20 OCT. 2019 UNA MIRADA AL MUNDO Fado queer Marian Azkarate Lila Fadista (nombre artístico de Tiago Lila) alza un abanico a la altura de la barba mientras canta al dolor de una comunidad que hasta ahora estaba ausente del universo del fado, la melancólica y hermosa música tradicional de Portugal. Lila Fadista está acompañada por el guitarrista Joao Caçador: guitarra eléctrica, sombrero de ala ancha, pantalón de leopardo y tacones de vértigo. Ambos forman el dúo Fado Bicha, así como Fado Queer o Fado Loca. Desde 2017 han dado 150 conciertos en la península, el Estado francés o Bélgica, y animan con regularidad las veladas nocturnas de un hotel de Lisboa especializado en turismo gay. El dúo reinterpreta el patrimonio del fado para contar los amores de un pescador con un vendedor de marisco, la desesperanza de un bailarín homosexual encerrado en un psiquiátrico o el orgullo de una mujer transexual convertida en líder LGBTI. «Cuando canto fado, siento una energía muy femenina (...). Pronto me di cuenta de que no hay lugar para mí en el fado tradicional», explica este fadista, psicólogo de profesión, que tuvo que buscar su propio camino. «Es la solución para vivir mi sueño sin tener que renunciar a una parte de mi identidad», añade. Por eso, no duda en apropiarse de canciones tan famosas como las que inmortalizó la desaparecida diva Amália Rodrigues, a las que reescribe las letras. Es el caso de “Namorico da Rita”, convertida ahora en “O Namorico do André”, donde Rita es André y la historia, el romance entre dos hombres. Así firman el primer fado que habla abiertamente del amor homosexual, con un vídeo de presentación impactante. El uso de la guitarra eléctrica, en vez de la clásica portuguesa de doce cuerdas, es también «una forma de liberación y subversión», explica Joao Caçador, un instrumentista que viene del jazz y toca en las salas tradicionales de fado. Ambos músicos han crecido en la periferia de la capital portuguesa, como este género, que nació en los barrios populares a finales del siglo XVIII para terminar inscrito como patrimonio inmaterial de la Unesco en 2011. No hay que olvidar que Maria Severa, considerada la primera leyenda del fado, era una gitana que se dedicaba hacer la calle.