22 AOûT 2022 - 10:40h Un programa camelador Intérpretes: Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, Vocalia Taldea (director Basilio Astúlez). Violín: Bomsori Kim. Director: Alain Altinoglu. Lugar y fecha: Donostia, Kursaal. 21/08/2022. Imagen del concierto ofrecido. (Iñigo Ibáñez | QUINCENA MUSICAL) Nora Franco Kazetaria / Periodista El Festival Internacional de Santander y la Quincena Musical siguen intercambiando conciertos –como los niños con los cromos de fútbol– y creando festivales espejo. Así, anoche tocaba en el Kursaal la Hessischer Rundfunk –Sinfonieorchester Frankfurt –o, lo que es lo mismo, la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt– apenas veinticuatro horas después de haber interpretado exactamente el mismo repertorio en la Sala Argenta del Palacio de Festivales de Santander. Dejando a un lado lo acertado o no de esta práctica tan discutible como frecuente, el público donostiarra pudo asistir a un concierto que, sin ser el de mayor calidad, sí fue uno de los más entretenidos de esta edición.Comenzó la velada con la obertura de la ópera verdiana ‘La forza del destino’, extraordinariamente bien dibujada, dando a cada fragmento el carácter exacto que tendría dentro de la ópera, sin intentar igualarlos a través de una homogeneidad que no tiene en cuanto a tempi, dinámicas y, sobre todo, intención. Una buena declaración para presentar el sonido de la orquesta y para dejar ver la versatilidad del director franco-armenio Alain Altinoglu en un campo, el de la ópera, donde se siente especialmente cómodo.A continuación, el ‘Concierto para violín en re menor’ de Sibelius se presentó como una pieza completamente diferente, pese a que solo cuarenta años la separan de la obertura anterior. Pretendía esta obra, seguramente, dar muestra tanto de la potencia como del potencial de la orquesta, pero se quedó algo perdida en su propio vigor, con escasez de planos sonoros. La violinista surcoreana Bomsori Kim, a pesar de este exceso de volumen, supo hacer pasar el sonido de su violín, sólido y redondo, por encima de la orquesta en todo momento. Tal vez sobró algo de vibrato en los momentos más líricos del segundo movimiento, pero la joven y brillante violinista demostró su virtuosismo, energía y entrega durante toda la obra, así como en la endiablada pieza de carácter que tocó como propina: el ‘estudio-capricho n.4’ de H. Wieniawski.Los ‘Nocturnos’ de Claude Debussy, contemporáneos del concierto para violín, son, sin embargo, de nuevo una obra contrastante. Nada que ver entre el lenguaje claramente romántico de Sibelius y el impresionismo de Debussy, lleno de juegos de luces, colores y texturas. Muy bien el coro femenino Vocalia en su intervención en el tercer nocturno –‘Sirènes’– con ese sonido tan blanco, aéreo y algo lánguido que tienen, tan apropiado para esta pieza. La última obra del concierto, la ‘Suite para orquesta’ de Weinberg, permitió lucirse a los solistas de casi todas las secciones –demostrando el buen nivel individual de los miembros de la formación– y también al conjunto de la orquesta, con embriagadores tutti y movimientos briosos, que desembocaban en finales muy marcados y efectistas que arrancaron espontáneos aplausos.Altinoglu dirigió con gesto claro y sin afectaciones, llevando la música con flexibilidad y control –que solo se le ha escapado ligerísimamente en el último movimiento de la suite, con una orquesta impetuosa y poco manejable–. De propina, un Brahms extrovertido –la ‘Danza húngara n.6’– y unas palabras en euskara y castellano para terminar de camelar al público más áspero, ya sea donostiarra o santanderino.