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DONOSTIAKO JAZZALDIA

El amigo norteamericanoy las chicas playeras

Emotiva sesión en solitario del canadiense Rufus Wainwright, ayer en el Kursaal. Un contraste con la fiesta exterior del Jazz Band Ball inaugural, con Izaro y Larkin Poe de protagonistas mayores. Por la mañana, William Parker, premio Donostiako Jazzaldia, aseguraba que «en la música actual, es como si solo contasen las cifras y los dólares».

Izaro, en pleno concierto en el escenario de la playa de Gros. (Jon URBE | FOKU)

El norteamericano canadiense Rufus Wainwright había estado ya en el Kursaal mayor, pero ayer venía en solitario, apoyado en guitarra acústica y piano. Tras estrenar un musical y un réquiem, prepara el regreso al pop con nuevo álbum. De momento, ofrece una íntima velada, pero con un registro voluminoso vocal.

En la ‘‘peacefull afternoon” hubo citas a su ópera “Hadrian” y al proyecto de canciones de Kurt Weill, “Early Morning Madness”. También a la película de culto “Opening Night”, de Cassavetes. Y cantos de orgullo gay, recuerdo al Cohen padre, preocupaciones políticas (“I’m so tired of you, America”), otras referencias cultas. Soberbio.

MULTITUDINARIA INAUGURACIÓN

Al mediodía se abrieron Txikijazz, en Tabakalera, y el doble programa diario Jazzeñe, del Victoria Eugenia. Por la tarde abrieron también el espacio marino Nauticool y la doble terraza del Kursaal. La primera noche del macro escenario playero fue imaginativamente festiva con Izaro Andrés Zelaieta y grupo, presentando ante una multitud su quinto disco “cerodenero”.

Hubo en su repertorio ante el Cantábrico, miradas geográficas, tentadores guiños meteorológicos y propuestas campestres. También intimismos compartidos con delirios sónicos, y proclamas de libertad y felicidad estivales. No cupo mejor txupinazo en la playa de Gros que la original bizkaitarra y su brillante propuesta grupal y escénica. Cuando había que cerrar crónica de urgencia (ver actualización en NAIZ), el colofón festivo esperaba a Larkin Poe, de las hermanas yanquis Rebecca y Megan Lovell, con su alegre mezcla de raíces folk y rock.

WILLIAM PARKER

Horas antes, por la mañana, ofrecía rueda de prensa el premiado con el Donostiako Jazzaldia Saria de esta edición, el contrabajista neoyorquino William Parker, que actuará en tres ocasiones -dúo, trío y cuarteto- dentro del festival. Reflexionó sobre el mundo de la música actual, que «se ha acelerado enormemente» y en el que «es como si solo contasen las cifras y los dólares». «Para mí, aunque ya no se hagan cedés y todo pase por Spotify, aunque nosotros lleguemos a muy poquita gente, lo único que nos tiene que importar es hacer esa música en la que creemos. Las cifras no es lo que nos importa. Esa es nuestra tarea, hacer lo que nos enriquece a nosotros y lo que enriquece a los demás», destacó.

Consideró que la música que interpreta es «underground» y, por ello, dijo sentirse orgulloso de recibir el premio del festival, mientras aseguraba que es «muy importante luchar» por lo que hacen los músicos de jazz, aunque se les adscriba a una categoría que está «por debajo de la tierra» o se engloben múltiples estilos dentro de la «música negra». «No me importan las etiquetas. Animo a todo el mundo a dejarse llevar y a disfrutar de la música sin pensar en las etiquetas. Lo que importa es amar el arte, amar la vida, amar la música. Y en eso también tiene mucho que ver un festival como este», remarcó.

El contrabajista, que empezó de niño tocando la trompeta, el trombón y el violonchelo, es además un prolífico compositor, que alimenta su música del cine y la literatura que le gustan -citó a Platón, Sócrates y Samuel Beckett-, y que entiende la escritura musical desde muchos puntos de vista porque, como ha asegurado, «la improvisación también es componer».

Escuchando a leyendas como John Coltrane y Archie Shepp se dio cuenta de que «escribían historias a través del sonido» y de que cada uno de ellos tenía su propia manera de hacerlo.