Centrarse en que los presos vuelvan vivos

Los incesantes debates sobre recibimientos a los presos que salen de la cárcel tras cumplir condena y la polémica sobre la colocación de fotos de presos en las txosnas dejan ocultos los aspectos más graves de la situación en las prisiones. La trágica realidad es que las cárceles españolas matan. Así lo reconoció el Gobierno español hace un mes al contestar a una pregunta parlamentaria y revelar que en el Estado mueren cuatro presos a la semana, la mitad de ellos por causas que la administración penitenciaria califica de naturales, aunque tal vez sería más propio hablar de pésima asistencia médica.

Víctimas y a la vez testigos de esta situación son la compañera y el hijo de Kepa del Hoyo, que murió de un infarto hace dos años en la prisión de Badajoz, y que han visto con impotencia como el Gobierno español les negaba la existencia de negligencia médica. Y eso a pesar de que todos los informes indican que sufrió un infarto que no fue debidamente diagnosticado cinco días antes de su muerte, hecho sobre el que la respuesta gubernamental a la familia corre un tupido velo. Por contraste, llama igualmente la atención la inhibición en este caso de la Administración vasca, siempre solícita para atender las peticiones de otras víctimas pero desaparecida en este asunto concreto y otros que se derivan de la política de alejamiento.

Trascendiendo de su propio drama, Maite Sánchez y Peru del Hoyo se preguntan hoy en estas páginas si la muerte de Kepa habrá servido para investigar lo ocurrido, revisar protocolos y evitar otros casos. Y apuntan otros déficits humanitarios evidentes, como las afecciones que esta política supone para los «niños de la mochila» o las personas discapacitadas, pero que no están en la agenda de los defensores institucionales de estos colectivos.

Será un signo de los tiempos que cualquier tema termine muchas veces enredado en lo anecdótico. Pero conviene no perderse en debates vacíos y centrarse en lo realmente importante: que las y los presos vascos vuelvan a casa vivos. Kepa del Hoyo no pudo hacerlo.

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