03 JAN. 2021 - 00:00h Los bajau, nómadas del mar Son conocidos como «los gitanos del mar», por su estilo de vida nómada. Son los badjaos, o bajau, un grupo étnico originario de la parte meridional de Filipinas, cuyo hábitat natural es el mar. La «modernidad» también les ha tocado, pero se mantiene intacto ese vínculo innato que tienen con el mar. Los bajaus son conocidos como «los gitanos del mar» (GETTY IMAGES) Guillem Valle Cuenta la leyenda que la princesa Ayesha de Johore (Indonesia) fue obligada a casarse con el sultán de Sulu (Filipinas), pese a que esta amaba al sultán de Brunei. Escoltada por una flota de barcos de guerra, Ayesha navegaba hacia Sulu para celebrar su matrimonio cuando la comitiva fue interceptada por la flota de Brunei, dirigida por el mismo sultán, quien huyó llevándose consigo a su amada. Tras el incidente, la flota de Johore, temerosa de llegar a Sulu o de regresar sin la princesa, decidió quedarse navegando a la deriva y amarrar solo en islas deshabitadas. Algunos se convirtieron en piratas y establecieron sus guaridas en las costas del norte de Borneo. Otros se dedicaron a la pesca, viviendo aislados de isla en isla hasta el día de hoy. Pero la realidad es que los orígenes de los badjaos o bajau son bastante más inciertos. Este pueblo nómada ha habitado durante siglos las costas del «Triángulo de Coral», una región que abarca Malasia, Indonesia y Filipinas. Si bien su origen se puede establecer en la zona de Filipinas, en la actualidad están tan dispersos por toda la región que se han ido formando subgrupos tribales, con dialectos y nombres distintos. Este pueblo se caracteriza por vivir en grandes barcas que son, a la vez, sus herramientas de trabajo. De hecho, pasan tanto tiempo en el mar que si alguna vez ponen pie en tierra, padecen mareos y nauseas, el denominado «mal de tierra». No obstante, cada vez son más los que abandonan la vida tradicional para adoptar un modo de vida más moderno y acorde con el resto de habitantes del lugar. Este proceso comenzó hace tiempo, con la creciente influencia del islam. Los que viven en tierra se denominan a sí mismos badjaos musulmanes para diferenciarse de los que todavía viven en el mar. Modernidad y tradición en Mabul Cerca de la ciudad de Semporna, al noreste del Borneo malayo, se encuentra la isla de Mabul, un lugar donde confluyen modernidad y tradición. Esta isla de no más de veinte hectáreas alberga en sus orillas gran cantidad de complejos turísticos enfocados principalmente al submarinismo deportivo. En el centro de la isla viven varios centenares de familias badjao, cuya actividad económica principal es la pesca y el trabajo en los hoteles o centros de buceo. Cada mañana, decenas de niños badjao, semidesnudos –son los que todavía viven en barcos– se acercan a los muelles de los resorts en sus lepa-lepa (pequeñas barquillas con las que juegan los más jóvenes) para vender pescado y marisco a los turistas. También se acercan adultos como Sony, que acude a diario con su hija para mostrar y vender a los dueños de los hoteles la captura del día, que, por lo general, suelen ser cangrejos y langostas. Sony, de complexión fuerte, estatura baja y mirada tímida, vive en un barco con su mujer, su hija y su cuñado. La comunicación con él resulta compleja, ya que apenas habla malayo. Culturalmente, uno puede apreciar la diferencia entre él y los que ya viven en tierra firme. Pertenece a los pulau, término empleado por los demás badjaos para denominar a aquellos que bucean, y en su vocabulario ni siquiera se contempla medir la edad de las personas. Aunque Sony ya utiliza métodos de pesca un poco más avanzados como las redes, muchos de su familiares todavía lo hacen con el método de apnea y sin utilizar más herramientas que un arpón hecho a mano y unos pulmones que han desarrollado una capacidad sobrehumana. Grandes buceadores Los pulau son grandes buceadores y su método de pescar bajo el agua recuerda más bien a un cazador extraviado, caminando por un paisaje ajeno. Pueden deslizarse e incluso caminar bajo el mar aguantando la respiración hasta la friolera de siete minutos y sin que los ojos les piquen por la sal. Sin duda, estas personas han conseguido desarrollar una capacidad adaptativa en un ambiente tan hostil como es el fondo del mar y pueden ver lo que los demás no aguantaríamos sin protección ocular y sin que la necesidad de respirar nos empuje a salir a flote. Sony, como la mayoría de badjaos en Malasia, no tiene pasaporte ni carné de identidad. Durante siglos, la mayoría de badjaos han vivido al margen del control de ningún Estado en el que habitan, entrando y saliendo de sus aguas territoriales sin tener en cuenta fronteras. A pesar de que el turismo y la irresistible atracción por adaptarse a la vida moderna han arrastrado a muchos de ellos lejos del océano para malvivir en escuálidos asentamientos en la playa, los hay que aún mantienen un especial sentido de la soledad oceánica. Uno de ellos es Sony, que vive con libertad e independencia en el mar, lejos de las reglas y restricciones propias de tierra firme. Este pueblo no es el único en el sudeste asiático que utiliza la vida en lugares remotos para huir del control de los estados. De hecho, existe toda una geografía alternativa en un área que abarca desde China hasta Malasia, en la que millones de personas se refugian habitando en junglas. Nuevas necesidades El imparable fenómeno de la modernidad ha generado a los badjaos necesidades que antes no tenían, imponiéndose las desventajas propias de los parias. Aunque el Gobierno malayo empezó a otorgar algunas tarjetas de identidad a varios cabeza de familia coincidiendo con la época de campaña electoral, la mayoría, tanto los que habitan en el mar como fuera de él, viven sin documentación y sin acceso al censo, ni a la educación, ni a la sanidad, algo que realmente necesitan los recién llegados a tierra, ya que la vida moderna incluye una alimentación a la que no están acostumbrados, así como el contacto con enfermedades extrañas en alta mar. Hoy resulta difícil localizarlos viviendo en el mar, ya que la mayoría ha culminado el proceso de asentamiento en tierra y la vida nómada parece haber desaparecido por completo. En los poblados del norte de la gran isla de Sulawesi, se ven decenas de mezquitas y otras tantas escuelas, y en la aldea de Pulau Bajó, un pequeño poblado de casas flotantes, ondea con orgullo la bandera indonesia sobre el Ayuntamiento. Y es que aquí, la mezcla de tradición y modernidad muestra una convivencia más amable. Los miembros pertenecientes a esta tribu han abrazado casi por completo la cultura indonesia, el islam y la vida moderna, y resulta fácil encontrar smartphone, vehículos de motor y televisores. Aun así, su vida sigue girando en torno a la pesca, actividad que desarrollan usando algunos pequeños avances tecnológicos, como, por ejemplo, el compresor de aire, cuyo uso es muy peligroso y puede llegar a ser mortal si se sumergen demasiado tiempo o demasiado profundo. Aunque las tradiciones de este pueblo se difuminan al mismo ritmo que los gobiernos afianzan su control sobre el territorio, su tradicional y extraordinario modo de vida desafía la idea de Estado y su territorialidad, así como la narrativa moderna que vincula la identidad colectiva al sentido de pertenencia a un determinado y delimitado territorio. De hecho, durante siglos, su principal rasgo identitario ha sido, precisamente, la no pertenencia a un espacio definitivo.