16 MAI 2024 - 06:00h Entrevue Juancar Parlange Cantante y guitarrista de Bonzos «Bonzos se van, pero quedan las canciones y los buenos recuerdos» La mítica banda getxoztarra se despide con un concierto en Muxikebarri, juntando a casi todos los que alguna vez fueron ‘bonzos’ y dejando un impresionante legado de canciones y recuerdos imborrables para toda una generación. Integrantes de Bonzos que han pasado por algún momento por la banda. (Zoe IBAÑEZ) Sergio Iglesias ¿Después de 30 años, cómo se sabe que ha llegado el momento de dejarlo definitivamente? Hay una frase que digo en una canción de Bonzos, que me ha ayudado mucho: ‘Mejor dos horas pronto que un minuto tarde’… y creo que aquí hay algo de eso. Para mí era importante dejarlo cuando el grupo estuviera bien, y ahora hemos estado tocando mucho, haciendo singles y dando una muy buena imagen, y queremos que la gente se quede con ese recuerdo. También es un poco como la frase de Neil Young, ‘It’s better burn out than to fade away’… jugando con el nombre de Bonzos, había llegado el momento de pegarse fuego. Desde que, en 2017, recupera la banda, ha hecho una profunda labor de arqueología musical para recuperar todo el material de Bonzos. ¿Era importante dejar ese legado? Supongo que lo dices por la reedición del ‘341 Broome St.’; teníamos una deuda casi histórica porque aquel primer disco que grabamos en Nueva York en 1996 con Andy Shernoff, el líder de los Dictators, salió, en su día, en CD, y existen muy pocas copias en vinilo… de hecho yo sé que las hay porque pude conseguir una, por eso sé que es algo real (risas). Así que, al final, los tres miembros de la banda que lo grabamos decidimos reeditarlo y, jugando con el título, hicimos 341 copias numeradas, que prácticamente volaron nada más salir. Eso también reactivó la banda, porque era un disco muy querido, y para defender esas canciones en directo volvimos al formato trío, junto a Ricky Ibañez y Jorge Murillo, que me convencieron para volver a tocarlas. Volviendo la vista atrás, ¿cómo recuerda aquellos primeros tiempos de la banda? Nosotros veníamos de Los Clavos, con los que hicimos el último concierto el 31 de octubre de 1995 en Soraluze, y el 28 de diciembre ya dimos el primer bolo con Bonzos en la añorada sala ‘Gwendo’ de Algorta, así que lo que recuerdo es que todo fue muy rápido. Empezamos a tocar mucho, gracias a los contactos que teníamos en la red de gaztetxes y a la colaboración de bandas como Nuevo Catecismo Católico, que siempre ha sido un grupo muy cercano a nosotros. Tengo el recuerdo de que todo fue muy fácil y que explotamos pronto, fichamos con Roto, grabamos en Nueva York… todo pasaba tan deprisa que no nos daba tiempo a valorarlo. Pero ahora que ya han pasado casi 30 años, pienso que tuvimos mucha suerte, aunque también trabajamos mucho, ensayábamos casi todos los días, e incluso los fines de semana que no teníamos concierto, siempre preparando el repertorio, haciendo canciones y prácticamente aprendiendo a tocar, porque aunque todos habíamos tenido nuestras carreras musicales, en el caso de Jorge (George Hernández) y en el mío en Los Clavos, cada estilo requiere un método y una forma de hacer las cosas. «Explotamos pronto, fichamos con Roto, grabamos en Nueva York… todo pasaba tan deprisa que no nos daba tiempo a valorarlo. Ahora, pienso que tuvimos mucha suerte» Supongo que ahí influirá la juventud y, por supuesto, tener claro los tres lo que querían hacer con la banda, ¿no? Eso es. La juventud y unas circunstancias vitales en las que todo parecía más fácil y, por lo que sea, en ese momento apostamos por ello y teníamos ese compromiso… hoy es el día que todavía no sé cómo pudimos organizarnos los tres para irnos a Nueva York una semana. Supongo que también vimos que era algo importante, porque hoy en día, afortunadamente, se ha democratizado mucho el tema de publicar, aunque eso provoca que haya demasiadas cosas cuestionables en su calidad, pero en los 90 las maquetas eran el nivel previo a grabar un disco, que era lo que ya marcaba una diferencia, y el que lo hacía salía en todas partes, no como ahora. Además, nuestro público también tenía 30 años menos, y eran nuestros embajadores y colaboradores, ya que se movían a todas partes con nosotros. Pero es que yo creo que la cultura tenía un papel central en nuestras