Bajo la lluvia incesante de una noche futura, un androide Nexus-6 se confiesa a su perseguidor «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».

Tres años después de rodar su magistral “Alien, el octavo pasajero”, el cineasta británico Ridley Scott llevó a cabo en el año 1982 su tercera película la cual acabó siendo uno de sus proyectos más interesantes y complejos, la adaptación para la gran pantalla de la novela de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” que llevó por título “Blade Runner”.

Protagonizada por Harrison Ford, Rutger Hauer, Sean Young y Daryl Hannah y transcurridos treinta y cinco años desde su estreno –25 de junio de 1982– y a las puertas del estreno de su secuela, “Blade Runner 2045”, topamos con una obra referencial que posee la rara cualidad de no haber envejecido. Buena culpa de ello lo tiene su fascinante puesta en escena, la plasmación cyberpunk de una sociedad errante, los efectos especiales del maestro Douglas Trumbull y, sobre todo, un argumento repleto de referencias y estilos enraizados en las corrientes creativas y filosóficas de los años 80 y en el postmodernismo. Tras su envoltorio de cine negro clásico,  se puede percibir un alto nivel de paranoia, el poder de las transnacionales, la omnipresencia de la policía y en el poder sobre el individuo, representado en la programación genética de unos replicantes que quieren ser humanos.