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Los Gaitanes, un paseo sobre el vacío

Los gaitanes, palabra utilizada desde hace siglos en las montañas de Málaga para designar a los quebrantahuesos, dieron nombre a un espectacular desfiladero horadado a lo largo de millones de años por el Guadalhorce. Desde que lo visitó Alfonso XIII se conoce como «Caminito del rey».

Los Gaitanes no son aptos para quienes sufren vértigo.

La imagen playera que teníamos de Málaga se desvanece en cuanto penetramos en su interior y descubrimos un mar de montañas y cinco parques naturales que protegen los espacios mejor conservados. El pico más alto es La Maroma o Tejeda, y se eleva hasta los 2.066 metros pese a estar a solo una veintena de kilómetros en línea recta desde la costa. Para hacerse una idea, en Euskal Herria hay que ir hasta el Ori para alcanzar el primer pico de 2.000 metros de altitud, y está a un centenar de kilómetros del Cantábrico. Es en ese laberinto de montañas, en la parte central de la provincia, donde está escondido el Desfiladero de los Gaitanes.

Hace 6.000 años solo penetraban en él grupos reducidos de cazadores, cuyos asentamientos han sido localizados en el interior del cañón, mientras que en la actualidad es visitado cada año por más de 200.000 personas. La gran afluencia turística a este Paraje Natural protegido se multiplicó a partir de 2015, cuando se construyó una nueva pasarela anclada a las escarpadas paredes del desfiladero. Algunos tramos son tan angostos que las rocas de ambos lados apenas están separadas por un metro, alcanzándose los 700 metros de desnivel entre el cauce del río y el punto más alto de la montaña.

El origen de este impresionante paso aéreo se remonta a 1901, cuando se empezó a construir un canal de agua que atravesaba el desfiladero y producía energía eléctrica tras efectuar un salto de cien metros en el lugar conocido como El Chorro. Junto al canal se construyó un camino para facilitar el acceso de los operarios de mantenimiento y transporte de materiales. Era un camino casi artesano, hecho con vigas de hierro ancladas a la pared, sobre las que se colocaban tablones de madera. Durante décadas fue utilizado por los trabajadores de la central hidroeléctrica y por los pocos habitantes de la zona, que lo recorrían a diario para atravesar la montaña sin necesidad de dar un gran rodeo, acompañados incluso de sus mulos de carga.

Imprudencias y dramas

A pesar de su peligrosidad, nunca se registró un accidente mortal mientras el camino tuvo una finalidad práctica. Pero con la llegada de las actividades deportivas y de ocio, también llegaron las imprudencias y los dramas. Numerosos aficionados a la escalada utilizaban la pasarela para acceder hasta algunas paredes del desfiladero, pero esas paredes se encuentran en el lado opuesto, lo que les obligaba a realizar una tirolina mediante un cable de acero que había sido utilizado en las obras. En agosto del año 2000 tres jóvenes con edades comprendidas entre los 20 y los 25 años decidieron hacer la tirolina en grupo, en lugar de uno por uno. Los anclajes del cable cedieron por el peso y los tres escaladores cayeron al vacío desde un centenar de metros de altura.

Esas muertes, unidas a las de tres senderistas que ya se habían despeñado en años anteriores, hicieron que la Junta de Andalucía prohibiera el paso al Desfiladero de los Gaitanes. Aun así, muchos escaladores siguieron accediendo a esas imponentes paredes caminando por las vías del ferrocarril, arriesgando la vida y los 6.000 euros de multa que tenían que pagar si les pillaban. Hasta la llegada del AVE, este desfiladero era el único acceso ferroviario a la capital de Málaga desde el interior de Andalucía, y en la actualidad los trenes de la línea que conecta con Córdoba lo siguen atravesando por los largos túneles abiertos en la montaña.

 

Rehabilitación para su uso turístico

La belleza del lugar hizo que en el año 2006 la Diputación de Málaga y la Junta de Andalucía se replantearan la rehabilitación del camino como atractivo turístico, y en marzo de 2015 quedó abierto al público. El Desfiladero de los Gaitanes se puede cruzar ahora de lado a lado sin mayor peligro, aunque el casco es obligatorio debido al riesgo de caída de piedras. En caso de lluvia o de fuertes vientos, el acceso se cierra para evitar posibles accidentes.

