7K - zazpika astekaria
PSICOLOGÍA

Aprendices


El mundo está lleno de gente dispuesta a decirnos lo que tenemos que hacer. Con mejor o peor intención, y desde bien prontito, no falta quien dice saber lo que nos conviene, quien pasa mucho tiempo enseñándonoslo para que después nos sirva, en situaciones que ni ellos o ellas pueden imaginar. Aprender y enseñar conllevan un cierto acto de fe hacia el futuro, de confianza con quien transmite y de gran intimidad, en definitiva.

Como bien sabemos por experiencia propia, este acto también exige la existencia de una relación, una que albergue, ampare y guíe todos los pequeños procesos, que tienen que ‘querer ser incorporados’. Y, al mismo tiempo que esa relación marcará los resultados, también marcará el propio aprendizaje sobre aprender, influirá en el deseo futuro de incorporar nuevos conocimientos, la curiosidad, o la tolerancia a la incomodidad por lo que no se sabe aún, en futuros procesos de aprendizaje.

La relación dará cohesión a los contenidos y al proceso de vínculo con el aprendizaje como acto individual de adaptación al mundo. Junto con este aprendizaje sobre el mundo, para el cual necesitamos a otros, que sepan más, que sepan antes y que sean generosos; está también el aprendizaje sobre nosotros mismos, nosotras mismas. Y es que nada de lo que aprendamos de nuestro entorno, ni a través de la más estricta de las improntas fruto de una ideología o una moral concreta, puede sustituir completamente al propio impulso vital del cuerpo y la mente en busca de sus respuestas, en expresión de sus necesidades. Durante mucho tiempo se ha entendido la enseñanza como una transmisión de conocimientos cerrados, en la que había alguien que sabía y alguien que aprendía, pero afortunadamente hemos ido ganando conciencia de la importancia de las circunstancias de quien recibe, y ganando terreno al miedo al libre pensamiento –y habrá que confiar en que exista algo parecido–.

Y es en ese terreno en el que gana importancia la ‘mentalización’ y su promoción, lo que propiciará un tipo de adaptación que nos acercará al éxito personal, es decir, a la aproximación a construir una vida que tienda a la felicidad. La mentalización es básicamente tener en cuenta que detrás de un comportamiento hay una mente, con sus complejidades y su historia, una que condiciona el comportamiento visible mas allá de una única causa-efecto, simple e inevitable. Es una manera de mirar tanto al comportamiento propio como al de los demás y preguntarse con qué estado mental está asociado, de dónde viene lo que vemos.

En función de esa observación empezamos a aprender asociaciones de gran importancia para el futuro, aprendemos de nosotros, por ejemplo, que no soportamos ser discriminados, que nos gusta que jueguen con nosotros o que no podemos renunciar a mover nuestro cuerpo en aquello a lo que nos dedicamos, como forma individual de relación con el mundo; o aprendemos de otros, por ejemplo, que siempre que nuestra pareja está cansada se enfada o que nuestros políticos se muestran intransigentes cuando no saben lo que hacer. Y esas asociaciones describen la naturaleza íntima, las motivaciones irrenunciables que rigen lo visible. Pero, al mismo tiempo, también aprenderemos que no hay una sola acción asociada a un estímulo, sino que esas diferencias entre personas están basadas en su subjetividad e historia, en su identidad particular, y también determinarán sus potencialidades a futuro.

Podemos pensar en alternativas afines a los sentires de cada cual, tanto en la intimidad con uno mismo, una misma, como en lo social, que minimicen los conflictos tanto internos como con otros, y maximicen el potencial conjunto. No hay grupo sin individualidad que necesite ser tenida en cuenta y aprender de ella; ni individuos sin grupo. Aprender a leernos, a comprendernos es una puerta abierta a ajustarnos mejor a nuestras necesidades pero también a la empatía y por tanto a la solidaridad, y eso sí lo vamos a necesitar en el futuro.