Beñat ZARRABEITIA
EL REPORTAJE

Ocho apellidos eslovacos

El próximo lunes se cumplen 40 años del famoso penalti de Panenka que dio el título europeo a la gran selección de Checoslovaquia.

El próximo 20 de junio se cumplen 40 años de un instante que cambio la historia del fútbol. De una acción que otorgó una nomenclatura propia y eterna a una forma de lanzar un penalti. Era la final de la Eurocopa de 1976, en el Pequeño Maracaná de Belgrado, la República Federal de Alemania y Checoslovaquia habían empatado a dos y el título debía dirimirse desde los once metros. El fallo del mítico Uli Hoeness en el cuarto disparo germano dejaba a los checoslovacos la posibilidad de llevarse el trofeo en bandeja.

Frente a frente, Sepp Maier, uno de los mejores porteros del mundo en aquel momento, y Antonin Panenka, un talentoso centrocampista del Bohemians de Praga. Los focos apuntaban a ambos, pero únicamente brilló uno. En una suerte nunca vista hasta aquel momento, Panenka levantó el balón tras golpearlo en su parte inferior con absoluta sutileza. Mientras, Maier caía hacia un lado. La pelota entró a media altura, con suavidad y precisión. La genialidad asombró al mundo y el jugador checo entró por derecho propio en la historia del fútbol.

El origen del lanzamiento estaba en las sesiones de trabajo del Bohemians. A la conclusión de los mismos, el jugador checo solía apostarse unas cervezas con los guardametas de su equipo. Tras perder en numerosas ocasiones, imagino lanzar la pelota a las manos del portero, por el centro. La lógica se impuso, no iba a haber ningún cancerbero que se quedase inmóvil. Era el riesgo de quedar retratado. Y Panenka lo aprovechó, tanto como para adentrarse en la eternidad futbolística, esa que ocupa en el imaginario colectivo de los aficionados.

En las últimas cuatro décadas han pasado muchas cosas, entre ellas la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989. Un hecho que precipitó numerosos acontecimientos en el Este de Europa. Uno de ellos fue la separación de la República Checa y Eslovaquia en dos Estados distintos el 1 de enero de 1993. Circunstancia que en lo deportivo provocó también la creación de dos selecciones diferentes.

Después del éxito de Belgrado, Checoslovaquia volvió a jugar el Europeo de 1980 colgándose el bronce y los Mundiales de 1982 –en el que jugó ante Inglaterra en Bilbo– y el de 1990 en Italia. Ya como independientes, la República Checa no pudo tener mejor estreno internacional merced a su sensacional actuación en la Eurocopa de 1996. Los checos perdieron la final ante Alemania en Wembley merced al primer Gol de Oro de la historia, el anotado por Oliver Bierhoff.

Desde entonces, nunca han alcanzado el mismo nivel, aunque tuvieron a todo un ganador del Balón de Oro como Pavel Nedved y plantillas altamente competitivas. Eslovaquia, por su parte, logró una clasificación histórica para el Mundial de 2010. Cita en la que además obtuvieron el pase para octavos. Ahora, vuelven a coincidir en el torneo que se disputa en suelo galo.

Uno de los aspectos más destacados del triunfo de 1976 es la abrumadora mayoría de futbolistas eslovacos en la plantilla. De los 22 convocados, había un total de 16. La razón, el dominio que mantenía el Slovan de Bratislava en aquella etapa. Ganadores de la Recopa de 1969 ante el Barcelona, el conjunto eslovaco también se hizo con los títulos ligueros de 1970, 1974 y 1975. Su mayor dominio se produjo en la Copa con los triunfos de 1970, 1972, 1974 y 1976.

En la final, el seleccionador Vaclav Jezek alineó a ocho de sus compatriotas. Cifra que incluso podría ser elevada a nueve. Y es que Koloman Gogh, pese a nacer en la ciudad de checa de Kladno, desarrolló toda su carrera en equipos eslovacos vinculados a la minoría húngara existente en dicho país. El mítico portero Ivo Viktor, el citado Panenka, Marian Masny y Vesely fueron los jugadores checos que saltaron al césped del Pequeño Maracaná.

Entre los eslovacos, destacaba el cuartero defensivo formado por Dobias, Capkovic, Ondrus y Pivarnik. En el caso del último tuvo una fugaz experiencia en el Cádiz en 1981. Dobias y Ondrus, el encargado de levantar el trofeo en Belgrado, tuvieron sendas experiencias en la Liga belga con el Lokeren y el Brujas respectivamente.

Jozef Moder fue un centrocampista determinante para Checoslovaquia en aquella competición: los tres goles que consiguió en el cruce de cuartos de final ante la Unión Soviética permitieron a su equipo avanzar hacia la fase final del torneo. Por aquel entonces, cuatro equipos se jugaban la gloria en una única sede. En este caso, entre la República Federal de Alemania, Checoslovaquia, Holanda y la anfitriona Yugoslavia. Por su parte, Marian Masny está considerado uno de los mejores jugadores eslovacos de todos los tiempos. Jugó 75 partidos con su selección, en una etapa en la que se disputaban menos encuentros, siendo uno de los mejores extremos del mundo en su época. Jan Svehlik fue muy importante en la final, anotando uno de los dos tantos de su equipo.

En el banquillo se quedaron otros seis futbolistas eslovacos como Pollak, Barmos, Bros, Herda, Galis y Petras. Integrantes todos ellos de la mejor generación de la historia del fútbol de su país. Herederos de aquella selección que alcanzó la final del Mundial de 1934 y que supo dar un relevo a la generación perdida debido a la II Guerra Mundial. En ese entretiempo, Fernando Daucik, el que fuera entrenador del Athletic o el Barcelona en los 50, se consagró como uno de los mejores técnicos de aquel país.

Ahora, los Hamsik, Skrtel, Weiss, Kujka, Stoch, Duda o Hubocan tratan de escribir nuevos capítulos. Para ello, después de la derrota ante Gales, deberán ser capaces de superar hoy a Rusia para mantener sus opciones de pasar a octavos.