02 AOûT 2024 - 10:10h Por qué no forzar a comer a un niño El avioncito, obligarles a terminar la comida que tienen en la mesa, darles de comer de forma forzosa... Hoy hablamos de cómo alimentar a nuestros hijos y de las consecuencias que puede tener de cara al futuro no tener una relación sana con la comida. (Getty) Xandra Romero El otro día, buscando información en internet información, me topé con un video de un adulto siendo alimentado como un niño: le metían la cuchara en la boca a la fuerza, rebañaban con la misma los restos que se le escapaban por la barbilla, le limpiaban constantemente la boca... no sé si se lo imaginan, pero la verdad es que me impactó y me resultó desagradable, e incluso violento. Y esta sensación de violencia la ejemplifica a la perfección mi admirado Julio Basulto (dietista-nutricionista) cuando dice sobre este tema: ¿Volvería usted a un restaurante en el que el camarero le obligase a comer todo lo que usted ha pedido? ¿Volvería usted a un restaurante en el que le dijeran, ‘hasta que no te lo acabes no te levantas’? Y, ¿volvería si además dicho camarero escogiera lo que usted va a comer, la cantidad de comida y la velocidad a la que se la debe comer?. Y es que el instinto natural de un niño cuando se siente coaccionado en la mesa es, de forma natural, el de rechazar el alimento. ¿Cómo se coacciona a un niño a la hora de la comida? Cuando se le fuerza físicamente (avioncito incluido), cuando se le mantiene en la trona/mesa hasta que acabe, cuando se le chantajea/castiga o se le hace sentir culpable. Todo esto activa el instinto de oposición. Pero este instinto natural de oponerse juega un papel muy importante en su desarrollo, le enseña como comedor a crear un espacio para pensar por sí mismo, por ejemplo para que sea capaz de respetar sus innatas (y no siempre lineales) sensaciones de hambre y saciedad, así como sus gustos y preferencias personales. Pero no solo esto. Y es que utilizar la coacción para conseguir que coman es enseñarles que deben aceptar estas prácticas para ‘tragarse’ no solo la comida, si no otras muchas otras cosas que solemos tragarnos (emociones, límites, etc.). Asimismo, los múltiples estudios realizados en población pediátrica demuestran que obligar a un niño a comer contribuye a crear conductas y patrones negativos, aumentándose así las probabilidades de que se convierta en un adulto con problemas con la comida, se relaciona a futuro con una peor dieta en la adultez, con menor consumo de alimentos saludables, mayor riesgo de obesidad y mayor riesgo de trastornos de la conducta alimentaria. Así pues, para cambiar la mala costumbre que tenemos los adultos de forzar a los niños a acabarse lo que los padres hemos decidido servirles, podemos seguir las indicaciones de sendas instituciones como son la Academia Americana de Pediatría (AAP) y la Organización Mundial de la Salud, entre otras, que instan a los adultos a limitarnos a proporcionar y ofrecer al niño una variedad de alimentos saludables y que sea el menor el que decida y elija qué alimentos comer y en qué cantidad. Porque recuerden, la dieta no solo es lo que uno come, es cómo uno se relaciona con el mundo.