Enrique Vivanco Fontquerni

El virus del miedo

El ser humano es tan previsible que el aburrimiento está incrustado en su estructura vivencial. ¿Se acuerdan ustedes al principio de la pandemia, cuando las autoridades todavía no habían dado la alarma oficial de la misma, de el virus del miedo? Era un análisis, además de estúpido, ignorante hasta el extremo. Todavía estoy esperando que los grandes articulistas, y voceros profesionales, por escampar esta barbaridad, pidan disculpas de semejante memez. Los que se han interesado un mínimo por la historia convulsa, injusta, miserable, llena de sangre y enfermedades, de nuestro devenir continental, deberían saber que todo este trayecto, no fue fruto de la contingencia, sino de la estructura: social, económica, legislativa, cultural y política. Todas las hambrunas, con el consiguiente acaparamiento de grano, por parte de unas minorías, con las inmediatas subidas del precio del pan, originaron un reguero de muertes, martirios, enfermedades, y revueltas.

Nuestra historia está cimentada en el padecimiento perpetuo. Lo más lamentable es que jamás se aprende nada. Ahora se está preparando lo que algunos, hace meses previeron. El debate, salud- economía, es la trampa para seguir igual. Los medios de comunicación vomitan, que sin economía la ciudadanía, no puede vivir, y forman parte del potencial incremento de la miseria que inmediatamente se cataliza en enfermedad, y muerte por inanición. Este tramposo razonamiento, es el mismo, cuando los graneros europeos, reventaban de cereales, la población se moría de hambre. ¿Acaso no hay millonarios por el Planeta, mafiosos que no saben en donde esconder sus bienes, entidades financieras que les dan cobijo a semejantes estafadores, políticos, y jueces corruptos, acompañados de un sistema cultural y de información infame? Las grandes corporaciones, que viven de forma directa de una legislación, que solo sirve para sus intereses, perjudicando al resto. Se han convertido en la aristocracia previa a la Revolución Francesa. Si mirásemos la historia, podríamos hacer las mismas equivalencias ahora. Salvar esta economía, es el la forma de perpetuar la ignominia vivencial que soportamos.
 
Atentamente,

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