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Infinita tristeza en un Athletic al que no le queda otra que volver a levantarse


Silencio, desolación y pesimismo. La derrota en la final vasca ha causado un profundo dolor en el entorno rojiblanco, sobre todo, porque el equipo no supo responder tras encajar el penalti. El único aspecto positivo es que el día 17 el Athletic dispone de la oportunidad de resarcirse. El golpe encajado ha sido duro y la sensación que transmitió el equipo en la segunda mitad hizo aumentar la decepción.

Si en algo confiaban todos los aficionados, e incluso los jugadores, es en la competitividad de un equipo que nunca se rinde y pelea hasta el final. Lo había demostrado, pero ese espíritu ni se asomó en La Cartuja en el segundo tiempo. Los jugadores y el cuerpo técnico tendrán que reflexionar en los próximos días para intentar levantar el ánimo y recuperar su mejor versión ante el Barcelona de Messi. La ilusión generada con la victoria en la Supercopa y la clasificación para una nueva final, se ha desvanecido con la derrota y aparecen en la memoria los fantasmas de 2012 al caer en las finales de Europa League y Copa de manera consecutiva.

El rendimiento de los jugadores no fue el esperado en el aspecto ofensivo. En el primer tiempo el Athletic cerró bien el camino a la portería y consiguió llegar a la contraria en algunas ocasiones. Raúl García tuvo varios intentos, Muniain un cabezazo desviado a córner y Berenguer dispuso de balones para entrar por la derecha. Williams fue el que menos pudo participar. Zubeldia no le dejó coger ninguna ventaja y detuvo las jugadas si se le escapaba. En el centro del campo Dani García y Vencedor cumplieron bien en funciones defensivas y estuvieron algo espesos con el balón. Las lagunas en ataque salieron a relucir tras encajar el gol. La Real consiguió defender lejos de su portería y sus defensas se impusieron en casi todos los duelos.

Yeray e Iñigo Martínez también estuvieron a un gran nivel en la primera mitad, aunque tras el descanso perdieron el sitio. Todo cambió en la primera acción. Una pérdida de De Marcos acabó con el centro de Oyarzabal que golpeó en la mano de Iñigo Martínez. El VAR ni el árbitro se atrevieron a pitar penalti, pero el equipo se descentró. Al de poco llegó la jugada clave. Yeray buscó un pase interior que Merino interceptó y el balón en profundidad que metió terminó con el penalti de Iñigo Martínez a Portu.

El Athletic se quedó aturdido y el paso de los minutos causaron tal ansiedad, que no hubo manera de resurgir. La final se fue en ese detalle, sin ser inferiores, la Real supo entender mejor lo que necesitaba para ganar el partido. No arriesgó, no cometió ningún error y aprovechó el fallo del rival. Así de simple. No queda otra que levantarse para volver a competir y luchar por un título.