12 MAI 2020 - 09:00h La Taconera, un oasis especial entre árboles, baluartes y ciervos Pasear por La Taconera es una buena opción entre quienes buscan un lugar para evadirse un rato del ritmo frenético de la ciudad. No es la única zona amplia verde de Iruñea , pero sí una de las más especiales. Por varios motivos. Puerta de entrada a la Taconera. Eguzki Agirrezabalaga Dicen que La Taconera es especial. Quizás por ser el más antiguo –ya aparece en textos del siglo XIII– y, posiblemente, el más emblemático. Asentada en torno a las murallas, muy cerca del Casco Antiguo, en sus 90.000 metros cuadrados de superficie acoge esculturas, baluartes de viejas murallas cargadas de historia, coloridos jardines, senderos diversos cobijados a la sombra de antiguos y exóticos árboles e incluso un minizoo y un coqueto café vienés. En los planos de 1719 de la ciudad ya aparece La Taconera como espacio verde. Hoy es uno de los más concurridos de la ciudad y, además, siempre está abierto al público. El Portal de San Nicolás, una de las seis puertas de aquella Iruñea rodeada totalmente de murallas, puede ser un buen punto de partida para adentrase en el parque y disfrutar de su inmensidad y tranquilidad. Ubicado en la Calle del Bosquecillo, se trata de una recreación barroca de un arco de triunfo que data de 1666 y que, originariamente, se encontraba en la actual Avenida de San Ignacio. Se trasladó a su actual ubicación tras el derribo de la muralla. Mariblanca y Gayarre Una vez en el interior del parque, sale al paso, primero, el monumento de la Mariblanca y, poco después, el dedicado al tenor Julián Gayarre. Mariblanca. Así llamaban popularmente a la estatua que coronaba la Fuente de la Beneficencia primero en la Plaza del Castillo (1790-1910) y después en la de San Francisco (1911-1926). Era una de las cuatro fuentes de Iruñea diseñadas por el pintor madrileño Luis Paret a finales del siglo XVIII. Cuando se destruyó la fuente, la estatua fue trasladada a su actual ubicación y hoy se ha convertido en una de las imágenes más emblemáticas de Iruñea. Quizás, porque representa una alegoría de la Abundancia o Beneficiencia. Y, avanzando entre variada vegetación, aparece Gayarre, que corona el monumento levantado en su recuerdo vestido como en ‘El pescador de perlas’, ópera interpretada por el tenor roncalés en 1889 en el Teatro Real de Madrid. Precisamente, durante esa actuación, el músico se quedó sin voz y murió apenas un mes después. Creado en 1950 por el escultor Fructuoso Orduna y el arquitecto Víctor Eúsa, es el monumento más visible del parque, tanto por sus dimensiones como por su estratégico emplazamiento. Hilarión Eslava es el protagonista de otro de los elementos arquitectónicos que alberga el parque. Inaugurado en 1991, durante mucho tiempo estuvo dedicado al violinista Pablo Sarasate, pero en 1964 se sustituyó su busto (que fue trasladado a la fachada del Conservatorio Superior de la calle Aoitz) por el del también músico Eslava, aunque las partituras que adornan el pedestal siguen siendo de Sararsate. Descanso en el Café Vienés De todos modos, entre visita y visita a los citados munumentos, quizás convendría hacer un alto en el camino en el coqueto y concurrido Café Vienés, lugar ideal para recobrar fuerzas tranquilamente antes de retomar el itinerario. Precisamente, Mariblanca se ubica en uno de sus laterales. Rodeado de jardines y árboles, entre los que destaca un ejemplar muy especial –Sófora Japónica–, el café, con su estructura de madera y grandes ventanales, fue en su día una caseta de alquiler de bicicletas. Actualmente, es punto de encuentro de quienes disfrutan especialmente leyendo o charlando entre amigos mientras comparten café, té o sus solicitadas tartas caseras. Recobradas las fuerzas y, después de disfrutar con Gayarre, hay varias opciones para continuar la visita al parque. Por ejemplo, quienes se acerquen al mirador norte de los fosos, al de Teobaldo, tendrán la oportunidad de observar, a través de unos arcos góticos –procedentes de un antiguo monasterio de Marcilla colocados en 1934 para celebrar el VII centenario del rey Teobaldo I– algunos de los animales del minizoo, principalmentea aves y, sobre todo, ciervos. Igualmente, quienes opten por el mirador de Navas de Tolosa, situado en el otro extremo, el sur, tendrán también la oportunidad de divisar aves en un pequeño estanque. Varias opciones para el final Finalmente, quienes den por concluida la visita en la vertiente norte de La Taconera podrán disfrutar, desde otro mirador, de una panorámica especial de algunos barrios de la capital navarra, y, también accederán al antiguo Portal de Santa Engracia, hoy llamado Portal Nuevo, otro punto de acceso al recinto. Otra opción sería salir por el Portal de La Taconera, junto a los jardines de Antoniutti. Terminada la visita, el parque Larraina podría ser la prolongación natural del de La Taconera, con sus vistas sobre el río Arga. Contiguo a él se extiende Antoniutti, un arbolado fresco que incluye, entre sus atractivos, una pista de patinaje, un parque infantil, una pista de skate y otra de patinaje que ha sido renovada y donde el año pasado se celebró el Campeonato Europeo de esta práctica deportiva. Pero cada uno de esos parques merece su propia excursión.