Agustín GOIKOETXEA
bilbo

No hubo suficiente líquido para refrescar una calurosa kalejira

En vez de calentar, las comparsas necesitaron de muchos líquidos para refrescar una kalejira del txupin en que la txupinera, Itsasne Núñez Viadero, y la pregonera, Bea Sever Egaña, trataron de templar los nervios antes de presentarse ante un Arenal a rebosar. Desde San Anton hasta la plaza del Arriaga los adeptos de Marijaia lo dieron todo.

Costó que la marcha festiva desde el puente de San Anton arrancase. No fue por desgana, más bien por que la comitiva disfrutaba de una espléndida sombra en la plaza de Bilbao la Vieja, donde las y los de Pa...Ya sofocaron sus calores por dentro y fuera, al igual que las otras 27 comparsas. ‘‘Agua de Bilbao’’ a tutiplen, especialmente de la del grifo para empaparse.

Los de Otxarkoaga encabezaron el desfile por aquello de que una de las suyas tuvo el honor de disparar el txupin que inició la semana más larga y especial del año. Una vez las mujeres encargadas de representar a dos de los personajes emblemáticos de Aste Nagusia acudieron a su cita, en la que se retrasaron unos minutos, todo se desató.

Primero, la txupinera saliente, nerviosa, lanzó su último cohete. Saioa Domínguez, de Aixeberri, confesó que estaba triste después de las jornadas inolvidables que disfrutó el año pasado y animó a Itsasne Núñez, al igual que la pregonera.

Al ritmo de las gaitas, la kalejira se adentró en una Somera atestada de villanos y foráneos que hacía ya tiempo habían empezado su fiesta. Aplausos y cientos de móviles que trataban de captar el paso del ruidoso desfile mientras no cesaban de ondear enseñas de los agentes festivos o símbolos como el gigante de Txomin Barrullo. Cada año nuevas comparsas se agencian un vehículo para portar música y almacenar líquidos con los que saciar la sed entre tanto cántico y grito, nerviosos ante la parranda que se avecina.

En una de esas paradas, a la altura de Barrenkale Barrena, componentes de la comisión y las protagonistas de la tarde con Marijaia se arrancaron a bailar. Fue el modo en que buscaron superar los cosquilleos que cada vez sentían más en sus estómagos. No quedaba nada, poco más de una hora para salir a la balconada a llamar a la juerga y disparar ese txupin que mantiene al Botxo en un estado espitoso por algo tan natural como es la fiesta, como cada cual la entiendo y con quien lo desee.

Tardaron las comparsas en arribar al Arenal, donde pusieron la guinda para que todo se desatase.