Castillos de Nafarroa: recorrido por la época de la piedra y la espada 26 MAI 2022 - 06:10h Pello Guerra Seguir una ruta que enlace los castillos de Nafarroa supone recorrer el herrialde de uno a otro confín, ya que, a lo largo de su territorio, emergen recias fortalezas o los restos de construcciones que terminaron sucumbiendo a la guerra. Este es un viaje a la época de la piedra y la espada. Visitar los castillos de Nafarroa supone recorrer el herrialde de un extremo a otro, de norte a sur y de este a oeste, ya que las fortalezas que protegieron el reino se hacen presentes en muchos parajes todavía en pie o a través de los restos de aquellas estructuras que terminaron cayendo por la violencia de la guerra. Salvo la Ciudadela, construida ya tras la conquista española de 1512, en Iruñea ya no quedan castillos que contemplar a pesar de que hasta su plaza más conocida recibió su nombre de uno de ellos, el levantado por el rey Luis el Hutin en el siglo XIV. Pero en los alrededores de la capital es posible visitar los restos de dos fortalezas que la protegieron. Una de ella es Irulegi, a la que se llega desde la localidad de Lakidain, en el valle de Aranguren, por una pista que conduce a un alto con espectaculares vistas de Iruñea, donde nos encontramos los restos bien consolidados de uno de los castillos más antiguos de Nafarroa gracias a las campañas realizadas por la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Existen referencias de su existencia desde el siglo X, cuando fue atacado por el califa de Al Andalus Abd al Rahman III. En el siglo XV pertenecía al conde de Lerín y cuando este fue derrotado por los reyes Juan de Albret y Catalina de Foix, los soberanos ordenaron su derribo en diciembre de 1494. ‘Víctimas’ de la conquista Desde 2010, diversas campañas arqueológicas dirigidas por el experto Iñaki Sagredo han rescatado también los restos de otro castillo de Iruñerria, el de Garaño. Se alza en un cerro de forma cónica situado en Ollaran (Valle de Ollo), entre los pueblos de Egillor, Anotz y Saldise. Desde cualquiera de ellos se puede subir a esta colina en un paseo de media hora, siguiendo el balizaje del PR NA-170 y tomando el desvío que se ha señalizado en un pequeño collado. Pudo ser la mítica fortaleza que los musulmanes llamaban Sajrat Quais y que fue atacada en el año 924 por Abd al Rahman III, como le sucedió a Irulegi. En el año 1276, volvió a sufrir asedio, en esta ocasión, por las tropas del rey de Francia durante la Guerra de la Navarrería. Y ya en el siglo XVI fue uno de los primeros castillos atacados y posteriormente derruidos por las tropas españolas en su conquista de Nafarroa. Siguiendo esta ruta entre piedras en dirección norte, el camino nos lleva hasta otra víctima de la conquista española del siglo XVI: el castillo de Amaiur. Situado en el valle de Baztan, como en otros casos, sus restos han emergido de la tierra gracias a las campañas arqueológicas llevadas a cabo por la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Lo que hoy en día se puede visitar es lo que ha sobrevivido a la destrucción del año 1522, cuando 300 navarros dirigidos por Jaime Vélaz de Medrano se encerraron en esa fortaleza bajo el pabellón de los legítimos reyes de Nafarroa, los Albret. Esa heroica resistencia convirtió al castillo de piedra rojiza en todo un símbolo, como recuerda el monolito que remata el conjunto en el lugar donde se encontraba la torre mayor de la fortaleza. El cercano museo recoge su historia y muestra los restos de armas encontrados, que evidencian la dureza del cerco al que fue sometida por las tropas de Carlos V hace casi 500 años. También en el norte de Nafarroa, a unos kilómetros de Amaiur, merece una visita la torre de Donamaría. Se encuentra en esa localidad próxima a Doneztebe y del Señorío de Bertiz, y se trata de una espectacular casa-torre del siglo XV con dos plantas edificadas en piedra y otras dos, las superiores, en madera o cadalso. En su interior, se puede visitar una exposición sobre su proceso de restauración y sobre el pasado de este tipo de estructuras en Nafarroa. Lizarra: una parada en el camino Una vez de regreso en Iruñea, tres caminos diferentes, siguiendo los puntos cardinales, permiten continuar conociendo el pasado en piedra del viejo reino. Si la opción es el oeste, no puede faltar una visita a Lizarra. Como una de las ciudades más importantes de Nafarroa, llegó a contar nada menos que con tres castillos: Zalatambor, el castillo Mayor y el castillo de Belmerches. Los dos primeros se encontraban en la peña que surge sobre la iglesia de San Pedro y que atraviesa el actual túnel de la carretera. Subiendo a la llamada peña de la Cruz, la ascensión se ve recompensada por las magníficas vistas sobre Lizarra y por los restos que las diferentes campañas arqueológicas han ido sacando a la luz. Las dos