2020 UZT. 20 JOPUNTUA Intolerable Anjel Ordoñez Periodista Lo leía hace unos días en este periódico. Mercedes-Benz se está planteando llevar a cabo recortes en su plantilla, bajo el pretexto de la caída de ventas y producción asociada a la crisis causada por la pandemia. Un paso más en la sostenida política de presión sobre la plantilla, que ya ha tenido que ver como se ha ido despidiendo a trabajadores eventuales, a quienes, además, se sigue aplicando una doble escala salarial. O como la compañía mantiene su firme apuesta por la externalización de personal adscrito a áreas como el servicio médico, la logística o la ingeniería, entre otros. Lo llamativo del caso es que, entre los años 2015 y 2019, Mercedes ha acumulado unos jugosos beneficios que superaron los 485 millones de euros. Solo el año pasado, decidió distribuir 130 millones en dividendos entre sus «afortunados» accionistas. En 2018, repartió casi el cuádruple de los beneficios del ejercicio anterior. A la vista de estos datos, hechos públicos por el sindicato LAB, es evidente que la situación de la empresa no justifica ningún tipo de restricción ni recorte laboral. No es razonable, ni por supuesto ético, cargar sobre el eslabón débil todo el peso del, por otra parte, innegable impacto de la crisis en el sector. Primero, porque han sido los trabajadores y las trabajadoras, con su esfuerzo y dedicación, los principales artífices de la envidiable situación de la empresa. Y segundo, porque si hubiera que citar alguna responsabilidad de la actual coyuntura en Mercedes, quizá habría que buscarla entre quienes han decidido descapitalizarla a golpe de dividendo. No cabe duda de que la realidad, tal y como la hemos conocido, está cambiando y lo seguirá haciendo hasta niveles que aún desconocemos. La covid-19 ha hecho tambalearse el pilar de seguridad sobre el que se apoyaba la sociedad occidental, y no queda otra que afrontar un periodo marcado por una profunda crisis de múltiples aristas y devastadoras consecuencias. Que una parte de la clase empresarial quiera aprovecharse de esta situación para profundizar en la lógica precarizadora del empleo y así mantener, cueste lo que cueste, sus obscenos beneficios, es, simplemente, intolerable. No es razonable, ni por supuesto ético, cargar sobre el eslabón débil todo el peso del, por otra parte, innegable impacto de la crisis