Por la cara
Es una magnífica expresión intraducible: «por la cara». Las dos entregas de “Malas compañías” de Cristina Pardo fueron muy desiguales y, a veces, me pareció que rozaba el oportunismo. Bueno, aclaro, entre oportuno y oportunismo va una consideración subjetiva. O un contrato. O una postura política. Está claro que es buen momento para echar toda la mierda posible sobre Catalunya y sobre los ciudadanos catalanes, sean de la ideología, voto y equipo de fútbol que sean. Los ministros, las autoridades y sus secuaces medios de comunicación vierten datos falsos sobre la bajada de turismo, la salida de empresas, hasta creo que he leído que ha bajado el sexo, sin otra ciencia que la de hacerlo por la cara. Porque sí. Porque me lo ha dicho el pajarito de Maduro o de Zoido, que deben tener las mismas jaulas.
Tengo problemas arraigados: cada vez que oigo a alguien decir de un partido o movimiento que es «populismo de izquierdas», sé, me lo ha dicho un pajarito, que se trata de alguien de extrema derecha centralista como los chicos de naranja liderados por ese engendro político llamado Albert, y poniendo todos los elementos de análisis social y digital a mi alcance, me sale el retrato de un populista lepenista perfecto. Pero grita que es constitucionalista. Yo tampoco.
Por la cara parece actuar con demasiada frecuencia Pablo Iglesias. Sus dotes oportunistas son como una especie automutilación. Presenta con urgencia y sin avisar a sus socios un recurso ante el Constitucional sobre la aplicación del artículo 155. Acabo de escribir la frase anterior y me da un ataque de risa. Esto no es populismo, es gilipollismo. Como cuando escucho a las altas instancias de miembros de la banda de Rajoy y adalides de la manipulación gubernamental asegurar que RTVE es un modelo de pluralidad e independencia.