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Napster empezó una revolución hace 25 años

A finales de mayo de 1999 surgió desde la nada este instrumento totalmente nuevo para compartir música en la red. Se desató primero la locura entre los usuarios, hasta que las grandes casas discográficas se dieron cuenta de que algo tenían que hacer.

Logotipo de Napster. (Wikimedia Commons)

Si no fue Napster, fue uno de sus «primos», nacidos como hongos. Descargar una canción, un disco entero, una película, un vídeo cualquiera... es algo que se ha convertido en totalmente normal con el paso de los años pero que necesitaba un pistoletazo de salida, un creador de actitud anticonvencional, ilegal por supuesto, pero satisfactoria para la gran masa de consumidores. Incluidos aquellos a los que sentirse pirata les daba más gusto que descargar algo en sí mismo.

La revolución provocada por Napster, este programa nacido a finales de mayo de 1999 que permitía compartir música entre un ordenador y otro, fue inmediata y cambió totalmente las costumbres de las personas. Duró poco, es verdad, pero dejó secuelas que utilizamos hoy día de manera más limpia y legal. Y fue el espejo de una burbuja que estalló e hizo época.    

Napster, un contexto favorable

A nivel tecnológico, informático, aquel 1999 fue realmente un año impactante. Recordamos aquí el miedo al ‘Bicho del milenio’ que teóricamente iba a destrozar el mundo con los ordenadores que (se decía) estaban programados solo para vivir hasta la llegada del temido dígito 2. Su señal fue ‘Melissa’, el virus que infectó miles y miles de computadoras en todo el mundo. El cine también iba captando esa atmósfera, produciendo pelis al mismo tiempo distópicas y cercanas, como aquel primer ‘Matrix’ donde se presentaba un futuro dominado por las máquinas y una realidad fruto de manipulaciones.

Uno de aquellos ‘nerd’ se llamaba Shawn Fanning, que pasaba noches enteras programando desde una habitación en la universidad cerca de Boston. Su tío no le regaló por causalidad un ordenador...

 

Había una especie de caldo de cultivo perfecto, por ejemplo, para los nerds, palabra mágica que designaba a todas aquellas personas que no hacían otra cosa que estar frente a un ordenador, sobre todo programadores o en el peor de los casos hackers que utilizaban sus capacidades para algo dañino. El mundo estaba informatizándose y los más listos querían aprovechar el contexto favorable, pese a tener que pagarlo tomando el aspecto de un pringado. Contactaban entre ellos en páginas web privadas, donde se podían crear «habitaciones» virtuales para compartir ideas.

Uno de estos nerd se llamaba Shawn Fanning y era un estudiante universitario del prestigioso ateneo Northeastern, cerca de Boston, la cuna de las ideas «liberales» de Estados Unidos. Sin embargo, a nuestro Shawn la política no le interesaba mucho; sin duda menos que trapichear con los ordenadores. Pasaba noches enteras programando o trabajando nuevas ideas desde su habitación en la «uni», a veces compartiéndolas con otros jóvenes en las chats. El apodo de Fanning era ‘Napster’, el «melenudo», por su pelo largo y poco aseado.

El tío

Shawn no venía de un entorno fácil. Había nacido en 1980: su madre Coleen se había quedado embarazada de un hombre mucho más rico que ella que pero se había escapado al conocer la noticia de que iba a ser padre.

Como podemos leer en el imprescindible ensayo ‘All the rave: the rise and fall of Shawn Fanning's Napster‘, del periodista estadounidense Joseph Menn, Fanning fue desde su infancia una persona creativa. Tocaba la guitarra y practicaba varios deportes, sobre todo el béisbol. Y en el instituto siempre estaba entre los mejores de su clase sin hacer particulares esfuerzos.

Fanning, unos años después de su invento. (Wikimedia Commons)

Por cada nota buena llegaban regalos, no por parte de su madre sino de su tío, John, personaje-clave de nuestra historia. Uno de los más decisivos de estos obsequios sería un ordenador Macintosh con lo cual Shawn empezaría a hacer de todo, desde los deberes en casa hasta jugar (Starcraft era uno de sus favoritos), programar algo o utilizar internet, por supuesto, el reciente descubrimiento.

John Fanning no regaló por casualidad un ordenador a su sobrino. Nacido en 1963, él también era un friki de la informática, pionero en inventar páginas web de culto como Chess.net, uno de los primeros sitios donde se podía jugar a ajedrez en internet. En su chabola cerca de Cape Cod, paraíso para los turistas, John acogía y daba consejos a Shawn.

Gracias a las nuevas tecnologías, y a ser muy curioso, el joven Fanning empezó a interesarse por el mundo de la música, su viejo amor, y de los MP3s, el formato digital con lo cual se «transformaba» cualquier tipo de música o audio.

En varias páginas de la red se podían encontrar canciones o piezas sueltas, pero descargalas era un infierno, tanto a nivel de tiempo como de comodidad. No había ni fibra ni cables de alta velocidad y a menudo los MP3 estaban dañados. Y ello a pesar de que algunos artistas, estos también bastante sueltos, hubiesen dado su permiso para convertir sus piezas en formato digital.

En general todo este mundo parecía desorganizado y muy caótico. Como escribe siempre Menn en su ensayo, la idea de Shawn Fanning fue simple: crear como un motor de busqueda de MP3, con la posibilidad de compartir entre usuarios los documentos audio. Y así nació Napster, estrenado el 1 de junio de 1999.

Un fenomeno de masas

Napster se presentó al principio como un instrumento tremendamente innovador: de hecho, no era un recolector de canciones sino un filtro que conectaba gente que igual estaba lejísimos pero quería compartir música.

