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Ale, cerveza genuinamente british

Dentro de las ‘ale’ inglesas hay cuatro tipos. (Pavel Danilyuk | Pexels)

Estamos acostumbrados a ver a James Bond con elegante pose y un cóctel en la mano, pero siendo 007 un icono británico nadie puede dudar de que en cuanto el director diga «corten» el agente al servicio de Su Majestad irá directo a por su cerveza. Una cerveza que, evidentemente, será ale. Porque el estilo de cerveza ale y lo genuino british han caminado juntos en la historia.

En Inglaterra fueron las mujeres las primeras fabricantes de cerveza. Las hacían en casa tan solo para el consumo doméstico, pero como la economía es la fuerza que mueve la historia llegó el momento en el que pensaron que la producción de ale podría ser una buena fuente de ingresos para la familia.

Entonces empezaron a hacer en sus granjas una mayor cantidad de cerveza, que llevaban a vender a las ale houses. Estas mujeres cerveceras comenzaron a ser conocidas como ale wifes.

Esto fue allá por el primer milenio. Para finales de la Edad Media había en Inglaterra más de 15.000 ale houses, lo que da buena muestra del auge de la producción y comercialización de cerveza en aquel tiempo.

De las ale houses, donde se vendía cerveza y comida, se habría pasado a los inn -ventas o posadas- y, de ahí, a los pubs.

Un arte femenino

La vinculación de la mujer a la fabricación de la cerveza es algo de lo que ya hay referencias en la civilización sumeria, hace más de 5.000 años, cuando preparaban el bebedizo en honor a la diosa Ninkasi. Desde tiempos tan lejanos podría decirse que, a excepción de los monjes cerveceros, la fabricación de cerveza era cosa de las mujeres.

Eso sí, en un momento de la historia se las retiró de esa responsabilidad e incluso en algunos lugares se prohibió a las mujeres fabricar la bebida. Controlar la cerveza era tener demasiado poder sobre los hombres, y eso no se podía tolerar.

En algunos lugares se acabó prohibiendo a las mujeres fabricar cerveza: eso era darles demasiado poder sobre los hombres y no se podía tolerar

 

La cerveza había llegado a la isla británica de la mano de celtas y vikingos. Y fue para quedarse, pues la bebida ha pasado a ser parte de su cultura.

Además de la bebida también se quedó la denominación ale que, por lo que cuentan, proviene de la palabra danesa øl, con la que esos pueblos se referían a la cerveza. A la cerveza ale también se le llama bitter, un término que empezó a utilizarse a mediados del siglo XIX para referirse a las ale más amargas y lupuladas.

El método de fabricación que empleaban para las ale era el más antiguo; esto es, por alta fermentación, lo que suponía que el proceso biológico se daba en poco tiempo y en la parte alta a una temperatura de entre 15 y 25 grados. Secaban el grano de cereal directamente sobre el fuego, y eso producía una malta como ahumada, que con las aguas duras y alcalinas de la isla acababan dando una cerveza bastante oscura y con cuerpo.

Y es que en aquel entonces la cerveza era tan solo cebada fermentada y agua. Aún no había levaduras para la fermentación y el lúpulo no llegaría a Inglaterra hasta el siglo XV de la mano de los holandeses. Es más, cuando en el continente ya se añadía lúpulo a la cerveza los ingleses, en su línea, se aferraban a la tradición y continuaban dando amargor a la bebida con hierbas. Incluso en muchos lugares había vigilantes para controlar que la cerveza no tuviera esa planta.

Finalmente, el lúpulo se impuso y, más tarde, con el empleo de las levaduras y los avances tecnológicos de la  Revolución Industrial comenzaron las grandes cerveceras británicas, que en su mayoría tuvieron origen en las pequeñas fábricas familiares.
El Reino Unido es donde hay más cerveceras por habitante del mundo.

Clanes, colores, potencias

Dentro de las ale inglesas hay cuatro grandes clanes diferenciados por su color y potencia; aunque luego cada clan también tiene sus varias familias.

La más ligera es la pale ale, de color ámbar y sutiles aromas florales. Luego estarían las brown ale, las porter y stout y, finalmente, las strong ale, más concentradas, de sabores muy intensos y alta graduación alcohólica.