Se trata de un camino estrecho en tres de sus siete kilómetros, y solo se puede recorrer en sentido descendente. La marcha comienza en el lado norte, en término de Ardales, y conviene llevar linternas porque antes de adentrarse en el desfiladero hay que atravesar varios túneles que, incomprensiblemente, están sin iluminación. Una vez en cielo abierto, surge a lo lejos la gran brecha abierta por el río Guadalhorce en estas montañas rocosas, pero antes de llegar hasta allí hay que atravesar una zona boscosa de pinos carrascos, piñoneros, encinas y eucaliptos.

Una zona del camino se encuentra cubierta de diminutas semillas de algarrobo, palabra que procede del griego «keration». Curiosamente, todas las semillas de este árbol tienen idéntico peso, por lo que fueron utilizadas en la antigüedad para pesar joyas y gemas. Cuando los árabes adoptaron esta unidad de masa, «keration» se deformó a «quirat», palabra que más tarde derivó a «quilate». Cinco quilates equivalen a un gramo.

En ligero descenso llegamos hasta la entrada al desfiladero, donde ya no queda ni rastro de los quebrantahuesos que en otras épocas recorrían este cañón con su majestuoso vuelo. Sí vemos algunos buitres leonados y palomas que se acurrucan en los recovecos de la roca para evitar el ataque de las águilas y otras rapaces. En esta zona también hay algunos ejemplares de cabra montés, pero se encaraman a lo alto de la montaña como queriendo escapar de la vista de los senderistas.

Un centenar de metros de caída vertical

La pasarela anclada en la roca nos lleva hasta la parte más vistosa del recorrido. A pesar de la seguridad que da la barandilla, algunas personas caminan sin asomarse al vacío y agarradas con las dos manos a la sirga de acero sujetada a la pared. No es lugar para personas que padecen vértigos y mareos. Desde nuestros pies hasta el fondo del cañón hay un centenar de metros de caída vertical, y desde allí el río parece un simple arroyo que apenas dispone de espacio para abrirse camino entre las calizas verticales.

El camino desciende después hasta una zona abierta donde vemos, al otro lado del desfiladero, las vías del ferrocarril y los túneles por los que pasa el tren de la línea Málaga-Córdoba. La pasarela peatonal penetra más tarde en una de las zonas más espectaculares, pero ha sido cerrada debido al vendaval que sopla en esos momentos. El día anterior las rachas de viento arrancaron los cascos de once excursionistas, por no llevarlos fuertemente ajustados. En estos casos la única alternativa es caminar un tramo por los túneles abiertos allí mismo y conformarse con echar una mirada al abismo desde varios miradores que solo permiten una visión muy parcial de esta impresionante obra de la naturaleza.

También vemos los restos del cable utilizado como tirolina por los tres jóvenes que perdieron la vida en agosto del año 2000. La mera visualización de esa caída hace que las manos se aferren con fuerza a la barandilla en el momento de cruzar al otro lado del desfiladero por un puente construido casi al final del recorrido. El fuerte viento que se encajona entre estas paredes amenaza con llevarse los cascos, pero amaina en cuanto pasamos al otro lado.

La pasarela está anclada a una pared totalmente vertical, resquebrajada por la hendidura hecha por el río Guadalhorce. A partir de ahí sus aguas discurren mansamente, por terreno abierto, pero todavía tendrá que abrirse paso entre las montañas de Málaga antes de desembocar cerca de su capital.

El «caminito» finaliza en la zona conocida como El Chorro, en término de Álora, donde tenemos que tomar el autobús-lanzadera que nos llevará de nuevo al lugar donde hemos comenzado la excursión. Antes de comenzar la marcha es recomendable llevar buen calzado, cortavientos, bebida y cámara de fotos. Y hacer el recorrido por libre, para no estar pendiente de los horarios que imponen las visitas guiadas y también para evitar las aglomeraciones y poder disfrutar tranquilamente del paseo por el interior de este asombroso desfiladero.