19 JAN. 2020 PANORAMIKA Caminos IKER FIDALGO ALDAY Las grandes disciplinas del arte están compuestas de múltiples lenguajes. Estructuras complejas en las que entra en juego la relación entre materia, forma y concepto. Es por eso que los límites entre las diferentes ramas de la creación son cada vez más difusos. Por tanto, ni la pintura no es todo aquello que se compone desde un pigmento y un soporte bidimensional, ni la escultura es exclusivamente aquella presentación que se asienta en un espacio expositivo. Se antoja entonces difícil marcar las lindes de cada territorio, aunque cabe preguntarnos si es realmente necesario encontrarlas o si, por el contrario, el arte es capaz de reinventar sus propios códigos y huir ante cualquier tipo de constreñimiento. Es por eso que el lenguaje de la instalación fue capaz de aunar propuestas que ampliaran los marcos en los que se desarrollan las piezas, creando una convivencia con múltiples elementos. A fin de cuentas, toda exposición podría entenderse como una gran instalación en la que desde la arquitectura de la sala, la iluminación o la sonoridad de los pasos de los vigilantes, influyen en la manera de presentar al público cualquier tipo de contenido. En esta reseña damos cabida a dos exposiciones que destacan entre otros motivos por abordar lo escultórico desde frentes completamente diferentes y por tratarse de artistas mujeres que asumen un papel protagonista en nuestro entorno más cercano. Hasta el 16 de febrero, el Horno de La Ciudadela de Iruñea acoge “Hiru, Hari, Hori”. Sandra Arroniz, Beruta y Maitane Azparren son tres artistas con diferentes bagajes que se encuentran en esta ocasión para realizar una propuesta alrededor del textil, no solo como reivindicación de un material, sino como una enunciación política vinculada a la ideología de género. Es por eso que, si bien la visita se entiende como una propuesta colectiva, cada una de ellas habla desde su propio lugar y desde sus propias obras hasta llegar a un punto común, a un protagonismo compartido respetando los procesos propios. Entran en conversación no únicamente lo textil sino otros materiales como el papel o la fotografía para invitar a reflexionar sobre cuestiones tan relevantes como el tiempo o las relaciones familiares. Como colofón a esta colaboración, una pieza realizada por las tres artistas nos enfrenta a nuestro propio cuerpo y al reflejo de nuestra presencia para interpelarnos sobre lo incierto de nuestro futuro. Una especie de pozo o agujero hacia ninguna parte, realizado con plegado de papel, parece llenarse con el sonido de un constante goteo que, implacable, anuncia el transcurso de cada segundo. El Artium de Gasteiz inauguró el pasado 8 de noviembre “Escultura”, a cargo de Elena Mendizabal (Donostia, 1960). Un recorrido retrospectivo por una de las representantes generacionales del auge de la escultura vasca que presenta en la sala una gran cantidad de piezas desde las que entender la evolución de su propio trabajo, así como las diferentes épocas de su carrera escultórica. Desde su producción más reciente hasta los años 80 y los 90, podemos dar buena cuenta del casi centenar de obras que compone la colección. A lo largo de la misma, nos topamos con creaciones que trabajan distintos espectros, desde el tamaño, hasta la técnica o los materiales. El metal, la madera o la precariedad del cartón y la fragilidad de la plastilina, entre peanas, trabajos en suelo o delgadas estructuras de hierro que conviven en un interesante camino que merece la pena ser atravesado para acercarnos al legado de Mendizabal. El montaje en sala no precisa de orden cronológico. De hecho, el primer grupo con el que nos encontramos corresponde a 2016/2017, para dar paso a un despliegue de alusiones al minimalismo, el arte póvera e incluso al propio Oteiza.