Raimundo Fitero
DE REOJO

Las antorchas

La antorcha olímpica es un objeto animado que recorre las calles de medio mundo en manos de famosos y deportistas de renombre y sirve para hacer un gran anuncio publicitario de un evento deportivo de atención universal que viene a significar una suerte de pasaporte para la ciudad y el país que los organiza. Cuando esa antorcha llega a la sede oficial de la celebración se convierte en el motor de ignición de un pebetero que alumbra los dioses plusmarquistas y las diosas ultraligeras en su camino hacia el medallero de la gloria. 

La pandemia condiciona cualquier evento abierto o bajo techo. A Rafa Nadal le da lo mismo, en París, sea la temporada que sea cuando se celebre Roland Garros, el va a ganar. Y lo difícil de asimilar es que sean trece veces las que ha concurrido a la final y en todas la ha ganado. Este año bajo techumbre. Con una número seleccionado de espectadores. Muy pocos. Los aforos restringidos. Ahora en Nafarroa todo se mide a la baja. ¿Se sabe las razones por las que se expande el coronavirus de una manera tan expansiva? Puede ser una cuestión de honestidad, es decir, de hacer los test de manera profusa, los seguimientos y decir con exactitud la verdad, aunque sea tan demoledora a la luz de los resultados.

Las antorchas han aparecido de la manera más estrepitosa en Valencia, en un barrio peleón, con tradición de ser votante de la izquierda y han sido los fascistas que han realizado un paseo con antorchas, amenazando, con una simbología nazi indiscutible. Van muy creciditos, en Valencia hay un nido de fascistas que se hace notar violentamente reventando concentraciones y manifestaciones pacíficas. Y los chicos y chicas de Marlaska miran hacia otro lado o no encuentran a uno de sus más violentos miembros. Cuando los políticos quieran darse cuenta puede ser ya demasiado tarde.