24 MAR. 2024 PANORAMIKA La afectividad en el centro «Sans fin», obra de Lúcia Koch realizada en 2022 e incluida en la exposición «Larruak eta izurrak», que hasta primeros de junio se puede ver en Tabakalera. (Gorka Rubio | FOKU) Laura Díez Cómo conjugan lo emocional y lo afectivo con la escultura? ¿Qué nos evocan los distintos materiales? Aludiendo a los sentidos, desde lo táctil, cada forma y textura nos invitan a una forma de actuar, mirar o acariciar. Los materiales vibran como si de membranas se tratara, cuerpos en movimiento que generan pliegues y que nos pueden remitir a lo humano, a lo animal o a la máquina. “Larruak eta izurrak” es la exposición, comisariada por Laura Vallés Vílchez, que se puede visitar en Tabakalera (Donostia) hasta el 2 de junio. Es la primera de las tres exposiciones con las que Tabakalera conmemorará el centenario de Chillida. En ella, artistas de diversos orígenes plasman sus vínculos con lo táctil. Esculturas, instalaciones y dispositivos donde podemos encontrar materiales como el metal, el hormigón, la resina, la lana de oveja, el polvo de sangre, la caseína, el cristal o la piel. Las artistas que encontramos en la exposición son Nora Aurrekoetxea, June Crespo, Yael Davids, Iman Issa, Sahatsa Jauregi, Tripak, Kimia Kamvari y Lúcia Koch. Una de las presentes es Sahatsa Jauregi (Itaparica, 1984), que crea un estructura metálica con escaleras, huecos y salientes; llenos y vacíos donde otros cuerpos pueden habitar. En este caso, los de la compañía de artes escénicas Tripak, formada por Andrea Berbois, Maite Mugerza, Marina Suárez y Natalia Suárez. “Azpitik doaz” (Segada) es la acción que Tripak desarrolla en esta pieza, que remite a herramientas, plomo, entidades protésicas, armas y guerras. Esta “escenografía” funciona como un sistema de confianza, de simbiosis entre lo que el material aporta y la práctica artística en sí misma. Sahatsa lleva años trabajando con el metal, con el proyecto “Aizkora” estuvo durante un año observando los procesos de trabajo en el taller de hachas que tiene su familia en Urnieta. En esta nueva composición incide en la capacidad de transformación y performatividad de la pieza, es interesante ver el juego de luces y sombras que se generan cuando se activa “Azpitik doaz”. Las próximas fechas serán el 3 y el 31 de mayo. Por otro lado, Lúcia Koch (Porto Alegre, 1966), plantea un diálogo con la arquitectura, generando lugares que invitan a imaginar otras realidades posibles, haciéndonos replantearnos la percepción del espacio original donde se sitúa la obra. Entre el enseñar y el esconder una etérea cortina, a modo de telón translúcido con forma de infinito, cuelga del techo de la sala sin llegar a tocar el suelo, pareciendo flotar en el ambiente. Juegos de luz y transiciones cromáticas del textil hacen que sus intervenciones interaccionen con el público modificando las coordenadas habituales entre lo que se percibe como interior y exterior. Se genera un espacio sensible donde nos sentimos envueltas y se nos invita a soñar.