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Entrevue
Carmen Linares
Cantante

«He sido una cantaora que he ido afrontando mi tiempo y evolucionando»

Veterana y respetada vocalista del cante jondo, la jienense Carmen Linares regresa al festival Flamenco on Fire el miércoles 24, con un recital en el Teatro Gaztambide de Tutera. Presentará su retrospectiva ‘40 años de flamenco’, con el maestro guitarrista Pepe Habichuela como invitado.

Carmen Linares. (Europa Press)

Por tronío creativo y experiencia, Carmen Pacheco Rodríguez (Linares, Jaén, 1951) está en la cumbre del género jondo. El miércoles 24 presenta “40 años de flamenco” en el tudelano Teatro Gaztambide, en la duodécima edición del festival navarro Flamenco on Fire.

Hija de un ferroviario entusiasta de la guitarra, cantó desde niña y, trasladada con la familia a Madrid, fue bautizada como Carmen Linares por el influyente Juanito Valderrama. Allí descubrió un flamenco comprometido con la renovación del género.

Le deslumbró Enrique Morente cantando a Miguel Hernández y se labró su vía particular con temática de grandes poetas. Tiene 13 discos, en 2021 fue premio Nacional de Música y en la pasada primavera recibió el Premio Princesa de Asturias de las Artes, junto a la bailaora sevillana María Pagés.

Ha arribado a los 70, celebra 40 años de cantaora solista y le han dado el Príncipe de Asturias. ¿Las flamencas no se jubilan?

Cuando físicamente no hay más remedio. Es una profesión bonita que vas adecuando a tu edad. Es más difícil en el baile, pero cantando y a la guitarra puedes dar mucho de ti misma, aunque tengas una edad. Mientras tenga voz y sobre todo ilusión por hacer cosas nuevas y aportar algo a la gran música que es el flamenco, ahí estaremos.

«Algún día me tendré que jubilar, pero mientras tenga voz e ilusión por hacer cosas nuevas y aportar al flamenco, ahí estaremos»

Su padre fue su gran mentor. ¿Cómo entró en la familia ese gusanillo musical?

El flamenco es un arte que cuando te cala da igual dónde hayas nacido y aunque el género sea andaluz, si llega te engancha para siempre. Ahí habéis tenido ahí artistas como Sabicas o en Barcelona salió Carmen Amaya. He tenido la gran suerte de tener dos hombres importantes en mi vida. Mi padre, gran aficionado y que tocaba la guitarra, me animó en un tiempo en que los padres no querían que sus hijas fueran artistas. Y mi marido, también un enamorado del género, me ha apoyado muchísimo.

Debutó profesionalmente en 1968, con 17 años, como cantante de tablado en Biarritz y Donostia.

Mi primer contrato fue en un tablao flamenco de Biarritz. Era muy jovencita, pero en la compañía venían un guitarrista y su mujer que eran amigos de mi padre. Al promotor le salió mal la iniciativa y no nos pagó, no ganamos nada, pero hicimos turismo gratis. Y de ahí nos contrataron en un tablao en La Perla de San Sebastián y aquello fue muy grande, con lo bonita que es la ciudad… Allí conocí a mi paisano Raphael, que actuó y arrasó. Tengo unos recuerdos fenomenales del País Vasco.

En Madrid descubrió un flamenco, renovador y comprometido: Morente, Menese, Gerena, los conciertos del colegio San Juan Evangelista…

Yo era como más infantil y había mucho movimiento y un gran ambiente. Recuerdo con cariño el ‘Johnny’, como llamábamos al S. Juan Evangelista. Fue un momento importante para el flamenco, que la juventud viera que era una música muy buena y que llamaba la atención sobre lo que estaba pasando.

Colgó el traje de folclórica y trató de dignificar el género flamenco frente a los tópicos.

Al principio cantaba cosas de la radio: Enrique Montoya, Marifé de Triana… No me sentía ‘folclórica’ en el sentido que tiene ahora la palabra. Hacía flamenco, pero de niña cantaba coplas de Marifé con mis castañuelas y es algo que valoro porque todo te sirve y la copla bien hecha es una maravilla con grandes artistas tipo Concha Piquer, Gracia Monte... La actitud de ‘folclórica’ es otra cosa, se usa en sentido negativo. Yo decidí echarme p’alante, dejar de cantar para el baile y hacer mi propio camino.

La colección ‘Antología de la mujer en el cante’ (1996) fue otro momento creativo clave.

Era un reconocimiento a las cantaoras desde la visión de alguien joven, que no imitaba sino que trataba de hacer una recreación. Es una obra moderna que hice con guitarristas extraordinarios, un disco muy valorado que sigue vigente. Intenté aportar cosas a este arte.

¿Fue un gesto feminista?

En aquel momento no lo sabía, pero estaba haciendo un acto de feminismo porque se convirtió en un disco que reivindicaba a las mujeres. Hay que seguir haciendo feminismo mientras haya mujeres que no tengan los mismos derechos que los hombres. Bien hecho y con cabeza.

