Con ese cuento, a otra parte
Estaba más o menos cantado que la caída del régimen en Nafarroa iba a suponer un antes y un después. Lo que resultaba más difícil de calcular era que los partidos que han sustentado ese sistema iban a poner a cero su particular marcador, de tal manera que actúan como si no hubieran llevado las riendas del herrialde en las últimas décadas.
Quieren transmitir la idea de que las anteriores legislaturas han sido una especie de Arcadia feliz en la que todo el mundo encajaba como un guante, en la que se respetaban todos los sentimientos políticos, donde la gente podía elegir en cualquier lugar y en plena libertad el idioma en el que querían educar a sus hijos, donde no existían las listas de espera, se gastaba el dinero público con prudencia y sin dispendios, las personas más necesitadas recibían ayudas para hacer más llevadera su difícil existencia, etcétera.
Y que ahora, los nuevos gestores han venido a reventar ese mundo de Yupi tomando unas decisiones de corte «político» –algo que ellos, por lo visto, nunca han hecho– y han roto la paz y la convivencia que hacía de este lugar un paradisíaco remanso de paz.
Pues de eso, nada de nada. Que por estos lares han retirado banderas colgadas por decisión popular, arrinconado modelos educativos, realizado unos derroches brutales y unos recortes que nos han dejado hechas unos zorros, por ejemplo, una sanidad y una red viaria que eran modélicas... Al esfuerzo de los gestores del cambio por intentar poner fin a tanta injusticia y tanto desaguisado le llaman imposición, pero no cuela. Con ese cuento, a otra parte.