03 MAI 2020 PANORAMIKA Reivindicar el relato IKER FIDALGO ALDAY La historia se escribe desde la posición dominante, por ejemplo, tras una guerra, el bando victorioso aporta la pátina de oficialidad a su versión de los hechos hasta convertirse en una única interpretación posible. La cultura reinante, por tanto, trata de imponer su visión de la vida a través de diferentes herramientas hasta conquistar la hegemonía ideológica. Las subjetividades y voces disidentes están condenadas a situarse en los márgenes, luchando constantemente por espacios de visibilidad y formas de reivindicar su existencia. Los medios de comunicación de masas han realizado siempre una labor de difusión del mensaje de manera unidireccional. Esto quiere decir: un medio emite un contenido que encuentra un público destinatario y la trasmisión termina de esa manera. Muchos han sido los espacios de ruptura de esta lógica y los movimientos ligados a la contra-información y a la autogestión informativa. Finalmente, y desde una óptica algo más amplia, se trata de controlar el relato y todo lo que conlleva y, por supuesto, de resistir a esta dominación. La explosión de las tecnologías de información, con internet a la cabeza, pareció abrir un nuevo paradigma de liberación en el que cada voz adquiriría una resonancia propia e independiente. Sin embargo, el sueño de la libertad acabó rápido cuando la inocencia se vio interrumpida por los grandes gigantes de la comunicación y las herramientas de control de datos por corporaciones y gobiernos. Con todo, la cultura visual en general, y el arte contemporáneo en particular, experimentaron múltiples cambios ligados a las nuevas maneras de creación y distribución de la imagen. Como pasara en los años 60 con el surgimiento de las grabadoras portátiles de vídeo, la democratización de los dispositivos de producción y distribución de contenido (smartphones, redes sociales, etc.) abrieron un lugar en el que la creación dejó de ser exclusiva de las disciplinas artísticas. Las características de estas nuevas imágenes han propiciado una nueva era que nos ha llevado a reflexionar sobre el escenario actual. Varios desarrollos teóricos en torno al estado actual de nuestra relación con la imagen han acuñado el concepto de “Posfotografía” para referirse a él. El ensayista y artista Joan Fontcuberta (a quien entrevistamos para 7k en 2017) sostiene cómo este término permite responder a una nueva definición marcada por cuestiones como la acumulación de imagen, la cantidad frente a la calidad, la inmediatez, la falta de materialidad del soporte digital, la rapidez con la que desaparece o la disolución entre lo amateur y lo profesional. En este escenario, si la resistencia a la imposición pasa por la creación de narraciones propias, parece difícil encontrar los caminos adecuados cuando los contenidos se dispersan en una gigantesca nube de datos, vídeos, fotografías y selfies. La cuestión pasa por rehacer espacios poéticos desde este contexto y entender la potencia de todas estas características que estamos aprendiendo a entender. Para esta tarea el arte es capaz de proporcionar nuevas ópticas desde las que valorar nuestro presente y acercarnos a otros niveles de comprensión. Muchas son las propuestas que han realizado una revisión sobre la propia imagen y sobre el estado de nuestra forma de ver y de mirar. Penelope Umbrico (EEUU, 1957) comenzó en 2011 a realizar una recopilación de fotografías resultantes buscando atardeceres en la página Flickr, portal en el que cada usuario puede abrirse una cuenta para almacenar fotografías y poder mostrarlas. Para cada nueva exposición de la pieza, Umbrico realiza la misma búsqueda dando lugar a miles de resultados que ella imprime y dispone a modo de mural. El resultado es un gran mosaico de fotografías amateur que inmortalizan un instante que es a la vez íntimo, pues son fotografías privadas, y público, al estar expuestas en una red social de libre acceso. La ingente cantidad de material crea un panel cercano a la abstracción, plagado de puntos de luz y siluetas recortadas que posan para el objetivo de la cámara. Una obra que va creciendo a medida que los aportes de los usuarios aumentan y que muestra la abundancia de material que la red maneja y la pérdida de perspectiva que esto puede provocar. Sin embargo, cada cuadro es parte de una vida que se diferencia del resto y que convive dentro de una colectividad. Qué mejor momento que el actual para valorar cómo se narran las vidas, cuáles son los canales oficiales y cuáles las posibilidades de luchar por la supervivencia de lo personal y lo pequeño.