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Cómo servir un gin-tonic


La escritora Ana María Matute decía que «un gin-tonic te da una lucidez bárbara». Sabiendo que comparto su reflexión, una buena amiga decidió regalarme hace años un cursillo para aprender a preparar gin-tonics. Parece algo bien tonto o esnob, pero no lo es. O no lo fue. Lo dimos en La Vinoteca de Iruñea y, francamente, guardo un buen recuerdo. Fuimos varios amigos, entre ellos el padre de mi amiga, el autor de la máxima que ya he mencionado alguna vez: «Artículo primero: conocer al personal». Como nadie es profeta en su tierra, entró diciendo: «Por favor, solo pido una cosa: que no nos vayamos los últimos» y, como no podía ser de otra forma, nos fuimos los últimos y pidiendo vasos de plástico.

El responsable del cursillo era un premiado barman de Iruñea y su filosofía realmente me gustó. Más o menos vino a decir: «Yo os voy a enseñar cómo se pone ‘canónicamente’ un gin-tonic. A partir de ahí, si me decís que os gusta con mosto o agitándolo para quitarle el gas, me parece genial. Es para disfrutar, así que tomadlo como os guste». Dicho eso, nos dio unas cuantas claves y, aunque la historia del gin-tonic es apasionante y la contaremos algún día, vamos con unas prácticas directrices que, según creo, van a ser más útiles.

Mucho hielo. Pon muchos hielos en el vaso –grande, copa de balón o vaso ancho–, porque mantienen frío el líquido evitando que se agüe el gin-tonic. El hielo, mejor “de gasolinera”; es decir, macizo, que aguanta mejor y no se derrite. También es recomendable tener fría la tónica, la ginebra y el vaso.

Medidas. Creo que todos tenemos la nefasta experiencia de que te sirvan en una txozna un gin-tonic “de colegas”. Es decir, algo que se parece más en proporciones a un kalimotxo que a un combinado y que, unido a la temperatura y calidad del producto, convierte esos gin-tonics en funestos brebajes. Propiamente, la medida es 1/5 parte de ginebra y 4/5 partes de tónica. Si habéis sido bármanes, más de una vez os habrán pedido –por miedo a que os pasarais– un gin-tonic de seis segundos. Aunque no es propio de una barra, la mejor manera de medir esto en tu casa es con un medidor o jigger. Si no, ante la duda, mejor quedarse corto.

El orden. Básicamente es hielo, ginebra, botánicos, tónica y twist. En el mismo cursillo nos dieron una buena forma de acordarnos de cuándo hay que darle el toque con la cáscara de limón. Primero la ducha y luego el perfume. Es decir, una vez que está todo preparado, doblad la corteza del limón y frotadla por el borde del vaso para aromatizar.

Botánicos. Hay, a grandes rasgos, dos tipos de ginebras: florales y secas. Para que nos entendamos, Seagrams o Tanqueray son secas y G-Vine o Bulldog son florales. A veces parece que olvidamos que en la destilación de la ginebra ya se utilizan botánicos para dar distintos matices. La idea de aromatizar el gin-tonic es genial, pero normalmente debería de ser con algo que aporte o combine bien con los particulares aromas de la ginebra. No voy a hacer chistes sobre lo que de un tiempo a esta parte se les echa a los gin-tonics puesto que los mejores ya están hechos. Como decía Berto Romero: «Si te vas a meter con mi nariz, di algo que nadie haya dicho ya».

Tónica. La idea del gin-tonic es que tenga gas, mucho, así que conviene desterrar algunas costumbres de nuestros bármanes: el golpecito en el fondo del vaso, el dejar caer la tónica por la cuchara imperial, etcétera. El responsable del cursillo había participado en un estudio científico con cámaras y medidores: la forma de conservar las burbujas es verter la tónica muy cerca y suavemente a la cuchara o, en su ausencia, al hielo.