Raimundo Fitero
DE REOJO

Todo bien

A tiempo de nada. Vamos por el camino adecuado para el desastre final. Pero debemos decir que todo va bien. Todo bien. Todo controlado. Pero en el sur del oasis clausuradas las clases y lo que vendrá, porque es un foco de contagio mayúsculo del coronavirus. Los dos obreros sepultados siguen sin aparecer y no es difícil imaginar el estado en el que estarán ya esos dos cuerpos. Lamentable. Es incomprensible la laxitud con el que se está tratando este escándalo en todos los órdenes de la vida social, política y mediática. Porque lo de Zaldibar es un accidente que es consecuencia de unas políticas con ribetes que podrían considerarse mafiosos. Una actitud de falta de compromiso administrativo para que esos vertederos cumplan con la reglamentación en vigor. Se debe plantear una política de residuos que contemple las realidades actuales y que pongan por delante de todo su categoría primordial de servicio público con garantías y sin que existan fisuras por donde entren todo tipo de chanchullos que conllevan inseguridad y riesgos generales.

La pandemia, epidemia, alerta sanitaria del coronavirus está alcanzando unas cuotas de histeria que parece nos estamos abocando a una catástrofe de consecuencias imposibles de prevenir, pero que está afectando de una manera feroz a la economía especulativa, a las bolsas, lo que significa que se puede estar preparando una neumonía económica que nos lleve otra vez a una recesión mundial, lo que significa un sufrimiento añadido para todas las estructuras productivas, pero sobre todo, un nuevo impulso a la desigualdad y la precariedad laboral. Pero sigamos diciendo que todo bien. Todo controlado, esto es como una gripe, que probablemente en el territorio técnico así debería ser considerada, pero los efectos sociales están agrandándose hasta lo insoportable.