17 JAN. 2021 - 00:00h Up Helly AA: tributo a los vikingos El último martes de enero se celebra anualmente una de las principales fiestas de las islas Shetland: Up Helly AA. Se trata de una combinación de fuego, bebida y música que dura toda la noche y que tiene su punto culminante en la quema ceremonial de un barco vikingo. Barco en llamas durante la celebración de la fiesta Up Helly AA. Jordi Canal-Soler Las llamas danzantes se reflejan en las frías ventanas de los edificios grises delante de la plaza mientras su luz proyecta sombras cambiantes que animan la oscura noche invernal. Apenas se escucha el crepitar de la madera encendida entre el griterío de miles de personas hacinadas junto a la enorme fogata. Alguien levanta un hacha y el público grita a coro una consigna, animándose. Algunas botellas de cerveza vacías corren por el suelo. Una corriente de aire aviva las llamas y agita las alas de cuervo del casco de uno de los guerreros cuyos ojos brillan con reflejos de fuego. Enfrente, un enorme barco de madera, una réplica de un viejo drakar vikingo, se quema hasta reducirse a cenizas. Estamos en Lerwick, la capital de las Islas Shetland, en el momento álgido de su mayor festival: Up Helly Aa. Situadas entre la punta septentrional de Escocia, Escandinavia y las Feroe, las Islas Shetland son el punto más norteño de Gran Bretaña, un archipiélago de trescientas islas e islotes de las cuales solo dieciséis están habitadas. La mayor de ellas, de casi noventa kilómetros de largo, se llama Mainland (Tierra Principal) y es donde se encuentra su capital. Aunque habitadas desde la Edad del Bronce, la cultura de las islas se redefinió en el siglo IX d.C. con la llegada de los vikingos, procedentes de Noruega para colonizar las islas y usarlas de base hacia las tierras más ricas de Gran Bretaña, que someterían a base de ataques y razzias durante los siguientes siglos. El origen vikingo de las Islas Shetland Los vikingos introdujeron en las Shetland sus tradiciones, su ganado (entre ellos, los famosos ponis), sus embarcaciones y su lengua. El norn, una variante dialectal del antiguo escandinavo, se siguió hablando en las islas hasta la muerte de Walter Sutherland, su último hablante, en 1850, y todavía hoy en día el inglés que se habla en el archipiélago está salpicado de palabras y expresiones de los antiguos vikingos. Recientemente estudios genéticos han confirmado que más del 60% de los hombres de Shetland y las vecinas islas Orcadas tienen un cromosoma Y de origen vikingo, y los vikingos no solo dejaron huella en la sangre de los habitantes de las islas, sino también una de las concentraciones arqueológicas más grandes en las Islas Británicas. En el yacimiento de Jarlshof, en el sur de Mainland, hay ruinas prehistóricas que datan de la Edad del Bronce, pero los restos de las grandes casas nórdicas son los más numerosos del país. Esta herencia vikinga persistió en sus tradiciones y, especialmente, en las celebraciones. Para los antiguos vikingos la fiesta de Yule, durante el solsticio de invierno, era la festividad más importante del año y, a parte de servir para marcar el inicio del invierno, servía de distracción en los días más fríos y oscuros del año. Con la llegada del cristianismo, la celebración se hizo coincidir con la Navidad, pero en las islas Shetland siguió siendo una fiesta alocada que combinaba fuego, comida, bebida e incluso peleas. En la Navidad de 1824, un misionero metodista escribió en su diario que «todo el pueblo estaba alborotado: desde las doce de la noche hasta la siguiente tarde las calles estaban tan llenas de gente como en cualquier feria de Inglaterra, y la gente soplaba cuernos o flautas, picaba tambores o viejas teteras de lata, sonaban los violines, disparaban armas al aire, gritaban, se desgañitaban, bebían y peleaban». El primer «Up Helly Aa» A medida que Lerwick se hizo más y más grande, las celebraciones se fueron haciendo más elaboradas y hacia 1840 se introdujo una procesión con barriles de alquitrán encendidos, que bandas de hombres disfrazados hacían desfilar por las calles. Fue hacia la década de 1870 cuando se iniciaron las mayores reformas de la fiesta. Surgió el nombre de Up Helly Aa, se introdujo la temática vikinga como una recuperación del legado histórico nórdico en las islas y se refinaron los disfraces. A partir de entonces, el último martes de enero de