«En mi época había muchas trabas para la mujer. No estaba bien visto que cantara y menos flamenco»

Había cantado a Manuel Machado y fue dejando las letras populares para versionar a Lorca, Valente, Borges, Juan Ramón Jiménez... ¿Cambió la filosofía de su cante?

La poesía tiene que entroncar con el flamenco de modo natural. Si hay un poema que tiene métrica y carácter lo encajas en una toná. Pero hay poemas para los que se debe hacer una composición especial. Tuve la suerte de encontrar al guitarrista Juan Carlos Romero para el disco ‘Raíces y alas’. Me aportó mucho, me llevó a otras formas de cantar. Manolo Sanlúcar me llamó para cantar en el disco de guitarra sobre Lorca ‘Locura de brisa y trino’, una joya. Hay que ponerse al servicio de la poesía, sin forzar su uso, manteniendo su carácter y espíritu. La poesía me llenó mucho y la incorporé a mi vida.

El especialista José Manuel Gamboa constató en 1975 que las mujeres representaban el 17,5% de los artistas flamencos contratados en Andalucía. Es la única flamenca con el Premio Nacional de Música en interpretación. ¿Cómo está el equilibrio de género en el cante?

Yo tuve la suerte de que me apoyaron, pero en mi época había muchas trabas para mujeres que no tuvieron el beneplácito de su padre, su hermano, su novio. No estaba bien visto que la mujer cantara y menos flamenco. Supongo que aún hay trabas, pero menos. Hoy en día una mujer se empodera y si quiere cantar lo hace.

¿Qué mujeres destacaría en los últimos años?

No me gusta dar nombres porque se me va a olvidar alguna y me da rabia. Pero, por ejemplo, Ángeles Toledano, de Jaén, que canta de maravilla. O La Tremendita en su forma de cantar tan novedosa. Hay mucha juventud que está cantando muy bien y luchando.

El género ha conocido la polémica con Rosalía. ¿Qué opina del uso que hace del flamenco?

Polémicas siempre hay. A ella le gusta el género, empezó cantando flamenco y luego ha derivado a otra cosa. Que le guste el flamenco y haberlo escuchado le habrá dado una afinación y ayudado a salir a escena. Pero eso no es cante jondo, no es una cantaora flamenca y ella lo reconoce. Es joven, hay que dejarla que haga su camino, no hay que poner trabas a nadie, el arte es libre y cada uno lo interpreta a su manera.

Pero la aflamencación, que tanto se lleva, ¿es positiva o rebaja la calidad del género?

No lo metas en el saco del flamenco, hay que meterlo en otro saco y no pasa nada. Que la gente diga «ay, el flamenco» y que baile por rumbitas, pues muy bien. Y puede haber entre esa gente alguien que diga «oye, voy a mirar que hay detrás de la rumba» y a lo mejor le gusta algo de lo que hacemos. Que cada cual haga su carrera y que le vaya bien. Hay que dejar a la gente volar.

Desde que empezó apoyada por Pepe Habichuela, ha cantado con la crema de los tocaores, ¿por qué no hay mujeres guitarristas?

No hay tradición, pero hay algunas que tocan muy bien, como Antonia Jiménez, que compone y toca para el baile, y otras muchas. Cuando salga alguna que despunte mucho aparecerán más.

¿Ha sido renovadora, modernizadora, revolucionaria…?

He sido una cantaora que he ido afrontando mi tiempo y evolucionando. Cantaba letras tradicionales y aparece Enrique Morente con el disco sobre Miguel Hernández y me digo: «¿esto qué es?». Me abrió posibilidades muy nuevas. Escuché a aquella generación que estaba a mi alrededor, viendo que había que renovar el flamenco, no para cambiarlo sino para ofrecer otras cosas, lo que la vida nos daba en ese momento. No podías no ver lo que pasaba a tu alrededor, las nuevas músicas, el mestizaje… Todas tus vivencias son importantes para ir avanzando a mejor, respetando a quien se quede anclado en el pasado.

¿Respetando al purismo?

El purismo está mal entendido, se le asocia con la antigüedad y un artista puede ser muy puro haciendo otras cosas. Camarón, Morente, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Tomatito… son artistas que han avanzado y han aportado mucho y por eso no dejan ser puros. La pureza es la verdad, la tienes dentro y se puede ser verdad en el siglo XX o en el XXI. Más que purismo yo hablaría de tradicionalismo.

«El purismo está mal entendido porque se asocia con la antigüedad y un artista puede ser muy puro haciendo otras cosas»

¿Se canta igual a los 20 que a los 70?

La voz, lógicamente, pierde tonalidad. Los cantantes de ópera no pueden bajar los tonos porque la obra está escrita en un tono que hay que respetar. Nosotros lo podemos bajar un poco, pero no tiene más importancia porque lo que importa es el conocimiento que tienes: cómo haces un cante, acortas, afinas, lo que transmites, cómo llegas al corazón de la gente… A los 70 no puedo cantar como a los 20, pero tengo otra experiencia y otras cosas que contar y ofrecer.

«Raíces y alas, pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen», escribió Juan Ramón Jiménez.

Ese aforismo es una verdad para el arte porque tienes que tener una raíz, una fuerte base, para poder volar.