe y puede ser uno de esos instrumentos.