Se dice que los primeros colonos ingleses que llegaron en 1620 a las cosas de Massachusetts en el Mayflower llevaron barriles de cerveza

 

Dentro de cada uno de estos clanes hay variantes inglesas, escocesas e irlandesas. Entre las strong ale, por ejemplo, se encuentra la wee heavy scotch ale, de una potencia extraordinaria. Con un fuerte olor a malta y un ligero toque a caramelo, esta cerveza escocesa puede llegar al 10% de alcohol.

Se dice que los primeros colonos ingleses que llegaron en 1620 a las costas de la actual Massachusetts a bordo del Mayflower llevaron los primeros barriles de cerveza que llegaron a América. Habiendo constancia de que los vikingos ya habían estado en América bastante antes, poca duda puede haber respecto a que las primeras cervezas que se bebieron allá fueron vikingas.

‘Mayflower en el Puerto de Plymouth’ por William Halsall, 1882, (Wikimedia Commons)

De Europa a América

En cualquier caso, los ingleses llevaron la cerveza ale al otro lado del charco. En aquel tiempo ellos eran los que más y mejor cerveza tenían. Montaron trece colonias y tenían el control comercial de puertos, así que su ale circulaba con fluidez de continente a continente.

El viaje era largo y había muchos cambio de temperatura, por lo que, para conservar la bebida en buen estado durante más tiempo, añadían mayor cantidad de lúpulo y subían la graduación alcohólica. Cuando comenzaron a abrirse las primeras fábricas en suelo americano se mantuvo la costumbre de hacer la cerveza con mucho lúpulo.

Y, así, aparecieron nuevos estilos de cerveza que tuvieron gran éxito y que promovieron la proliferación de pequeñas fábricas caseras. Para finales del siglo XIX eran casi 3000 esas pequeñas industrias, que unos años más tarde prácticamente desaparecieron por la Ley Seca.

En 1933 se levantó la prohibición del alcohol, aunque se mantuvo la de la producción casera de cerveza. Eso supuso la consolidación de las grandes empresas cerveceras.

En 1978 se anuló ese veto y, entonces, se inició un potente movimiento de retorno a los orígenes recuperando los estilos cerveceros que siglos antes habían llevado hasta allá los europeos. Eso promovió la creación de miles de micro cerveceras artesanales que recuperaron técnicas que casi habían desaparecido.

Nació, así, la cultura de la cerveza craft y de autor, una ola de gran creatividad caracterizada, sobre todo, por el empleo de lúpulos muy aromatizados. Eso ha hecho que en los EE.UU se haya desarrollado y se esté cultivado una gran cantidad de variantes de lúpulo.

Toda la gama británica ale tiene su pariente norteamericano, su american ale. Así, se puede encontrar desde una american pale ale hasta una oscura y fuerte imperial stout, de malta torrefacta quemada con sabor a frutos negros y que mezcla lo amargo y lo dulce. Por entre medio quedaría la blonde ale, la american brown ale o la american porter.

Si algo ha empujado en Norteamérica esa industria de la cerveza craft han sido las ipa

Pero si algo ha empujado en Norteamérica esa industria de la cerveza craft han sido las ipa, considerado el estilo más representativo de la cervecería moderna porque su influencia se ha extendido fuera de los EE.UU.

Las ipa -Indian Pale Ale-, son cervezas que se caracterizan por tener mucho lúpulo y de variantes que aportan una impresionante gama de aromas y sabores, lo que permite hacer muchas cervezas diferentes.

Big Ben

Sin necesidad de irse a los Estados Unidos y para iniciarse, precisamente, en el mundo del lúpulo se puede probar la PSS6 que hacen en la cervecera artesanal Brew & Roll de Paternain.

Es una american pale ale de 4,8º con un lúpulo que aporta un particular aroma tropical, sostenido por una carga de malta relativamente elevada que hace que el resultado sea una cerveza muy agradable con un amargor contenido.

Una buena opción para disfrutar de una pale ale clásica y dar un primer paso gustativo hacia el amplio espectro de las ipa.

Pero si preferimos algo más genuinamente british made in the Basque Country, Brew & Roll tiene la Big Ben, una cerveza estilo English Strong Ale que se debe conservar adecuadamente para degustar conforme pasa el tiempo, porque evoluciona en la botella y va ganando armonía y complejidad.

Está cocinada con una mezcla de 9 maltas diferentes y un aporte de azúcar candy para dar calidez. El lúpulo es tan solo para compensar la carga de malta.

Eso sí, tiene 10,5º de alcohol, por lo que hay que beberla con cabeza para no acabar subiéndose al Big Ben a ponerlo en hora.