Dar cauce a las demandas centrales de la sociedad vasca

Sin ser conscientes del todo de lo difícil que era unir a esas mismas personas y colectivos hasta hace bien poco. Habiendo realizado un gran trabajo que está dando frutos insuficientes pero significativos. Hasta cierto punto, sin perspectiva para ver el valor y el alcance de una sociedad civil que mantiene viva la conciencia política de Euskal Herria. Representantes de familias, tradiciones y visiones diferentes comparten la necesidad de poner muy alto en la agenda vasca la situación de los presos políticos, en aras a una paz en la que toda la sociedad gane. Hay que reseñar la normalidad con la que personas de diferentes orígenes políticos y las más diversas ambiciones vitales han impulsado esta dinámica. Y las miles de personas que sostienen esa perspectiva frente a políticas crueles y vengativas.

Así, de manera un tanto inopinada, llegó ayer la manifestación que abarrotó Donostia bajo el lema «Orain presoak». 37.000 personas, la mayor manifestación en esta ciudad en los últimos años. El fin de la política de alejamiento, la excarcelación de los presos enfermos, la progresión de grado y el doble cómputo de penas son las prioridades. Una agenda con medidas concretas, con grados y con plazos, que interpela a París y Madrid pero que tiene que arraigar en Gasteiz, Iruñea y Baiona.

No se puede mirar para otro lado

Pese a las ansias sociales por construir un futuro de justicia y convivencia, la semana ha expuesto que hay poderes que se rebelan contra la paz. Las instituciones vascas no se pueden abstraer de esta realidad.

Nuevos datos han demostrado que Kepa del Hoyo murió hace un año en prisión por una negligencia de los servicios médicos de la cárcel de Badajoz. No le diagnosticaron un infarto que tuvo cinco días antes de fallecer y que, de ser tratado a tiempo, tiene una tasa de supervivencia del 97%. En la calle, claro. Era vecino de Galdakao y el Gobierno de Iñigo Urkullu debería acompañar a la familia Del Hoyo en su demanda de justicia.

Esta semana Karlos Apeztegia ha sido arrestado y encarcelado de nuevo bajo acusaciones construidas en ministerios españoles. Apeztegia pasó 22 años en prisión por su militancia en ETA, y atribuirle de nuevo esa pertenencia resulta perverso, por lo que las instituciones deberían amparar a este ciudadano navarro.

El martes el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentenciará sobre la negativa a descontar condenas cumplidas en otros estados. La reacción del Gobierno Sánchez mostrará si quiere regirse por el Estado de Derecho o permanecer en una excepcionalidad jurídica contraria a los derechos humanos. Si Estrasburgo declara ilegal el alargamiento de las condenas, Madrid y París deberían aplicarlo ya, sin alargar el sufrimiento injusto.

Más allá de lo urgente

Frente a estas posiciones despiadadas, contrarias a los derechos humanos, iniciativas de las características de «Orain presoak» tienen potencial para vertebrar una sociedad vasca mejor, más humana e igualitaria, más consciente y políticamente activa. Un pueblo que reconozca sus heridas y las trate. Una ciudadanía comprometida con los derechos de todas las personas.

Esta dinámica es una corriente de fondo, que transcurre en paralelo a los debates partidarios. En este sentido, esquiva las trincheras ya conocidas, fijadas por otras personas y otras fuerzas en otros tiempos. Como todo en política, este movimiento puede no dar de sí todo lo que sus promotores y potenciales receptores ansían, sin duda. La historia sociopolítica contemporánea del país está repleta de experiencias de este tipo que pintaron bien y en algún momento perdieron tracción. Hay una parte del establishment que, por definición, ve con desconfianza a la sociedad civil. No les gusta que haya liderazgos alternativos a los institucionalmente establecidos, pero se niegan a ejercer ellos dicho liderazgo. Por eso recortan su implicación y rebajan las expectativas. Hay que saber gestionar esa pobreza política.

Por otro lado, hay personas y comunidades que necesitan actos como el de ayer. Mantienen así vivos sus vínculos con el país, se reconocen en esa movilización y reconocen a quienes, desde posiciones diferentes a las suyas, caminan a su lado. También hay personas que necesitan otro tipo de actos, por lo que habrá que renovar el catálogo de acciones y buscar otras fórmulas adaptadas a esos otros sectores y generaciones.

Además de marcar la agenda de las prioridades, dar cauce político es una de las grandes virtudes del movimiento social por la paz y la justicia en Euskal Herria.

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