16 JUIN 2020 - 15:25h Las minas de Arditurri: viaje al pasado «Cuatrocientos hombres trabajando durante doscientos años no hubiesen sido suficientes para horadar todas estas galerías». Es la frase que, sorprendido, pronunció, en 1803, el ingeniero Guillermo Thalacker después de visitar las minas de Arditurri. Interior de las minas de Arditurri. Eguzki Agirrezabalaga La visita a las entrañas de las minas de Arditurri se convierte en un interesante y emocionante viaje al pasado que deja al descubierto la complejidad, magnitud y singularidad de este coto minero de Oiartzun que ha sido explotado, de manera casi ininterrumpida, durante más de dos mil años. Las Minas de Arditurri, formación geológica singular por su variedad de materiales rocosos y por su espectacular orografía, se extienden en las entrañas del impresionante macizo granítico de Aiako Harria, una de las formaciones geológicas más antiguas de Euskal Herria (afloró a la superficie hace más de 250 millones de años). Precisamente, el parketxe de Arditurri se localiza en uno de los accesos al parque natural Aiako Harria. Quien se acerque por primera vez se sorprenderá con un paisaje minero salpicado por imponentes escombreras de estériles, canteras a cielo abierto, planos inclinados y explanaciones, bocas de minas, antiguos edificios de la explotación e incluso el trazado del ferrocarril que permitía transportar el mineral al puerto de Pasaia, convertido en vía peatonal y vía verde. Evidentemente, eso es lo que se ve; pero la huella humana es aún más extensa en el subsuelo, con una impresionante red de decenas de kilómetros de galerías. Su explotación se remonta a la época del Imperio Romano, aunque restos hallados en el entorno de la mina apuntan a que la actividad podría haber comenzado tiempo atrás. Tras 2.500 años abasteciendo de plata, hierro, plomo, zinc, fluorita y blenda, la actividad en el coto finalizó en 1984. Centro de interpretación Parketxe Desde 2008, el antiguo edificio del laboratorio de las minas acoge el Centro de Interpretación Parketxe, que aprovecha modernos soportes informativos para dar a conocer, de manera ágil y didáctica, la riqueza patrimonial, cultural y natural del parque natural. Hay quienes describen la visita al corazón de las minas como un viaje a través del tiempo en el que intervienen la mente, los sentidos y las emociones. Eso sí, la iluminación y el sonido juegan un papel relevante, porque consiguen crear en el interior de la galería un ambiente mágico que transporta al visitante al pasado. Viaje a las entrañas Antes de introducirse en la galería de Arditurri 20 o Mina Grande, el ingeniero alemán Juan Guillermo Thalacker realizará (a través de una grabación, evidentemente) un repaso de la historia de las minas acompañado de un curioso montaje audiovisual. Después, en la galería superior –a lo largo de sus 180 metros a través de una pasarela y otros 400 metros en visita de aventura– el visitante descubrirá la morfología de la cueva y se sorprenderá con sus grandes dimensiones. Mientras avanza, las luces irán desvelando algunos de sus secretos, como los antiguos cargaderos de material, pozos, vetas de minerales o un impresionante paisaje de lagos. El recorrido se realiza a través de galerías posteriores a la época romana –tantos años de explotación han borrado casi todos los restos de origen romano—, pero trazadas sobre ellas. No obstante, en determinados puntos del recorrido sí se pueden observar bocas de galerías romanas que quedaron en desuso. Además, las nuevas tecnologías han posibilitado la recreación de sonidos y ambientes vividos en el interior de la galería a lo largo de su más de 2.000 años de explotación: desde el ruido de las rocas al desprenderse hasta el silencio más absoluto y abismal, acompañado exclusivamente de oscilantes reflejos sobre las aguas de los lagos. También en el tren verde Las visitas guiadas que se ofertan son varias. Una de ellas es la que combina el Tren Verde, que traslada a los visitantes por el Bidegorri de Arditurri hasta las minas, y la visita a Luberri, el Centro de Interpretación Geológica, donde el visitante conocerá la riqueza geológica y paleontológica del Valle de Oiartzun, la Comarca de Oarsoaldea y el Parque Natural de Aiako Harria, a través de un viaje de más de mil millones de años, acompañado de guías e intérpretes únicos: los fósiles y las rocas. Varias opciones Quienes dispongan de más tiempo para disfrutar del parque, bien paseando entre sus robledales y hayedos, bien contemplando su diversa fauna –no es difícil ver salmones, buitres leonados o ejemplares de paloma torcaz– deberían sopesar la posibilidad de realizar alguna de las siguientes rutas que parten de Oiartzun: la ruta del bidegorri de Arditurri –para peatones y ciclistas–, que cruza todo el municipio de Oiartzun hasta llegar a las antiguas minas por un camino que combina naturaleza y miles de años de historia; o la ruta de Oieleku, que atraviesa una zona del parque en la que abundan los monumentos megalíticos. Una vez visitado el parque, seguramente el caminante agradecerá un merecido descanso. Una opción sería terminar la ruta en el exterior del coto minero, una zona acondicionada con mesas, bancos y una pérgola de doscientos metros cuadrados que se agradece especialmente en días calurosos. Tampoco sería mala opción acercarse hasta la escultura ‘Plenitud y Vacío: Centro’, de Imanol Marrodán, lo que puede convertise en una curiosa despedida: a través de ella se puede ver, por un lado, Donostia y el mar; y, por el otro, Aiako Harria.