cada año se celebra la principal fiesta de las islas Shetland: una combinación de fuego, bebida y música que dura toda la noche y que tiene su punto culminante en la quema ceremonial de un barco vikingo. El primer barco (llamado galley) que se quemó era una vieja embarcación ya inservible, pero posteriormente se definieron sus dimensiones exactas (9,2 m de eslora y 1,8 de manga) y desde entonces se construye uno cada año a partir de octubre en el Galley Shed, un taller que sirve de museo. En su interior se puede admirar la colección de fotografías y objetos de las varias celebraciones que han tenido lugar a lo largo de la historia. Una ristra de escudos decora lo alto de la pared. Varias fotografías cubren otro rincón. Hablamos con uno de los Dock Boys, el grupo que desde 1949 se encarga de la construcción del drakar. Debe de tener casi 70 años, y su rostro envejecido por el frío y la sal denota su vínculo con el mar, no solo como constructor de embarcaciones, sino como pescador. Aquí, en Shetland, casi todo el mundo tiene su propia barca para salir a navegar. Explica hace treinta años que participa en la construcción de las galleys, siempre con las mismas medidas. –¿Y no le aburre siempre construir lo mismo? –le pregunto. Me mira extrañado, como si no hubiera entendido de qué va y hace un ademán con la mano, como para abarcar todas las fotos colgadas: –¡Oh, no! ¡No hay ningún barco igual! Todos están pintados de distinta forma. Cada año un Jarl diferente es quien escoge los colores. Casi cincuenta grupos o squads (una especie de cofradías) participan anualmente en la fiesta, pero solo uno de ellos, el Guizer Jarl’s Squad, será el que pueda llevar disfraz de vikingo. Su jefe es nombrado Jarl del año, una palabra que designaba los caciques regionales en la época vikinga. A los miembros de los squads se les llama guizers, nombre que proviene de disguise (disfraz). En el lugar se encuentran unos cuantos disfraces montados en maniquíes, cascos de otros años en estanterías y estandartes. Los disfraces parecen más inspirados en la estética wagneriana que en el registro arqueológico, con altas alas en los cascos a modo de cuernos, grandes hachas decoradas con filigranas, cota de escamas de reluciente acero y escudos como los de la pared, redondos u ovalados, pero todos ellos marcados con su propia insignia. Pero también hay disfraces pertenecientes a los squads que no representan los vikingos. Cada grupo se inventa un disfraz distinto que servirá para distinguirse de los demás y además acompañará la función (de teatro, danza, música o chistes) que durante la noche los distintos squads irán realizando en los once salones que permanecerán abiertos hasta el amanecer. Hay disfraces de cuervos, de cerdos, de samuráis, de pingüinos, de vacas, de jockeys,… Todo es válido con tal de hacer reír. La fiesta La mañana empieza con la procesión del barco, arrastrado por las calles de Lerwick por el grupo de vikingos que se tomará una foto en el puerto, junto a la terminal del ferry. Después se realiza la lectura del pregón, un cartel llamado Bill pintado a mano que se cuelga en Market Cross, la plaza principal, y que describe la agenda de la celebración en clave de humor y con bromas locales. Nicolson ha tomado el nombre de Gunnar Egilsson, uno de los personajes de la saga de Egill Skallagrímsson y ha hecho vestir a su grupo de 78 personas con túnicas azules, cota de escamas, capa de piel negra y casco con efigie de oso, además de escoger los colores del Júpiter, el barco de este año: pintado de rojo y con una gran franja amarilla. Pero el momento culminante de la fiesta, cuando todo el pueblo vibra de emoción, es la procesión nocturna. Más de mil personas marchan, con enormes antorchas de parafina encendidas, por las calles de la ciudad. Siguen al grupo de vikingos hasta el King George V Playing Field, escoltados por la banda municipal y los otros cincuenta squads disfrazados. Allá está el barco, esperando su destino. Lo rodean en silencio y, al grito de «Up Helly Aa!», todos lanzan las antorchas hacia el barco. Pronto una llamarada se levanta en la noche oscura y el fuego engulle el mástil y la vela. A merced del viento, las llamas danzan sobre el barco, escondiendo y mostrando alternativamente el mascarón de proa, la cabeza de un dragón que, envuelto en fuego, parece amenazar siempre con volver al año siguiente.