fortalezas estaban protegidas y enlazadas por una muralla cuya construcción parece proceder del siglo XI o incluso antes, y su demolición se ejecutó en 1575. Tras abandonar Lizarra y seguir por la autovía que lleva a Logroño se llega a la localidad de Monjardín, vigilada desde lo alto del monte a sus espaldas por su castillo. Desde el pueblo, una pista conduce cómodamente a la fortaleza en un bonito paseo. En la cumbre surge lo que fue castillo musulmán de los Banu Qasi, la familia de origen vascón que dominó la Ribera durante siglos para el Islam. A pesar de esos lazos con la corona de Iruñea, el rey Sancho Garcés I, primer soberano de la dinastía Jimena, lo conquistó en el año 908 y en ese lugar fue enterrado cuando falleció a causa de una caída de su caballo en el 925. El castillo tiene planta irregular, con un torreón en la punta y recios muros. En el interior se conserva la capilla de Santa Cruz y un aljibe abovedado para almacenar gran cantidad de agua. Para completar el recorrido, se puede continuar ruta oeste hasta llegar a Viana, donde resulta muy interesante visitar los restos de su recinto amurallado, que era especialmente importante por su ubicación fronteriza. Siguen en pie, aunque mutilada, la torre de San Pedro y los portales de La Solana, de Santa María y de San Felices, además de los de San Miguel y de la Trinidad, que son posteriores. Los Azpilcueta, en Monreal y XabierSi estos lugares ofrece la ruta oeste desde Iruñea, la que se desplaza por el este no se queda a la zaga. Avanzando por la autovía que lleva a Jaca desde Iruñea se llega a la localidad de Elo/Monreal, dominada por una elevación en la que se levantaba su castillo. De nuevo, las campañas arqueológicas de expertos como Iñaki Sagredo han rescatado y consolidado los restos de la fortaleza, a los que se accede con un sencillo paseo. Originaria del siglo XII, aunque puede ser anterior, esa fortaleza fue una residencia real utilizada por numerosos soberanos. En situaciones de invasión o de peligro, el castillo de Monreal servía de refugio para los vecinos de Elortzibar, Ibargoiti y Untziti, ya que contaba con cañones desde el año 1379. Todo cambió por completo tras la conquista de 1512 por parte de las tropas castellanas. Nueve años más tarde el rey español Carlos V ordenó derribar el castillo, al igual que otros muchos del Reino de Nafarroa, ante la imposibilidad de poder mantener guarniciones en todos ellos. Uno de los alcaides del castillo de Monreal en el siglo XV, Martín de Azpilcueta, iba a tener una relación muy estrecha con otra fortaleza que aparece en esta ruta hacia el oeste. Se trata del castillo de Xabier, hogar de los Jaso-Azpilcueta, la familia de San Francisco. Martín de Azpilcueta fue el abuelo del santo y se hizo cargo de esa fortaleza tras su matrimonio con Juana de Sada y después de que fuera arrebatado a los beaumonteses Artieda por Juan II en el marco de la guerra entre este último y su hijo y legítimo rey Carlos, príncipe de Viana. La hija mayor de Martín, María, se casó con Juan de Jaso, presidente del Consejo Real en el reinado de Juan de Albret y Catalina de Foix, a los que Fernando el Católico conquistó Nafarroa en 1512. Los hijos mayores de Juan de Jaso, Miguel de Xabier y Juan de Azpilcueta, pelearon por los legítimos reyes de Nafarroa contra la conquista española durante años, lo que hizo que el castillo fuera desmochado por orden del cardenal Cisneros en 1516. Entonces se eliminaron buena parte de las defensas de una fortaleza que había ido creciendo alrededor de la torre de San Miguel, que dataría del siglo X. Tras el paso de la piqueta española, quedó reducido a una especie de caserón de descomunales proporciones hasta que en el siglo XIX fue restaurado y recuperó parte de su aspecto más guerrero, aunque perdiendo una zona del palacio, donde se construyó la actual basílica. A escasa distancia de Xabier se encuentra Zangoza, que conserva parte de su antiguo recinto amurallado, como el portal de la Tejada. También merece una visita el Palacio del Príncipe de Viana, del que se mantiene su fachada posterior con dos torres almenaras. Dañado durante la conquista, fue restaurado en 1949 y en 1965 una excavación recuperó el antiguo foso y el talud. Originario del siglo XI, en el siglo XIII se habilitó para residencia regia la torre oriental y a comienzos del siglo XIV se completó con otro palacio, similar al anterior, hacia la Rúa principal cerrando la plaza de armas. En él se celebraron numerosas Cortes del Reino y fueron muchos los monarcas navarros que pasaron largas estancias entre sus muros. Desde Zangoza, tomando la NA-132, en una media hora se llega a Uxue, localidad coronada por su espectacular iglesia-fortaleza, cuyos orígenes se remontan a la dinastía Aritza, a finales del siglo VIII y comienzos del IX. Carlos II tuvo una especial predilección por