14 FéV. 2019 - 00:00h Kilimanjaro en globo África es sinónimo de aventura. Pero ¿qué pasa cuando te llaman a formar parte de la primera expedición de globos aerostáticos de la historia en sobrevolar las cimas montañosas del mítico Kilimanjaro? Ángel Aguirre nos lo explica. Kilimanjaro en globo, una auténtica aventura. Ángel Aguirre Cuando el aventurero Josep María Lladó me dijo que planeaba organizar un nuevo viaje en globo a África, se me agudizaron todos los sentidos y presté la máxima atención. Yo era de los primeros, fuera de su entorno más próximo, en recibir esta información. Me confesó que su deseo era sobrevolar el Kilimanjaro (5.892 metros) con seis globos. Teniendo en cuenta que la montaña más alta de África jamás había sido coronada en un aerostático, no pude más que interrumpirle dándole a entender mi predisposición total a participar cualesquiera que fueran las condiciones. Josep María, además de gerente de la fábrica de globos Ultramàgic, es un amante de África y un entusiasta de la aerostación, pasiones ambas que compartimos al máximo nivel. Extraoficialmente me estaba adelantando la invitación a una experiencia única, inédita y extrema. En la expedición estaban los mejores pilotos del mundo, entre los que destacaban nombres como los de Uwe Schneider (Alemania), Stefan Zeberli (Suiza) y Masahiko Fujita (Japón). Una vez confirmado el viaje empezaba la fase de planificación de cada equipo por su cuenta. Yo viajaría con mi compañero y socio Miquel Mesegué y formaríamos el equipo Kon-Tiki. Además nos acompañaban Joan Viñas y Sacha Haim. Vuelo extremo Era evidente que se trataba de un vuelo totalmente fuera de lo convencional, un vuelo extremo. Por un lado, estábamos en el corazón de África, con todo lo que ello conlleva en materia de permisos, comunicaciones, infraestructuras, calidad del gas y demás. Por otro lado, se trataba de un vuelo de precisión. El objetivo era sobrevolar el Kilimanjaro, pero no de cualquier manera, sino justo por la vertical del centro de su espectacular cráter. Lo cual, teniendo en cuenta que nuestros aparatos no son dirigibles sino que quien nos propulsa es el viento –estamos a su merced en cuanto a velocidad y dirección–, supone una tarea previa de estudio de la previsión de vientos y de navegación de alto nivel. Y por último, y no menos importante, estaba la cuestión de la altura. El Kilimanjaro, con sus 5.892 metros, es la montaña más alta de todo el continente africano. Esto significa, para nosotros como globeros, que deberemos volar por encima de los 7.000 metros, si conseguimos acercarnos a la cima, para evitar posibles turbulencias. Con lo que ello conlleva de falta de oxígeno tanto para los tripulantes como para los quemadores del globo, que pueden fallar a partir de los 5.000 metros por falta de éste para la combustión . Todo un reto para todos los pilotos participantes que, a pesar del alto nivel y la experiencia, nos enfrentaremos a condiciones prácticamente desconocidas para todos nosotros. Llega el día Después de varios días de viaje por Tanzania, acampando, escalando el volcán Ol Doinyo Lengai, observando animales, realizando algunos vuelos de prueba, por fin llega el gran día. Buscamos el mejor emplazamiento para montar el que será el campamento y, al mismo tiempo, el campo de despegue para el gran vuelo. Chequeamos las últimas previsiones meteorológicas por internet y las comentamos con metereólogos alemanes. Aun así es difícil poner de acuerdo a tantos y tan buenos pilotos. Una vez decidido que el despegue será a la mañana siguiente, éste se convierte en un día de máxima excitación. Comentamos, discutimos y realizamos todos los preparativos para tenerlo todo listo y proceder al hinchado de los globos a las 05:00 de la madrugada, todavía en plena oscuridad de la noche. Tenemos que hacer cálculos de carga para poder llevar a bordo la máxima cantidad de propano, con el objetivo de conseguir la máxima autonomía de vuelo. Nuestro globo, “Petromiralles”, es un Ultramàgic N-210, de 6.000 metros cúbicos de aire caliente. Después de hacer los cálculos pertinentes decidimos sacrificar un poco de carga de gas a favor de cargar a un tripulante más. Sabemos de lo especial que va a ser este vuelo como para dejar en tierra a ningún compañero. Cargamos finalmente 220 kilos de propano repartidos en siete tanques. Presurizamos tres de ellos con nitrógeno para evitar una despresurización del propano en las cotas más altas de vuelo. Ultramàgic ha montado también un sistema de alimentación de O2 al quemador para evitar problemas de combustión por encima de los 5.000 m. Preparamos también dos botellas más de O2 con doble mascarilla para nosotros. Estibamos bien todo el resto de material, la ropa de abrigo, los instrumentos, la comida, el paracaídas y demás elementos y lo dejamos todo listo con la intención de descansar unas pocas horas por la noche antes del gran momento. El despegue de un globo aerostático es siempre algo mágico. Cuando la enorme bolsa de aire consigue remontar del suelo la barquilla con toda su carga, dejamos de tocar de pies en el suelo y abandonamos el mundo real. Prohibido entrar en Kenia La primera hora de vuelo es poco optimista pues la dirección del viento es prácticamente la opuesta a la que necesitamos. Volamos hacia el este, nos alejamos del Kilimanjaro en dirección a la frontera con Kenia. Nos alejamos de nuestro objetivo y, lo que es peor, no tenemos permiso para entrar en el su espacio aéreo. Vamos ganando altura y a partir de los 5.000 m la dirección del viento empieza a ser la que necesitamos, aunque la velocidad es demasiado lenta. Debido a este motivo, dos de los globos tienen que realizar aterrizajes de emergencia e incluso uno de ellos tendrá que ser rescatado en helicóptero porque ha caído en una zona abrupta y de difícil acceso, a más de 4000 m de altura. Nosotros nos vamos turnando en las tareas de mando del quemador, las comunicaciones y la navegación con el mapa y GPS. Finalmente, a partir de los 7.200 m es donde encontramos el viento que necesitamos: rumbo 2.700 a unos 35 km/h. Ahora sí, enfilamos directos al cráter del Kilimanjaro, ¡es increíble! Al cabo de unas dos horas de nuestro despegue estamos volando a 7.850 m sobre la vertical del cráter de la montaña más alta de África. La visión es tan fantástica como irreal y una emoción tan sincera como intensa nos invade simultáneamente, hasta el punto de que rompemos a llorar a lágrima viva. Por mi parte solo la he sentido en otra ocasión, caminando en el Himalaya. Lo curioso es que nos haya ocurrido a todos los tripulantes de nuestro globo y, aún más, comentándolo a posteriori, otras tripulaciones de otros globos experimentaron lo mismo: hemos visto las entrañas de la Tierra como quizás nadie lo ha hecho antes. Hemos compartido un vuelo difícil, especial y espectacular entre amigos. Hemos sobrevolado en globo el punto más alto de África. Salto en paracaiparacaídas A modo de guinda del pastel, una vez sobrevolada la cima, iniciamos el lento y progresivo descenso hacia las llanuras del oeste del Kilimanjaro. Cuando nos encontramos en la cota 6.000, me equipo y me lanzo en paracaídas en una caída libre de más de un minuto. Caigo a 180 km/h. Estoy pleno de libertad adrenalínica, como si fuera una eternidad que no quiero que termine. A 1.000 m del suelo abro el paracaídas y planeo hasta aterrizar en las proximidades de una aldea. Vuelvo a tocar suelo, regreso al mundo real tras haber cumplido un sueño.