03 AOûT 2022 - 12:04h Brío juvenil Intérpretes: Montteverdi Choir, English Baroque Soloists. Director: John Eliot Gardiner. Obras: ‘Exequias musicales’ de H. Schütz, ‘Historia di Jephte’ de G. Carissimi, ‘Stabat Mater’ de D. Scarlatti. Lugar y fecha: Donostia, Kursaal Auditorioa. 02/08/2019. Monteverdi Choir. (Liliya OLKHOVAYA) Nora Franco Kazetaria / Periodista Desde aquel episodio de las bodas de Caná se suele guardar lo mejor para el final, pero la octogésima tercera edición de la Quincena Musical ha comenzado rompiendo reglas. El concierto inaugural anunciaba en cartel uno de los coros más reconocidos de los últimos 50 años, uno de esos que le suenan –al menos vagamente– incluso a quien no tiene ni idea de música antigua. Porque, efectivamente, aunque Monteverdi Choir tiene en repertorio composiciones de todas las épocas y estilos, donde destaca especialmente y donde se encuentra más cómodo es en la música del Renacimiento y Barroco, esa música que los anglosajones llaman Early Music y que nosotros traducimos vagamente como Música Antigua. Y, aunque Quincena tiene un ciclo dedicado especialmente a este tipo de música, es tal la fama y el poder de convocatoria de John Eliot Gardiner y su equipo que el Museo San Telmo se hubiera quedado escandalosamente pequeño para albergar al público que acudió ayer al concierto. Con el auditorio del Kursaal prácticamente lleno y en presencia de autoridades, la 83. Musika Hamabostaldia dio comienzo oficialmente con uno de los conciertos más llamativos de su programación. Comenzó el concierto con un cambio de programa: lo que estaba previsto para la segunda parte pasaría a la primera, y viceversa; un cambio que seguramente respondía tanto a cuestiones vocales como cronológicas y de efecto, pero que probablemente no era completamente acertado en lo que respecta al disfrute del público. Se abrió el concierto, por tanto, con la obra de Heinrich Schütz Musikalische Exequien, el primer, auténtico y genuino réquiem alemán –con permiso de Brahms–, que une textos del Antiguo Testamento, de los Evangelios y de corales luteranas, en una obra de sobria trascendencia. Dividida en tres movimientos, el primero de ellos toma la forma de un concierto sacro que alterna textos bíblicos entonados por pequeños grupos de solistas con corales luteranos cantados por el coro completo dividido en seis voces, que destacó en su transparencia, incluso en los números polifónicos más complejos. El segundo movimiento, un motete a ocho voces divididas en dos coros, vino acompañado de un cambio de espacio de los intérpretes que, si bien se corresponde al estilo de la escuela veneciana de la época, es también una de los recursos habituales del coro Monteverdi. El tercer movimiento conduce al emocionante final de la obra con un trío compuesto por dos sopranos y un barítono –que representan al alma que trasciende la muerte y los dos ángeles que la acompañan en su ascenso a los cielos– que, fuera de escena, entonan la frase de las Escrituras que dice 'Bienaventurados son los muertos en el Señor…' al tiempo que un coro a cinco voces va desgranando el motete luterano Herr, nun lässest du deinen Diener in Frieden fahren –'Ahora, Señor, ya despides a tu servidor en paz'– haciéndose eco, remarcando, completando y contestando al trío interno. Destacable en la interpretación de esta obra la impecable dicción, donde se entendía incluso la más enrevesada consonante del texto alemán, y el uso de la música al servicio del texto, con un trato exquisito del acento prosódico, siendo este el que imprimía dirección, tensión y sentido a la música. La segunda parte comenzó con 'Historia di Jephte', de Giacomo Carissimi, uno de los primeros oratorios, que dramatiza musicalmente un texto bíblico alternando recitativos, arias y coros, al estilo de la ópera barroca, pero con un lenguaje musical más sereno y expresivo, más adecuado a la sensibilidad religiosa. La joven soprano Charlotte La Thrope, en el papel de hija de Jephte, presentó una voz clarísima, cristalina, acentuada por el canto plano y blanco del estilo propio de la música antigua. El tenor Graham Neal como Jephte cantó también con voz clara y timbrada, pero con un color mucho más dramático. De gran belleza el pasaje donde dos de las cantantes, fuera de escena, interpretan el eco que devuelven las montañas al lamento de la joven doncella. De gran tensión musical el último coro, donde retardos y disonancias aportan oscuridad y desasosiego al final de la obra. Terminó el concierto con el conocido 'Stabat Mater' de Scarlatti, una composición a diez voces dividida en siete secciones con una densa escritura polifónica de enrevesados pasajes contrapuntísticos. De gran efectismo las entradas temáticas fugadas con voces solistas para enriquecer después la polifonía con el resto de voces corales. Precioso el pasaje ‘Quando corpus morietur’ y el posterior número fugado ‘Fac ut animae donetur’, que desembocan en un sorprendente alegre ritmo ternario de danza en el Amén. Todo el concierto estuvo espléndidamente acompañado por el conjunto instrumental English Baroque Soloists –en un maravilloso estado de gracia–, desarrollando el bajo continuo que sirve de soporte musical a las tres obras. Subrayar los ricos acordes del clave, de claro sabor oriental, en los recitativos iniciales de Jephte, así como la complejidad instrumental del 'Stabat Mater', perfectamente resuelta. En cuanto al propio Gardiner, llama la atención su gesto comedido y elegante, casi delicado que, pese a su liviandad, transmite grandes dosis de energía y en cuyas manos los cambios de tempo fluyen con asombrosa sencillez y naturalidad. El coro Monteverdi, extraordinario, ha demostrado que, efectivamente, merece la fama que le precede y que su tratamiento historicista de las obras es intachable. Lástima que el auditorio del Kursaal, pese a su buena acústica, deje tan desnudo este tipo de emisión, haciendo incómodo en algunos momentos el canto plano y sin vibrato de la música antigua, especialmente en las voces agudas. Como propina, de la ópera del propio Monteverdi –no podía ser de otra manera– del 'Il ritorno d’Ulisse in patria' el fragmento 'Coro in cielo', que con ese título resume a la perfección la velada inaugural.