vidas, y no hacía falta tener móviles, ni managers… era todo muy romántico porque la música era fundamental para la gente. Formación inicial de Bonzos, en 1996, cuando grabaron el primer disco en Nueva York. (Martín L. GUEVARA) ¿Y cómo vivieron en su momento aquella etiqueta del ‘Getxo Sound’? Realmente, cuando empezábamos Los Clavos ni existía el Getxo Sound, sí que siempre ha habido en la zona inquietudes y grupos como Rufus o Dinamita Pa Los Pollos que, por cierto, publicaron con Discos Suicidas, que también estaban aquí. Así que nosotros no inventamos nada, pero sí es verdad que fuimos pioneros en un tipo de sonidos que venían de grupos del punk americano universitario como Replacements, Hüsker Dü y otros que venían de la escuela de la Velvet, como los primeros REM o Dream Syndicate… esas eran nuestras influencias. Pero después de sacar el primer disco, surge un movimiento en el que se empieza a mezclar el grunge con el movimiento independiente de bandas como Pixies, Sonic Youth… ahí es cuando surge el indie, y en esa ola entran grupos como El Inquilino Comunista, Lord Sickness, y otras bandas de Getxo. Y así es cómo el aula de cultura del ayuntamiento empieza a utilizar la etiqueta de ‘Getxo Sound’ para englobar a todos los grupos del pueblo, independientemente de su estilo musical. En su momento, a nosotros esa etiqueta nos daba un poco de pereza, y casi preferíamos decir que éramos de Bilbao, porque además, teníamos otras influencias que nadie compartía: Blondie, Dead Boys, Ramones… de hecho, creemos que desde aquel primer bolo en Gwendo, no hemos vuelto a tocar en el pueblo, y tiene cierta gracia que acabemos nuestra carrera habiendo hecho el primer y el último bolo en Getxo. Pero, como cantan en ‘¡Adiós amigos!’ (el último tema grabado por Bonzos), ¿se echa de menos aquel Getxo del Amezti, el Gwendo, el Carpanta…? A mí me encantaba, y creo que, como pensábamos que iba a ser eterno, no lo valorábamos. De hecho, te diré que cuando empezamos Los Clavos nuestro universo estaba en el Casco Viejo de Bilbo: el Umore Ona, el Gaztetxe, el Muga, el Gaueko… pero cuando cierran todos estos locales, Getxo toma el relevo y empiezan a hacerse aquí conciertos internacionales y estatales. Además, todo era muy cómodo: primero al Carpanta a comer la hamburguesa, luego al Amezti, y a ver el concierto al Gwendo, que era una sala que tenía muy buena visibilidad desde cualquier sitio y sonaba muy bien. «Esto ha sido como una Korrika, en la que cada uno ha llevado el lekuko en algún momento del recorrido. Es un orgullo ver que todos seguimos siendo amigos» Por cierto, ¿ha costado escribir esta última canción? La verdad es que no, cuando salió la primera frase ‘Mil novecientos noventa y cinco, aquel Getxo era tan distinto...’, empecé a escribir como una carta de despedida contando lo más importante de estos años. Al principio, pensé en grabarlo yo solo, pero se lo conté a Alvaro y se animó a tocar el bajo, y se sumó Jorge, porque nos hacía ilusión grabar la última canción con la formación original… un final perfecto. Recientemente, publicaba en sus redes una fotografía con casi todos los que, en algún momento, han sido ‘bonzos’. ¿Cómo de importante ha sido para usted toda esta gente? Ahí faltaban Suso y Gurru, pero es que esto ha sido como una Korrika, en la que cada uno ha llevado el lekuko en algún momento del recorrido. Es un orgullo ver que todos seguimos siendo amigos, y cuando nos juntamos sentías esa sensación de amistad, como de que habías estado con ellos el día anterior, aunque llevaras tiempo sin verlos. Para mí, esa foto es perfecta por lo que significa, porque todos ellos han sido fundamentales, y cuando hago balance pienso que lo mejor que yo he hecho en la música ha sido rodearme siempre de gente mejor que yo, porque aparte de muy buenos músicos, son personas excelentes. Para terminar, cuéntenos lo que se pueda sobre el bolo de despedida. La idea es que no sea algo demasiado solemne y que el hecho de que sea el último no sobrepase a lo que siempre ha sido la esencia de Bonzos, que es pasarlo bien y dar intensidad y ritmo. Por eso quiero que sea algo dinámico y vamos a repasar todas las etapas. Pero como te digo, estoy intentando desdramatizar y disfrutar del momento, porque Bonzos se van, pero ahí quedan las canciones y los buenos recuerdos.