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Cita en Portobelo de los devotos de “¡El Naza!”, su Cristo Negro

Caminan o se arrastran todos los años en procesión hacia la iglesia caribeña de San Felipe, en Portobelo. Son fervientes devotos de Cristo Negro, «el de los milagros». «¡Un aplauso pal'negro», gritan unos. Y otros responden: «¡Qué viva el Naza!».

Un momento de la procesión. (LUIS ACOSTA | AFP)

«¿Quién vive?» preguntaba a viva voz una mujer que este sábado se arrastraba de espaldas por el suelo terroso hacia la iglesia de San Felipe, en Portobelo, Caribe de Panamá, que cada año en esta fecha recibe a miles de devotos de su Cristo Negro.

«¡El Naza!» respondían al unísono los devotos, entre ellos otra mujer que también se arrastraba en cumplimiento de alguna promesa hacia el templo que alberga el icono y que nuevamente rebosaba de feligreses y velas encendidas.

La imagen del Cristo Negro, venerada desde 1658, se encuentra en Portobelo, un pequeño pueblo bañado por las prístinas aguas del mar Caribe, ubicado a 100 kilómetros de la capital panameña.

«¡Que viva el Cristo de los milagros!»

«¡Que viva el Cristo Negro de Portobelo! ¡Que viva el Cristo de los milagros! ¡Un aplauso pal'negro», volvía a gritar la mujer que pagaba su promesa. «¡Que viva!», respondía la multitud mientras aplaudía.

Omaira Murillo comenzó a venerar al Cristo Negro de Portobelo cuando era joven. Y cada vez se emociona más. «Qué belleza verle la cara al Nazareno. Cuando tú llegas aquí con un dolor, se te quita todo, todo, todo. Porque yo venía desbaratá pero ya me acomodé un poco gracias a mi señor Nazareno», asegura sin un atisbo de duda.

Julio César González, 28 años, camina desde hace 7 años los 35 kilómetros que separan el poblado de Sabanitas, donde vive, de Portobelo. «Le tengo mucha fe. Me sacó a mi hermano del hospital, tenía allí 4 meses (...) cada año que pasa siento más fe», asegura este joven que había acudido «a perdirle al Naza sabiduría y bendiciones para la familia».

Más de 15.000 personas

Cuando el Cristo Negro salía de noche de la iglesia en procesión, más de 15.000 personas habían pasado los puestos de control para llegar a Portobelo. Los devotos abarrotaban la iglesia. Gente de todas las edades, muchos ataviados con prendas de color púrpura, se arrodillaban frente a decenas de velas para orar con los ojos cerrados, en total concentración pese al ruido circundante.

Muchos también miraban al Cristo Negro, ataviado con una túnica púrpura adornada con hilos y aplicaciones doradas, incluida la corona de espinas, y cargando una gran cruz de metal.

Según los historiadores, la imagen esculpida en madera negra con una túnica morada fue rescatada de las aguas del Caribe por un indígena en vísperas de que se desatara una epidemia de viruela, que cesó cuando el pueblo le rogó protección, el 21 de octubre de 1658.

Otra versión de la fiesta es que la imagen llegó a Portobelo a bordo de un galeón español con el objetivo de ser trasladada a Perú o Colombia, pero las violentas ráfagas de viento y lluvia provocaron que los marineros desistieran de zarpar y optaran por dejarla allí