Raimundo Fitero
DE REOJO

Estancadas

Según algunos informes en las aguas residuales se detectan bacterias, restos de consumo de alcaloides y ahora sirven los análisis para seguir acumulando datos sobre la pandemia que no cesa y que se anuncia desde atalayas de observación normalmente fiables que todo camina para que esta ola actual se convierta en un tsunami en octubre y noviembre, es decir, atentos a todos los gestos, ritos y vigilemos las aguas estancadas de las decisiones políticas que pueden tener más peligro que todos los botellones y fiestas clandestinas que se producen en el mundo.

Vi en directo hace unas semanas una rueda de prensa del presidente de Argentina en donde el lenguaje empleado era de una cercanía muy medida. Arropado por científicos y otras altas autoridades de los diferentes estados, el discurso era claro: hemos conseguido parar los efectos demoledores y lo hemos hecho debido al confinamiento, por lo que debemos seguir en ello porque de lo contrario corremos el riesgo de una extensión incontrolable del coronavirus. Dicho de una manera sencilla, era convincente. Lo malo es que esas decisiones realizadas a favor de la mayoría de la ciudadanía producen unos desgarros tremendos en otra gran parte de la ciudadanía desamparada de protecciones sociales, sin ingresos, al borde de la pobreza que puede ir gestando una rebelión instrumentalizada por la extrema derecha que existe en todos los lugares y crece más que la pandemia.

Por eso digo de las aguas estancadas de los gobiernos que deben tomar decisiones que conjuguen la seguridad sanitaria y la actividad económica que no colapse, pero que nadie sabe con exactitud cuál es la medida exacta. Israel, ese Estado tan poco recomendable, acaba de dictar quince días de confinamiento total. Y protestan los más conspicuos ultra tradicionalistas religiosos.