este santuario, donde hoy en día todavía se custodia su corazón embalsamado. El rey ordenó la construcción de pasos de ronda que rodean la iglesia y torres almenadas. Cuenta con tres ábsides románicos y una de las portadas góticas más ricamente decoradas de Nafarroa. Hacia el sur Ya sólo falta dirigirse hacia el sur para completar la ruta de los castillos de Nafarroa. Partiendo de Iruñea, a 14 kilómetros surge Tiebas, donde se levantan los restos del palacio, más que castillo, que mandó edificar el rey Teobaldo en el siglo XIII y que fue residencia real, Archivo, sede de la Cámara de Comptos y hasta prisión. A principios del siglo XIX, según un antiguo plano que se conserva, todavía se mantenía el castillo casi en su integridad, conservando incluso varios de sus antiguos garitones rematados en chapiteles puntiagudos emplomados. Pero en su enfrentamiento contra las tropas de Napoleón, Espoz y Mina lo voló parcialmente, quedando desde entonces en ruinas. Permanecen en pie diversas paredes y la bodega, y recientes excavaciones arqueológicas han descubierto nuevas estructuras (accesos al castillo, cocinas, capilla) y las baldosas decoradas que tenía en los últimos siglos medievales. Continuando por la AP15, en menos de diez kilómetros se encuentra Olkotz, donde se levanta una remozada torre fortificada datada en el siglo XVI y que conserva saeteras y motilones del antiguo matacán. Es un destacado ejemplo de torres que en algunos casos terminaron derivando en los conocidos como palacios de cabo de armería, la nobleza más antigua con la que contó el Reino de Nafarroa. La siguiente parada ya es el palacio de Erriberri, la fastuosa sede real que ordenó construir en el siglo XIV el rey Carlos III el Noble ampliando el palacio erigido previamente por los Teobaldos. En su época llegó a ser considerado como uno de los más bellos de Europa y contaba con jardines colgantes de casi 20 metros de altura y un zoológico con animales como leones, búfalos o una jirafa. Tras la conquista de 1512, fue deteriorándose hasta que, como en el caso de Tiebas, el guerrillero Espoz y Mina le dio fuego en 1813 para que no fuera utilizado por las tropas de Napoleón. Su estado actual es fruto de una restauración acometida por la Diputación de Nafarroa en los años 20 del pasado siglo. Continuando hacia el sur por la AP 15 se llega a Martzilla, en cuyo centro emerge orgulloso un gran castillo de piedra y ladrillo construido hace 600 años por el clan de los terribles Peralta y que defendió la aguerrida Ana de Velasco cuando se intentó desmochar por orden del cardenal Cisneros en 1516. Tras ser restaurado hace nueve años, actualmente es la sede del Ayuntamiento de la localidad y alberga también la biblioteca pública, la escuela de música y un salón de actos. La siguiente escala es el despoblado de Rada. Situado cerca de Carcastillo, este antiguo enclave defensivo medieval amurallado se encuentra en lo alto de un cerro. Su origen se remonta al siglo X y vivió su momento de esplendor entre los siglos XII y XIV. Fue arrasado en 1455, en el marco de la guerra civil, por pertenecer al bando beaumontés, hasta el punto de que Juan II solamente respetó la iglesia románica dedicada a San Nicolás y que todavía existe. A lo largo de una superficie de 8.300 metros cuadrados, van surgiendo los restos de las viviendas que componían el lugar, que sigue contando con un perímetro amurallado con una extensión de 400 metros. Un alarde de equilibrio A diez kilómetros del despoblado se encuentra todo un alarde de equilibrio. Se trata de la majestuosa pared que queda de la torre de Santacara, último resto del castillo que defendía la localidad en el siglo XIII y que fue derribado tras la conquista española del siglo XVI. Es una pared de piedra de casi treinta metros de altura con almenas en pirámide. Cada piso tenía una altura de ocho metros y causa cierto asombro que todavía se mantenga en pie quedando menos de la mitad de la estructura. Tras regresar a la AP15, las últimas estaciones ya son Tutera y Cortes. En la capital de la Ribera, el cerro que la domina muestra los restos del castillo que protegió la ciudad. En origen fue edificado por los musulmanes y ya en el siglo XIII, reinando Sancho el Fuerte, se convirtió en residencia real. Y esta ruta termina en el extremo sur de Nafarroa, en Cortes, en cuyo núcleo urbano se levanta un recio castillo del siglo XII. Fue una de las principales fortalezas del reino y residencia de varios reyes navarros. En el siglo XIX fue ampliado y restaurado. Puede ser visitado tras realizar la correspondiente reserva. Estas son algunas de las fortalezas que defendieron el reino durante siglos y de las que van surgiendo nuevos restos gracias al trabajo de los arqueólogos, que en los próximos años irán añadiendo nuevas etapas a este viaje a una época dominada por la piedra y la espada.