31 MAR. 2022 - 13:57h La McMillan Memorial Library: recuperando la memoria de Nairobi Gracias a dos comprometidas y entusiastas kenianas, varias bibliotecas de su país se encuentran en proceso de reconstrucción, entre ellas la más antigua de Nairobi, la McMillan Memorial Library, que ha ido recuperando la memoria viva de una ciudad a través de la documentación y la digitalización. La McMillan Memorial Library es historia viva de la ciudad. (P.MEINHARDT | AFP) Lucía Blanco (Fotos: P. MEINHARDT) Con miles de periódicos ajados y libros de mirada colonial, entre columnas majestuosas pero también goteras y paredes desconchadas, la McMillan Memorial Library, la biblioteca más antigua de Nairobi, permanecía dormida hasta que dos mujeres se propusieron devolverle la vida y la memoria. A través de la organización Bookbunk, la editora Angela Wachuka y la escritora Wanjiru Koinange restauran no solo la McMillan, edificada cuando Kenia era colonia británica, sino otras dos bibliotecas públicas nairobitas construidas poco después de la independencia del país africano (1963). Además, estas emprendedoras kenianas renuevan sus colecciones y digitalizan miles de documentos históricos que esconden sus entrañas. «Estamos cambiando el paisaje de Nairobi centrándonos en la restauración de algunas de las bibliotecas públicas más icónicas de la ciudad», explica a Efe Wachuka. La decadencia La fachada de la McMillan, un edificio de piedra de estilo neoclásico en pleno centro de la capital presidido por dos grandes estatuas de leones, contrasta con el estado penoso de su interior: baldosas levantadas, humedades en las paredes y montañas de sillas apiladas en algunas de las habitaciones. «Era un edificio fascinante. Daba la sensación de que la ciudad lo había dejado atrás, atrapado en un bucle temporal», recuerda Wachuka sobre la visita que realizó hace seis años y de la que surgió la idea del proyecto, en el que trabajan una cincuentena de personas. La biblioteca data de 1931 y su construcción fue encargada por Lucie McMillan en honor a su difunto marido, William Northrup McMillan (1872-1925), un millonario estadounidense que se instaló en la colonia a principios del siglo XX, famoso por organizar cacerías para personajes tan célebres como el presidente Theodore Roosevelt. «Los vestigios del colonialismo siguen presentes. Este edificio todavía desprende esa vibración de otredad, de que no fue construido para nosotros», apunta Trevas Matathia, antropólogo y miembro del equipo de comunicación del proyecto. La McMillan, que fue de acceso exclusivo para blancos hasta 1962, cuenta con dos sucursales en los barrios de Kaloleni y Makadara –en el este de la ciudad, donde se permitía vivir a los africanos antes de la independencia– que ya han sido restauradas por Bookbunk a través de un acuerdo firmado en 2018 con el Gobierno local de Nairobi y con financiación de donantes y diferentes instituciones culturales. En Kaloleni «reemplazamos todo: desde las ventanas hasta una nueva iluminación, reparamos el tejado (...) el alcantarillado, instalamos baños públicos…», además de ofrecer wifi gratuito, tal como hicieron en Makadara, indica Wachuka. Como la McMillan, la biblioteca de Kaloleni es historia viva de la ciudad. Situada en un barrio construido en los años 40 por prisioneros italianos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el centro social adyacente fue escenario de reuniones y arengas de destacados líderes de la lucha anticolonial. «Este barrio fue la base de la agitación por la independencia pero no lo notas cuando miras alrededor. No estamos atentos a preservar nuestra historia», confiesa la editora, quien, con el proyecto, espera combatir ese olvido. Desde los años 90, estas bibliotecas han visto cómo su asignación presupuestaria no ha hecho más que disminuir, por lo que han quedado a merced del deterioro. «Las bibliotecas no son instituciones con ánimo de lucro, por lo que no reciben mucha atención en términos de presupuestos», se queja Jacob Ananda, bibliotecario jefe de la McMillan, donde ha trabajado toda su vida. Descolonizar y digitalizar Durante décadas, la McMillan fue referencia para académicos por su colección de estudios africanos, que acoge obras no solo de Kenia sino también sobre las colonias británicas del continente, desde la República de Mauricio hasta Rodesia del Sur (actual Zimbabue) pasando por Nigeria. En estantes polvorientos descansan libros académicos o relatos de viajes, al lado de una enorme cabeza de león disecada y el busto sin nombre de uno de tantos exploradores blancos. Aunque estos libros hablan sobre África, la inmensa mayoría son de autores occidentales y, según Wachuka, «reflejan la fascinación sobre África que tenía el imperio: sobre las tribus, los artefactos, las costumbres…», ya que la colección se nutrió sobre todo de donaciones de colonos blancos. Para «hacer que esta colección represente a los kenianos, también tenemos autores africanos que merecen ser escuchados», señala Matathia. Para ello, la organización adquirió desde 2020, para las tres bibliotecas, más de 13.000 libros. La prioridad eran las voces africanas. Pero antes, Bookbunk pasó cerca de un año revisando uno a uno los miles de libros, periódicos y boletines oficiales acumulados durante décadas –algunos de ellos en montañas de sacos en el sótano de la McMillan– para elaborar un catálogo digital actualizado que, al final, resultó contar con casi 138.000 elementos. Y para preservar los más antiguos –como un periódico de 1906–, se encuentran ahora inmersos en la titánica tarea de digitalizarlos y crear el que «será probablemente el mayor archivo keniano disponible en línea», asegura la historiadora y experta en patrimonio digital Chao Tayiana, que colabora con Bookbunk. «La gente –avanza– podrá acceder a la información y explorar la historia de su familia y de sus comunidades. Este archivo explica la historia de cómo Kenia se convirtió en una nación». Wachuka y Wanjiru planean para finales de 2022 su misión más ambiciosa: empezar las obras de restauración de la imponente McMillan, cuyos leones de piedra «podrán entonces respirar vida otra vez», vaticina Ananda en su despacho, en el sótano del edificio.