08 DéC. 2019 PANORAMIKA Desafío IKER FIDALGO ALDAY La creación contemporánea debe ser afín a los tiempos en los que se desarrolla. La mirada del arte tiene, entre otras muchas virtudes, la capacidad para recodificar aquella realidad que le ha tocado vivir. Algo tan sencillo y tan complicado a la vez es lo que le confiere a la producción artística una potencia para la constitución de otras maneras de ver y de sentir. Es por eso que la cultura aparece siempre menospreciada en las épocas de crisis económica o relegada a un plano de escaso protagonismo en favor de otras áreas. Por muy pequeño que sea el gesto poético, el contenido cultural es capaz de crear espacios críticos y en consecuencia contestatarios. No es de extrañar que existan entonces corrientes culturales dirigidas y controladas por grandes corporaciones o apoyadas por determinadas instituciones y organismos. No es por tanto difícil de entender, que se creen herramientas de control del ocio que lleguen a controlar el comportamiento de la masa social o las intenciones de consumo de la ciudadanía. Desde esta situación podemos afirmar que la verdadera cultura es aquella capaz de retarnos y de cuestionar nuestros pilares más firmes. Es entonces nuestra tarea, como público, dejarnos interpelar. Recoger el guante de cada desafío y hacer un esfuerzo constante por poner nuestra percepción en un estado de duda constante. Solo así podremos evolucionar como sociedad. El pasado 8 de noviembre se inauguró en la sala de exposiciones de la Casa de Cultura del barrio de Egia de Donostia la exposición titulada “Fish Food”, a cargo de Pau Figueres Ortiz (Benidorm/Donostia, 1976), quien estuvo recientemente exponiendo en el Gabinete Abstracto de la Sala Rekalde de Bilbo. Esta revisión de un trabajo realizado en 2017 nos plantea una propuesta eminentemente matérica en la que el protagonismo se encuentra en la fuerza de la obra escultórica. En un primer vistazo, encontramos un elemento central a modo de mural de madera que se sitúa como una gran plancha apoyada en el suelo. A su alrededor, varias figuras modulares, una pieza gráfica y otra fotográfica terminan de componer la instalación. Enseguida veremos cómo el logo de la marca deportiva Nike es la forma fetiche que aparece repetida y dotada de volumen. Este juego nos hace por un momento olvidar la carga comercial del símbolo para entrar en una capa de lectura diferente. La repetición no sirve ahora como un bombardeo publicitario. Somos parte de un pacto público-artista en el que obviamos momentáneamente el peso de su iconicidad para entenderlo desde una abstracción meramente formal. Aun y todo, la apuesta de Figueres no abandona una narrativa específica respecto al propio logotipo. La plancha que veíamos al principio aparece plagada de muescas, realizadas con una herramienta de corte, que no hace sino reproducir un determinado número de paseos realizados por el propio artista en el que intenta, sin éxito, reproducir con sus pasos capturados vía GPS la reconocible forma de la marca. Este ejercicio nos devuelve a un lenguaje del espacio público y el discurso publicitario. A una relación que tiene que ver con la alteración de los lenguajes para la creación de sentidos completamente diferentes y a una reivindicación de la subversión de los códigos como espacio de disidencia. La exposición estará disponible hasta el próximo 27 de diciembre. Hasta el 6 de enero, por su parte, podemos visitar en la sala Kubo Kutxa de Donostia “Memorias Líquidas”, de Daniel Canogar (Madrid, 1964). En esta muestra, Canogar realiza un ejercicio de traducción en el que, basándose en una serie de reflexiones en torno a la sociedad actual, acaba por componer unas piezas que se presentan en pantallas. La cuestión de la velocidad, la sobreexposición informativa o la presencia de la tecnología se traduce en una serie de propuestas pictóricas (aunque sean digitales) que nos hablan de la abstracción como una poética de la liberación que se inserta en la experiencia más sensorial.