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Una de cada veinte personas es inmune a la resaca y seis claves para la remontada

Muchos borrarían del calendario del primer día del año, cuya característica principal es la resaca. No todos. Distintos estudios apuntan a que existe un 5% de las personas inmunes biológicamente a la resaca. La química, sin embargo, no lo es todo. Otros factores psicosociales influyen. 

El acitaldehído da una explicación química, pero existe una dimensión psicológica. (GETTY)

Pasarse con el alcohol no lo explica todo. Hay gente que bebe más y, al día siguiente, sufre menos. Otros, por contra, pagan carísima cada copa de más. No se sabe del todo bien cuál es el mecanismo, pues es multifactorial. Sin embargo, hay diversos estudios científicos que pueden dar alguna pista sobre cómo funciona la resaca. 

Por un lado, está la explicación puramente química. El alcohol es una sustancia que el cuerpo de ha de asimilar de alguna manera y que, al ser procesada, genera otras sustancias diferentes que serían las responsables del malestar físico. 

En este caso, la sustancia que castiga cada juerga es el acitaldehído (CH3CHO), un metabolito hepático, también conocido como etanal. La encima que convierte el alcohol en actitaldehido es la deshidrogenasa. Y el gen que controla la deshidrogenasa es ALDH2. Se ha demostrado que las personas con mutaciones en este gen pueden tener resacas devastadoras. 

Es sencillo de entender. Si el mecanismo encargado de deshacerse de esta sustancia tóxica no funciona correctamente, esta se acumula en mayor medida y los efectos nocivos son mayores. Así lo indica un estudio de la Universidad de Bristol.

Ahora bien, a este estudio se le puede dar la vuelta. ¿Hay personas genéticamente inmunes a la resaca?

La respuesta no es un sí rotundo. No se ha detectado una mutación en ALDH2 que demuestre bioquímicamente esta inmunidad. Sí que se han detectado en estudios a ciertos individuos que aseguran no tener resacas jamás, pese a beber como cualquier otro. 

Según un estudio de Craig Gunn, también de la Universidad de Bristol, una de cada veinte personas asegura no haber tenido una resaca en la vida. No habría, según esta investigación, diferencias significativas entre sexos. La norma del 5% valdría tanto para ellas como para ellos. Según Gunn, un 5,8% de mujeres tiene resistencia a la resaca frente a un 5,1% de hombres, pero esta diferencia entra dentro del margen de error del estudio. 

Por otro lado, se sabe que la química y la genética no lo explican todo. Es un secreto a voces que conforme envejeces las resacas son más crueles. Y, también, que hay personas que saben tomarse las resacas con mayor filosofía y no lo pasan tan mal. 

Cuando la ciencia ha intentado responder a esa progresión de la dureza de las resacas conforme cumples años ha obtenido resultados inesperados. Así, hay estudios que aseguran que la penitencia es la misma para un joven que para una persona mayor. Que lo que cambia es la percepción del dolor. 

No envejecemos, sino que nos hacemos más flojos. Por eso las resacas son más duras

 

Entra aquí en juego un fenómeno conocido como «catastofización del dolor», que viene a ser el grado en que una persona enfatiza la experiencia negativa del dolor. No envejecemos, por tanto, sino que nos hacemos más flojos. 

Un estudio de febrero de 2022, realizado en Australia, también concluyó que las personas con altos niveles de resiliencia aseguraban tener menos resacas importantes que aquellas cuya fortaleza anímica era menor.

Del mismo modo, en ciencia está consolidada la relación entre peores resacas y enfermedades mentales como puede ser la depresión. Las personas bajas de ánimo o directamente deprimidas lo pasan mucho peor tras un exceso en el consumo de alcohol.

Tranquilo, puedes salir de esta

En este punto, la ciencia parece haber dado con un elemento clave para reducir el impacto de la resaca. Y que, además, resulta gratuito y no tiene contraindicaciones. El sentimiento de culpa por haber bebido ha aflorado como uno de los catalizadores de la resaca.

La gente que no siente haber hecho algo malo el día anterior al correrse una juerga lo pasa mejor al día siguiente que aquellos que, habiendo bebido la misma cantidad de alcohol, sienten cierta culpabilidad por ello. Así que esta es el primer consejo para superar el día después a una juerga es dejar la culpabilidad a un lado y poner la mente en plan "que me quiten lo bailao". 

Existen otras fórmulas que la ciencia apunta como claves para remontar de una resaca fatídica. Parte de las secuelas de una noche de consumo de alcohol es la deshidratación. Hay que beber mucha agua, pero ojo, no demasiada. Pueden desequilibrarse los electrolitos. Mejor algo isotónico, como los deportistas. 

Hay que beber mucha agua, pero ojo, no demasiada. Pueden desquilibrarse los electrolitos

 

Los huevos fritos han demostrado ser, tal y como cree la sabiduría popular, una buena herramienta para sentirse mejor. El apetito de fritanga está, por tanto, justificado científicamente por su contenido en «cisteína», que ayudará a eliminar el temible acitaldehido. Una alternativa más sana sería el brócoli. 

El alcohol destroza el sueño. Se duerme menos y el sueño inducido por el alcohol resulta de peor calidad. Selly Adams, de la universidad de Bath, sugiere que la cafeína puede ayudar a estar activos antes de volver a la cama, pues hemos descansado menos.

El quinto consejo avalado por la ciencia va en contra de la creencia popular de que un clavo saca a otro clavo. A nivel interno, ciertos órganos están tocados por los excesos de la noche. Muy en particular, el hígado. Necesitan tiempo para recuperarse. El alcohol puede enmascarar los síntomas y el dolor, pero en Reino Unido hasta las autoridades sanitarias han intervenido. Allá se recomienda no beber alcohol al menos durante 48 horas tras una noche de desenfreno.

Recurrir a fármacos sería la sexta opción. Existen aquellos que enmascaran el malestar, pero no existe ninguno que «cure» la resaca. El cuerpo tiene que eliminar las sustancias tóxicas que ha ingerido por sí mismo. Y, del mismo modo, hay que tener en cuenta que las resacas son una combinación de síntomas tanto físicos como psicológicos, por lo que la respuesta nunca puede ser enteramente química.

En conclusión, la única forma de evitar la resaca es no pasarse con el alcohol. Y no cabe obviar que otro elemento archidemostrado es que, además del sufrimiento intrínseco a las resacas, hay una relación nítida: las personas que tienen mayor número resacas tienen una mayor propensión a caer en el alcoholismo.