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Entrevue
REINHOLD MESSNER
ALPINISTA

«No estaría aquí si no hubiera tenido suerte»


Leyenda viva del alpinismo, el italiano Reinhold Messner se ha enfrentado cara a cara con la muerte en su afán por conquistar los picos más altos del planeta. Hoy, a sus 73 años de edad, difunde este «arte de no morir» a través de sus libros, sus museos y, pronto, en películas. Con barba poblada y cabellos hirsutos, el alpinista acaba de publicar su última obra, “Wild”, en la que cuenta la epopeya del buque “Resistencia” durante su travesía del Océano Antártico. El barco naufragó y la tripulación estuvo a la deriva durante 22 meses en el continente helado en 1915-1916, pero logró sobrevivir.

El carácter de Messner no es muy diferente del de aquellos lobos de mar. Tremendamente disciplinado, fue la primera persona en ascender el Everest sin asistencia respiratoria (1980). Seis años más tarde, siempre sin oxígeno artificial, conquistó las catorce cumbres de más de 8.000 metros del planeta. A su juicio, la verdadera aventura, la conquista, pasa por contar con el menor material y ayuda exterior posible, un enfoque que según señala a France Press no siguen los alpinistas de ahora, que prefieren ser acompañados por sherpas sobre caminos trazados por otros. «El verdadero alpinista no quiere ese tipo de infraestructura, quiere adentrarse en un mundo salvaje; y las posibilidades de fallecer así son relativamente elevadas», explica. Añade, sin concesiones, que «el arte de no morir es solamente un arte si verdaderamente hay riesgo de morir. Si apartamos ese riesgo, entonces esto se convierte en un juego del turismo o del consumismo».

Perdió a su hermano en 1970. El aventurero habla con conocimiento de causa. En 1970, su hermano Günther falleció mientras intentaban conquistar juntos el Nanga Parbat, de 8.125 metros, una ascensión marcada por el mal tiempo. Reinhold se vio envuelto en la sospecha e incluso fue acusado por algunos de haber abandonado a su hermano con el fin de alcanzar su objetivo, a pesar de que él mismo se dejó siete dedos del pie en la ascensión y la bajada. No fue hasta 2005 que fue liberado de toda sospecha, cuando el cuerpo de su hermano fue encontrado cerca de donde Reinhold había dicho que había muerto en una avalancha. «La mitad de los mejores alpinistas ha muerto escalando. Con prudencia y la práctica aumentan las posibilidades de supervivencia, pero yo no estaría aquí si no hubiera tenido suerte repetidas veces», dice como para justificarse de seguir todavía vivo.

Después de años dedicados a la alta montaña, Reinhold Messner se lanzó a otros desafíos, como las travesías del Océano Antártico o del desierto de Gobi. Luego emprendió otra aventura y fue elegido eurodiputado (1999-2004) por los Verdes. También ha fundado cinco museos. Además, este amigo de Angela Merkel encuentra tiempo para guiar a la canciller durante sus vacaciones en el Tirol, una mujer, dice, «increíblemente fuerte» a la que admira por su «tenacidad».

Hoy, a pesar de su edad, Messner no quiere una jubilación apacible y se ha embarcado en una última misión: aprender a hacer películas. Su último proyecto cuenta la historia de dos alpinistas abandonados a su suerte en Kenia que, en la adversidad, se enfrentan a dilemas que cambiarán su vida. «Pienso que necesito cinco años para aprender a hacer bien este trabajo, luego otros cinco años para rodar películas buenas. Después, ya sé que no tendré más energía», augura.