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JOPUNTUA

Faltan 142 millones de mujeres


Al mundo le faltan 142 millones de mujeres desaparecidas por machismo, entre ellas las que ni llegaron a nacer. Me tomo la inasumible cifra con el campari de las 12. El Fondo de las Naciones Unidas para la Población, quien ha hecho las cuentas del feminicidio global, identifica 19 formas de violar los derechos de las mujeres y de las niñas. Mantengo la noticia abierta para ir leyéndola poco a poco, pero antes de irme a otra cosa me llegan de reojo las palabras «planchado de senos», y suficientes datos como para repetirme que no hay campari suficiente en este mundo. Nunca te acostarás sin saber una barrabasada patriarcal más.

Matrimonio y secuestro son dos palabras que ya me daban yuyu por separado, casi más la primera que la segunda. Pero hace pocos años descubrí que son infinitamente más terribles cuando van encadenadas, porque ese es el destino para miles de mujeres. Matrimonio por secuestro, ¿suena guay, verdad? Hoy te pasaría en algunas zonas de África, del Cáucaso o del Asia Central, en Uzbekistán quizás, pero el rapto de la novia actual es un remake de ese clásico romántico de todos los feminicidas tiempos. Eres una chavala, con todos tus sueños de vivir tu propia vida, como cualquiera. Un día, al salir del colegio o en un mercado, serás atrapada por un grupo de hombres y retenida entre la familia de uno de ellos: ¡tu puto príncipe azul, nena! Él te violará hasta embarazarte. Entonces, ya serás legalmente suya. Tampoco tiene que sonarnos tan ajeno.

Creo que era mi tatarabuela, mi amatxo la vio una vez siendo muy txikita. No hubo rapto, pero tampoco elección. Su destino matrimonial le hizo cruzar la línea vascófona, de Alli a Ororbia: nunca aprendió castellano. De parecerse un poco a mí, así se ahorraba conversaciones insulsas. La única frase que le entendió mi ama sigue sonando en mi casa alegremente: hacerrr, deshacerrr y tirarrr por la fregadera. Al menos, el Supremo de mayoría conservadora acaba de tumbar la ley que impedía en la práctica el aborto en el estado de Luisiana. Y a mí, me queda campari.