El sitio conectaba dos ordenadores que se intercambiaban MP3 creando un espacio «neutral» donde un usuario descargaba la pieza del otro usuario provocando así un efecto dominó o de contagio impresionante. Solo se necesitaba descargar al programa Napster, además gratuito, para hacerse en relativamente poco tiempo una biblioteca audio que apartaba el pilar de toda la industria musical de aquella época: el CD.

Solo se necesitaba descargar al programa Napster, además gratuito, para hacerse en relativamente poco tiempo una biblioteca audio que apartaba el pilar de toda la industria musical de aquella época: el CD

 

El verdadero negocio para las grandes casas de producción era la venta de estos discos, bien álbums completos o singles. Hacer una copia les costaba una miseria, como mucho un dólar, pero cuando llegaban a las grandes tiendas de distribución había que pagar entre 15 y 20 euros por ellos. Y en la mayoría de los casos comprar un disco significaba escuchar siempre la misma canción, dos o tres, los hits del momento, mientras las otras 7-8 quedaban un poco marginadas.

Mientras las grandes casas y los grandes artistas engordaban las ganancias, el público, sobre todo joven, empezó a conocer el otro lado. Y rápidamente pasaron a compartir y descargar a través de Napster, que en pocas semanas llegaría ya a miles y miles de usuarios.

Desde el punto de vista de Shawn Fanning y de su tío John, que enseguida crearon una sociedad para conservar sobre todo la patente de aquella invención, los problemas iban a ser mayores que las oportunidades y había que encontrar alguna solucción.

Sean Parker y el salto de Napster a Silicon Valley

Puede parecer fuera de contexto pero para entender el impacto de Napster en la sociedad americana hay que dar un salto hasta 2004. Mejor dicho, hasta 2010. En el primer caso, fue el año del nacimiento de Facebook; el segundo, del estreno de ‘The Social Network’, pelicula de David Fincher sobre la fundación de la red social más conocida en el mundo.

Uno de los personajes secundarios del film es Sean Parker, interpretado magistralmente por Justin Timberlake. Parker, cofundador de Facebook (el hombre que aconsejó a Marc Zuckerberg quitar el ‘The’ desde el nombre originario ‘Thefacebook’) fue la solución a los problemas de los Fanning. Él conocía ya a Shawn como programador y hacker y lo sabía todo sobre Napster gracias a los chats entre nerds en varios grupos privados.

Chaval extremadamente ambicioso, un «culo inquieto» de manual, tuvo la intuición de que el programa de Fanning podía ser «the next big thing», «la siguiente gran cosa», es decir, algo revolucionario. Gracias a sus contactos con grandes inversores que lo habían ayudado a desarrollar otros proyectos, Parker hizo.. un Napster, conectando a Shawn con los business angel, los «ángeles del negocio» de Silicon Valley en California.

Aquel caldo de cultivo tendría su cumbre en la célebre «burbuja Punto Com», cuando aquellas empresas llegaron a alcanzar un valor exagerado en la Bolsa de Nueva York

 

Se trataba de la polvorienta universidad de Northeastern, viajar a Palo Alto y sus alrededores y transformar una excelente idea en un negocio exitoso, a pocos barrios de distancia de otros nombres propios de la recién nacida economía digital como Apple, Microsoft, Google o Amazon. Aquello era el caldo de cultivo, que tendría su cumbre en la celebre «burbuja Punto Com», cuando en la Bolsa de Nueva York todas estas nuevas empresas llegarían a alcanzar un valor exagerado, hasta desplomarse de un día al otro (el 10 de marzo de 2000, si hay que encontrar un día preciso) y mandar a la quiebra a los pequeños inversores.

La batalla de los Metallica

Napster no llegó a tanto pero tuvo enormes e inevitables problemas legales que obligaron a cerrar el programa ya en 2001, cuando tenía millones y millones de usuarios. Mientras tanto habían ocurrido hechos fundamentales, como la reacción tanto de las casas discográficas como de algunos artistas.

Lars Ulrich, batería de Metallica, uno de los que lideró la batalla. (Wikimedia Commons)

Las acusaciones eran que Napster impulsaba un consumo ilegal de música sin respetar los derechos de reproducción y sin que los creadores y productores de aquella música pudiesen ganar su dinero de manera correcta. Las respuestas eran que Shawn Fanning había simplemente conectado usuarios, sin copiar nada.

Inolvidable sería la batalla dada sobre todo por el grupo metal Metallica, con el bateria Lars Ulrich presentándose en el tribunal llevando unas cajas que contenían los nombres de los usuarios de Napster y pidiendo 100.000 dólares por cada pieza descargada. El daño a nivel de imagen para Metallica iba a ser incalculable.

El batería de Metallica llevó a un tribunal cajas con los nombres de los usuarios de Napster pidiendo 100.000 dólares por pieza descargada, pero esa evidente que no se podía parar esa ola con una cucharilla

 

La verdad es que a muchos otros artistas Napster les molaba porque «era mucho mejor que la radio», siempre como recuerda Menn en su libro. Otros grupos como Limp Bizkit o los Offspring apoyaron claramente a Fanning incluso pagándole los gastos de los abogados.

Era evidente que no se podía parar esta ola con una cucharilla. Por un Napster que desaparecía estaban surgiendo otros programas como Limewire o E-Mule, que no solo permitían descargar música sino también películas.

Fue en cualquier caso una revolución a nivel de costumbres, que abrió una brecha que sería tapada sobre todo gracias al nacimiento ya en 2001 de iTunes, el servicio (legal) de Apple que permitiría descargar una canción pagando 99 céntimos de dólar. Y más adelante en el tiempo, la invención de otros instrumentos como Spotify o la reconversión del mismo Napster en una especie de Spotify: el mismo nombre pero, ahora sí, dentro de la ley.