Sanjo, paso al frente
El Athletic encara una de las semanas más decisivas del curso. Seis días que pueden clarificar o enturbiar el rumbo rojiblanco hasta final de temporada. Superar la eliminatoria europea contra el Torino, ganar el derbi de Ipurua y alcanzar la final de Copa en Cornellá supondrían definir de forma notoria el panorama competitivo de los leones en todos los frentes.
El equipo viene ofreciendo una mejor imagen en las últimas jornadas. Con más ritmo y generando un mayor número de ocasiones de peligro en su faceta ofensiva, a la par que se muestra difícil de batir en tareas de contención. Uno de los pilares en ambos apartados es Mikel San José. El de Atarrabia se ha hecho con un puesto en el once titular, del que ya disponía antes de la lesión de Iturraspe, en el centro del campo. Siempre bien posicionado, equilibrado, con gran despliegue físico, capaz de recuperar y distribuir con criterio tanto en corto como en largo, el navarro se ha convertido en un jugador fundamental. Méritos a los que hay que sumar su importancia en las jugadas a balón parado, algo de lo que la afición es consciente coreando su nombre antes de que se boten muchos saques de esquina o faltas laterales en San Mamés. Sus 25 goles como león le acreditan como un magnífico cabeceador y consumado especialista a la hora de culminar ese tipo de acciones.
Con la plantilla en una fase de transición, donde los capitanes o futbolistas con más peso dentro del grupo superan la treintena o están a expensas de renovar su último contrato con el club, y otra serie de futbolistas aún imberbes, existe un núcleo de jugadores que debe tomar el testigo de los Aduriz, Iraola, Iraizoz o Gurpegi. Entre ellos se encuentra Sanjo, consciente de ello, durante los últimos meses su rol ha ganado peso en el equipo, fortaleciéndose la confianza del entrenador y de un sector de la hinchada que en determinados momentos le había mirado con cierto recelo achacándole cierta falta de contundencia en tareas defensivas. Su rendimiento ha ido cambiando dicha percepción, alcanzando un estatus que se ha ganado merecidamente.